Escribo este post desde la peluquería. Hasta hace un
rato estaba yo tranquilamente con mi tinte puesto en la cabeza
leyendo una revista. En paz. De repente, ha entrado una familia con dos niños pequeños. El que se iba a cortar el pelo era el padre. La madre se ha
sentado a leer revistas y los niños se han dedicado literalmente a incordiar al
prójimo. Se acabó mi paz.
A medida que el barullo iba en aumento más despotricaba yo
por dentro. “¿Qué necesidad tiene de venir toda la familia si sólo se corta
el pelo el padre?” “¿No podría la madre levantarse y poner un poco de orden?, “¡Como
sigan gritando me los cargo!” Todo esto y cosas peores pasaban por mi mente,
cuando, de pronto, la madre me pregunta “ No te molestan los niños, verdad?”
Pregunta retórica donde las haya, dicho sea de paso. “No, por supuesto que no. Son
niños.Es normal. Ni te preocupes” le he contestado yo toda amable y sonriente. Aunque lo que me hubiese apetecido decir hubiese sido: “Me molestan muchísimo. Me parecen unos maleducados y espero que te los lleves ya o no respondo de mis actos". Pero claro, soy
educada y no lo he dicho.
Esto me lleva a recordar la frase de mi amigo Miguel “La
educación nos mata” y al final hasta va a tener razón. Es como cuando estás
cenando y el de al lado te pregunta: “¿ no te importa que fume, verdad?” “ No,
claro, fuma lo que quieras. Yo encantada” cuando por dentro estás pensando, “
Qué asco, ahora voy a estar oliendo a humo toda la noche”. Pero claro, eres
educada y te callas y de paso, te tragas el humo ajeno.
O el que te pregunta que si te molesta que su perro esté
pegando lametazos a tus rodillas cada vez que te sientas en su sofá y al que
contestas con una sonrisa :“No, qué va,
si me encantan los perros”, cuando los odias. O el que te pregunta si
puede probar tu salmorejo y mete su cuchara chupada en tu plato, cuando eres
escrupulosa y le contestas “Claro, prueba, está riquísimo” ( eso sí, ipso facto
dejas de comerlo).
O el típico amigo que siempre se olvida de pagar las deudas
y cuando se acuerda te pide mil perdones
y tú le contestas “ No pasa nada. Si a mí también se me había olvidado,
tranquilo” cuando por dentro estás acordándote de la cantidad de veces que se
ha olvidado y nunca te ha pagado.
O el que se cuela en la cola y se hace el sueco y de
repente te mira y te dice “Ay, no me había dado cuenta que estabas esperando” y le
contestas “Tranquilo, no pasa nada” cuando lo que querrías es insultarle.
O la dependienta sincera que te suelta sin ningún tipo de
miramiento una frase como “ Con su edad no creo que esto le siente bien” y encima
tienes que sonreir y poner cara de “Claro, que lista es usted señorita” cuando lo que te
dan ganas es de pegarle un buen bofetón. Se me ocurren mil ejemplos.
Hay veces que me entran unas ganas irrefrenables de decir lo
que pienso, de no aguantarme, de no ser civilizada. Me encanta lo de “más vale
una vez colorado que ciento amarillo” pero no sirvo para hacerlo. Me puede la educación. Me autocontrolo en exceso. Un dejarse llevar por los impulsos de vez en cuando tampoco está mal. Hasta uno se siente luego bien, como liberado. Lo sé porque debo reconocer
que con la edad uno va aprendiendo y cada vez me callo menos. Algo tenía que tener la famosa "madurez". Tiene sus riesgos y sus ventajas pero recomiendo hacerlo de vez en cuando!!
Feliz semana!!