domingo, 15 de mayo de 2022

¿Un país de flojos?

 Me pregunto en qué estaba pensando quien se inventó lo de las bajas menstruales o bajas por regla dolorosa . El nombrecito ya de por sí se las trae, por cierto. 

Llevamos años luchando por instaurar la baja por paternidad y ahora que lo conseguimos, nos inventamos  la baja por regla dolorosa.

Se supone que la baja de paternidad venía a compensar la desventaja con la que se enfrentaba una mujer a la hora de competir con un hombre por un puesto de trabajo. A igualdad de condiciones, algunos empleadores tendían a priori a elegir al hombre frente a la mujer por no tener que asumir  las bajas asociadas a los posibles embarazos de la candidata femenina. Y ahora entonces, ¿qué pasa? Quién va a querer contratar a una mujer que puede pedirse cada mes varios días de baja por el hecho de que le duela la regla.  Flaco favor nos hacen a las mujeres, sinceramente.

Pero voy más allá. ¿De verdad hace falta regular una baja para amparar el dolor de regla?  Me pregunto yo entonces por qué no hacemos una baja por dolor de muela, por hemorroides, por jaqueca o si me apuras por callos. Porque ¿quién regula ese dolor?  Quién dice que una regla duele más que un callo? Pues dependerá de cada cual digo yo.

Pero lo que realmente me preocupa es el país de flojos en el que nos podemos convertir. Si el niño suspende varias asignaturas no importa, el niño pasa de curso igual, no vaya a ser que se nos frustre o que le de un bajón de autoestima. Si no sabe filosofía, no tiene ninguna importancia, si, total, para qué sirve la filosofía. Y si te duele la regla, te quedas en casa varios días que ya está bien de sufrir las mujeres.

Y qué piensan de todo esto  las personas que cada día viven con dolores y que aún así no dejan  nunca de hacer nada, las personas que superan cada día mil limitaciones y que nunca se rinden. A lo largo de mi vida he tenido  la suerte de tener cerca a personas con discapacidades importantes, en silla de ruedas, ciegos, con acondroplasia, con enfermedades degenerativas, o con cáncer. Admiro a cada una de ellas. Todas son un ejemplo de superación, de lucha y de esfuerzo diario. A estas personas ¿no hay que darles tambien la baja? Porque muchas tienen dolores, a lo mejor incluso peores que los de la regla. Pues seguramente lo que pasa es que no la quieren. 

Y las mujeres, ¿queremos de verdad una baja por regla?  Lo dudo. Menuda fama de flojas vamos a tener las mujeres españolas! Me da vergüenza. Mientras Asia avanzando sin tregua. Y nosotros,  ¿hacia dónde vamos?

¡Feliz semana!

martes, 10 de mayo de 2022

Quiero ser vigoréxica


Creo que si ahora mismo me permitieran pedir un deseo pediría ser vigoréxica. No quiero ser millonaria, ni invisible, ni saberlo todo, ni siquiera feliz, yo lo que quiero ser es vigoréxica.

Me asombra la capacidad que tiene la gente para engancharse al deporte. Hoy en día todo el mundo hace deporte. Un hábito muy sano. No digo lo contrario. Pero es que la gente ahora hace cosas muy raras.

 El otro día fui a un gimnasio y me quedé muerta. "¿A qué quiere apuntarse?" me preguntó la de recepción. "Pues no sé, ¿qué tienen?" le contesté yo. "Tenemos de todo" me dijo muy seria y comenzó a recitar: Bokwa Fitness, Aquabiking, Aquapunching, Elipdoor, Power walking... Casi me desmayo. Impertérrita, no sé fuera a pensar que era yo una anticuada, hice como que entendía lo que me decía y le dije que mejor me llevaba el folleto a casa para pensarlo tranquilamente. 

Salí del gimnasio y traté de traducir aquello sin recurrir a Google. Tarea casi imposible. Bokwa fitness suena como a gimnasia rusa, supongo que lo asocio con vodka. Me veo cual Nadia Comanechi. Y por otro lado, no está la cosa como para apuntarse a prácticas rusas la verdad. Aquabiking y Aquapunching debe ser algo así como montar en bici y boxear en el agua. No me lo imagino y si lo hago me agoto. Elipdoor, ni idea. Así a bote pronto me suena a puerta elíptica y me quedo tal cual. Y lo de Power walking debe ser algo así como andar empoderado que es básicamente lo que hago yo cuando ando con tacones (porque a mí en esta vida lo que me empodera son los tacones, así de facilona soy).  


Lo curioso es que el gimnasio estaba a tope y encima era carísimo. No entiendo nada. Me pregunto yo a quién le gusta boxear en el agua. Hay gente para todo está claro. Es como una amiga que hace dos horas diarias de ejercicios hipopresivos.  Me tiene impresionada, sobre todo  teniendo en cuenta que estos ejercicios en cuestión se hacen en apnea respiratoria, o sea sin respirar. Y además apretando el suelo pélvico. Un horror. Eso sí, tienen el abdomen duro como una piedra y el suelo pélvico no se lo he visto ni pienso hacerlo, pero debe tenerlo estupendo.

Otra amiga no para de correr maratones. Cualquier causa es buena para ponerse a correr. Le da igual. Lo mismo corre por apoyar la lucha contra el cáncer que por la reproducción del cangrejo. La cosa es lanzarse a correr como posesa por las calles de Madrid, como si no hubiera un mañana. Eso sí, está esquelética. Con esa delgadez que sólo te da el correr. Aunque creo que también le han salido más arrugas. Tanto trote no debe ser bueno.

La cosa es que la gente se engancha y yo no me explico cómo lo consiguen. Yo sufro haciendo deporte. Es un tremendo esfuerzo que exige de mí una férrea fuerza de voluntad. Siempre tengo algo mejor que hacer, mi voluntad rápidamente flaquea. “Es cuestión de hacer hábito” dice la gente. Y eso cómo se consigue me pregunto yo. Porque mira que lo intento. Sigo todos los pasos: motivación, esfuerzo, pequeñas metas, fuera excusas. Nada. “El deporte te hará feliz” me dicen otros. Parece que no acabo yo de pillarle el truco a esas famosas endorfinas que supuestamente se generan cuando haces deporte. ¿Será que yo no las genero? Quizá sea eso.

Reconozco que me encantaría engancharme. Que nada me apeteciera más que hacer deporte. Ser adicta al ejercicio. Tener musculitos. Hacer deporte al levantarme, al acostarme. A la hora de la siesta, cuando el resto de los mortales duerme. Al amanecer, al atardecer, al anochecer. En las gasolineras, mientras esperas que te pongan gasolina. En la playa, tumbada en la toalla. En los pasillos del supermercado, mientras empujas el carrito. En los tiempos muertos, para hacerlos resucitar. En los atascos, apretando bien volante y abdomen. En el aeropuerto, hasta en el avión, así de repente, tirarme al suelo y ponerme a hacer planchas.  Nada me gustaría más. Sueño con ser vigoréxica. Lo conseguiré? No pierdo la esperanza.

Feliz semana!