jueves, 27 de abril de 2017

VIAJE AL PAÍS VASCO FRANCÉS


Hace tiempo que no escribo… Pero aquí estoy de nuevo. Esta vez me apetece compartir el último viaje que hemos hecho al País Vasco Francés. Maravilloso. Completamente recomendable.

Lo primero que debo decir es que hemos tenido la suerte de alojarnos en un sitio precioso, Maison Mendibidia, en un pueblecito llamado Itxasou, en el interior, en plena montaña.


La casa está perfectamente situada para hacer excursiones y el entorno es idílico. Además, está genial decorada y sus dueños, Miguel y Patricia, son adorables. Y lo mejor el desayuno: riquísimos croissants recién hechos, bizcochos caseros, pan delicioso con mantequilla y mermelada, zumo, macedonia de frutas… uhmmmm!!!. Salíamos con las pilas recargadas y dos kilos de más cada día!! pero tan contentos!







Todo en esta zona es precioso la verdad. Los pueblos de la costa tienen un encanto especial.

Biarritz, puro chic francés. Una ciudad  elegante y cosmopolita, por algo fue lugar de veraneo durante muchos años de la aristocracia. 





La "grande plage" y sus surferos, los edificios preciosos y señoriales, el elegante Hotel du Palais (que fue construido por Napoleón III y Eugenia de Montijo que hicieron de Biarritz su residencia veraniega y no me extraña!) el puerto y sus restaurantes como Chez Albert, las crepêries que tanto nos gustan a los cinco… y por supuesto, todas las estupendas tiendas. 

Es una gozada pasear por sus calles y descubrir tiendas tan ideales y especiales como Les Sandales d’Eugenie, con unas alpargatas ideales o  Helena, con la famosa “linge basque” (manteles, toallas, pareos divinos). Por cierto, también están las famosas Galeries Lafayette, que me encantan!



Un día estuvimos también en la playa d'Ilbaritz, al lado de Biarritz, en Bidart. Estupenda. Aprovechamos para tomarnos unos mojitos en La Plancha.



St Jean de Luz. Espectacular también. Un pueblo pesquero precioso, en el que rápidamente dan ganas de comprarse una casa. 



Pasear por su paseo marítimo frente a la playa es todo un lujo, como lo es también recorrer sus dos calles más conocidas, la Rue de la Republique y la Rue Gambetta, mi favorita. En St Jean de Luz comimos en la terraza del Bar Majestic, en plena Plaza de Louis XIV  y en frente de la famosa pastelería Chez Adams, famosa por sus ricos macarrons. Después, un heladito en Txomin, un clásico.


Por cierto, la carretera de la costa de St Jean de Luz a Fuenterrabía, ya en España, es espectacular. Merece la pena recorrerla, en nuestro caso, con parada en la playa de Hendaya.


Bayonne, una ciudad más grande pero muy francesa y llena de encanto. Su Catedral, su Ayuntamiento, sus soportales, la zona de “Les Halles”, la rivera de la Nive con sus casitas, y sus famosas chocolaterías (el chocolate y el jamón es lo más típico de Bayonne)   Y todo animadísimo. Nos encantó.




Biarritz, St Jean de Luz y Bayonne son lugares que no hay que perderse. Pero tampoco hay que dejar de visitar los pueblos del interior. Pueblos como Espellete, con tus típicos pimientos; Ainhoa, con sus casa preciosas; Sare, Cambo les Bains, donde vivió el famoso escritor Edmond Rostand,  autor de Cyrano de Bergerac… merecen sin duda una visita. Nosotros recorrimos unos cuantos y nos encantaron. 




Sin olvidar el famoso St Jean Pied de Port, villa medieval, capital de la Baja Navarra y famosa etapa en el camino de Santiago francés. Espectacular.


Por supuesto, es una zona en la que se come genial. Una cosa que no hay que dejar de probar es el famoso "gateaux basque" una especie de pastel de almendra riquísimo que venden en todas las pastelerías y panaderías.


La verdad es que ha sido un viaje 10 y hemos vuelto encantados!  Además, hemos tenido la suerte de contar con los sabios consejos de mi amiga María G-A, una fan absoluta de la zona ,como ya lo soy yo, y que se lo sabe todo. Gracias María!! 

Feliz semana!










miércoles, 12 de abril de 2017

¡Quiero ser minimalista!

Últimamente está muy de moda Marie Kondo, la famosa japonesa gurú del orden y la organización. Kondo incluso ha creado su propio método, que se basa en deshacerse de todo lo que no sea imprescindible y conservar solo las cosas que realmente te hacen feliz. Como si fuera tan fácil!

Me encantaría  dejarme influir por esa corriente, me encantaría ser minimalista, pero en mi caso creo que es misión casi imposible. Y es que mi principal problema es que me encanta todo, todo me hace feliz, todo “me arrastra”.

Cuando estuve viviendo en China me dio por todo lo chino. Me compré farolillos, cojines de seda, dragones artesanales, juegos de té, palillos...  Mi casa estaba llena de detalles chinos.  Todavía estoy esperando horrorizada que llegue el contenedor que trae nuestras cosas. Cuando llegue a ver dónde lo meto todo.  Me veo haciendo un mercadillo. No sería la primera vez. ..

Cuando voy de viaje me encanta traerme recuerdos. “In situ” todo me parece maravilloso, precioso, y no sólo eso, sino que además lo encuentro utilísimo e imprescindible en mi vida. Un sari indio para hacerme un abrigo (que nunca me hago); un khol marroquí para resaltar el blanco de los ojos (que jamás uso..), una chilaba, que combinada con vaqueros queda ideal ( y nunca estreno); un grabado para enmarcar (que nunca enmarco)..

Otra cosa que me fascinan son las fiestas temáticas. Cualquier ocasión es buena para ambientarse. El día de San Valentín hago cena en rojo y negro y decoro la mesa con corazones. En Pascua organizo búsqueda de huevos y decoro todo con gallinas, pollitos, conejos y cualquier otro animal de granja que se tercie. Si hace falta, hasta me disfrazo yo de conejito, a lo Bridget Jones. Y por supuesto, no hay cena en mi casa que no acabe con todos  disfrazados con pelucas gafas y  bigotes. 

Pero claro. Todo esto implica tener una cantidad de decoración, “cacharrería” y atrezzo ad hoc que si lo descubriese la mismísima Marie Kondo le daba un ataque de nervios. Pero imposible deshacerme de ello. Dejaría de ser yo. Así que lo voy acumulando. 



A menudo pienso lo fácil que sería poner siempre y con indiferencia  del motivo que se celebre un mantelito blanco, una vajilla blanca muy sencilla y muy zen, que va con todo  y un jarroncito de flores de esas etéreas que les gustan tanto  a los minimalistas.  Todo sería más fácil y de paso ocuparía mucho menos espacio.

Por supuesto, también me encanta la ropa, los zapatos, los bolsos, los accesorios,  los “abalorios”... Intento tener lo necesario y deshacerme de lo que ya no uso, pero... cuando lo consigo hacer siempre acabo echando algo  de menos. Resultado: no tiro nada, salvo en muy raras ocasiones que me da un ataque de austeridad y  me deshago de medio armario sin pensármelo dos veces, a lo Kondo, vamos.


Me da mucha envidia cuando voy a casa de alguna de mis amigas, como mi querida amiga Julia, por ejemplo, y no tienen ni un adorno. Nada. Ni un marco, ni una cajita ni un cenicero. ¿Cómo es posible?   Mi casa cada vez se parece más a una almoneda. Claro que de casta le viene al galgo. Mis padres lo coleccionan todo y ya mi abuela Paula, recuerdo que, entre otras cosas, coleccionaba cucharitas de los lugares que visitaba y revistas Hola (hace unos cuantos años tuvimos que deshacernos de al menos 500 revistas, y ojearlas fue dar un buen repaso a la vida social de los últimos 30 años!).

El otro día una amiga me contó que había montado un negocio que precisamente consistía en organizar tu casa. Vienen a tu casa, te lo ordenan todo y te ayudan a deshacerte de lo superfluo.  Si te descuidan se llevan hasta el marido! Quizá me decida a contratarlas no por lo del marido, ojo, sino por el orden y el ejercicio de austeridad entiéndase.  ¡¡Sólo espero que me hagan descuento!!


Feliz semana!!

jueves, 6 de abril de 2017

Reflexiones, sin más.

Me encantó la frase que le dijo el otro día a una amiga mía su madre: “ese coche que te han dado y esa vida que te han quitado”. Lo explico. A mi amiga la acaban de promocionar en su trabajo y entre los beneficios de su nuevo puesto va incluido un coche de empresa. Un coche enorme de esos que todo el mundo lleva ahora, sepa o no conducirlos.  Ahora mi amiga tiene un puestazo, un cochazo y un sueldazo, pero a cambio ha renunciado a su vida. A eso se refería su madre. ¿Le compensa? Sólo ella lo sabe.

A menudo nos animan a salir de la famosa zona de confort. Hay que romper barreras, superar miedos, plantearse retos ambiciosos. Perfecto. Pero, cuando vas y lo haces, no siempre sale bien.  A veces te das cuenta que por algo lo otro se llamaba zona de confort, porque era confortable. Ya sé que sin retos y metas la vida no avanza, no evolucionas, te estancas,  lo sé, soy completamente consciente pero, el tema me da que pensar.  Toda la vida queriendo “ascender” y cuando asciendes te das cuenta lo a gusto que estabas abajo. Paradójico. 


Hay otro otro tema que también me llama la atención.  Cuando eres pequeño, al menos en mi caso, colegio católico, te inculcan la necesidad de ser humilde. No vanagloriarte de tus logros, no creerte más que otros, no presumir…  Algunos, con esfuerzo hasta lo logran (sólo algunos, que hay mucho falso humilde por la vida). Pero... ¿qué pasa?, que resulta que luego alcanzas la madurez y lo que toca es subir al máximo la autoestima, creerse capaz de todo y entonces, llegan los libros de autoayuda, de superación personal, las sesiones de coaching, las terapias, las clases de yoga. No entiendo nada. De nuevo, insisto, no es exactamente que la autoestima esté reñida con la humildad de espíritu, ya lo sé, pero el tema no deja de ser curioso, al menos para mí.

Como lo de pasarte la primera parte de tu vida queriendo aparentar más años y cuando por fin lo logras te das cuenta que lo que quieres es aparentar menos.

Cuando tienes 14 años, quieres aparentar 16, cuando tienes 17 quieres aparentar 20, pero… ay, cuando ya tienes 40 lo que quieres es aparentar 35 y cuidado el que te diga que aparentas 42, le fulminas.

O la que se pasa la vida a régimen y cuando por fin logra quedarse delgada se da cuenta que con cierta edad más valen unos kilitos de más que unas carnes arrugadas y flácidas. Qué difícil es el famoso equilibrio. No hay quien lo alcance.

Seguro que a los famosos también les pasa. Toda la vida queriendo alcanzar la fama, el éxito, que te reconozcan por la calle, que te pidan autógrafos y cuando lo consigues te das cuenta el horror que es vivir rodeado de paparazzis y deseas con todas sus fuerzas volver al feliz anonimato perdido.

En fin, así es la vida. Siempre deseamos lo que no tenemos  pero a veces cuando lo alcanzamos nos damos cuenta que habíamos menospreciado lo que teníamos.  

Así que, y entre tanto, a disfrutar la vida sin darle demasiadas vueltas al coco. Como decía mi amigo José María: la vida es lo que pasa mientras uno hace planes.

Feliz semana!!