viernes, 27 de octubre de 2017

La vida y las listas

Soy una “chica lista”. Con esto no quiero decir que sea inteligente, aguda, hábil o rápida de entendimiento. Sería pretencioso decirlo yo de mí misma.  Simplemente me refiero a que me encanta hacer listas.  Tengo listas de todo tipo.

No sé si todo el mundo tendrá tantas listas en su vida como tengo yo. Algunas de mis listas está claro que son muy comunes. Me refiero, por ejemplo, a la lista de la compra. En un mundo digital como el que vivimos reconozco que estoy de lo más anticuada en lo que a la compra se refiere. Me encanta hacerla por teléfono y aunque tengo más de una lista grabada en mi ordenador, la mayoría de las veces parto de nuevas y rehago la lista en mi cuadernito. Porque, por supuesto, mis listas las escribo a mano en un cuaderno que llevo siempre en el bolso. Nada de agenda electrónica ni nada que se le parezca. Recuerdo el día que coincidí en Mercadona con el marido de una amiga y me dejó impactada la maravillosa lista de la compra que llevaba en su móvil con los productos ordenados por secciones. Impresionante.  ¿Será cosa de hombres? me pregunté. Mi lista es mucho más desordenada y la suelo hacer tan rápido que ni yo misma la entiendo.



Otra de mis listas más clásicas es la de los viajes. Cada vez que me voy de viaje escribo la lista de lo que necesito llevarme. Pero no sólo es eso, una vez que lo tengo todo en la maleta hago una segunda lista adicional con las cosas de último momento, tipo cepillo de dientes, liquido de las lentillas o secador.

Por supuesto, en el trabajo cada día hago una lista de mis tareas cotidianas ( mis “ To do’s” lo llamo). Y  además, marco la prioridad de cada tarea con asteriscos.  Me consta que hay quien utiliza colores para marcar prioridades, en mi caso la prioridad la dan los asteriscos, es como los hoteles y las estrellas, cuanto más asteriscos tiene una tarea más importante es. Y me enerva ver, como a veces ocurre muy a mi pesar, que una tarea con muchos asteriscos vaya arrastrándose de lista a lista cada  día.  A sensu contrario, qué inmenso placer ir tachando tareas, qué felicidad!!

Hay épocas muy propicias para las listas y entonces me vuelvo loca. Por ejemplo, en Navidad siempre hay mil listas (los regalos que comprar, los regalos comprados, los regalos que devolver, los vales que gestionar, las cenas que celebrar..). Me estresa tanta lista. Lo mismo pasa antes de que empiece el verano por no hablar del terrible mes de septiembre, en el que, como madre que soy, las listas se me acumulan y acabo medio loca.

Repasar mis listas es como repasar mi vida. Me encanta hacerlo de vez en cuando. Y por cierto, me hace mucha gracia comprobar que alguna de las tareas, que más bien en este caso son buenos propósitos nunca llegan a materializarse, tipo: apuntarme al gimnasio, ponerme a dieta o leer el periódico en inglés.  

A veces hasta tengo la impresión de que algunos días se convierten en un mero cumplir la lista. Y eso tiene su peligro porque la vida puede hacerse  aburrida. También le ocurre a muchas parejas que han olvidado lo que en su día fueron para convertirse en meros gestores de una lista de quehaceres cotidianos comunes.  Esto también tiene mucho peligro. Casi más que lo anterior. Porque ya solo hablan para referirse a la lista.

En fin, no quiero que mi vida sea una pura lista. Quiero que haya hueco para la improvisación, para lo que no está listado pero me apetece hacer por qué si, de repente y sin venir a cuento, sin haberlo planeado. No quiero dejarme constreñir por mis listas. Y si algún día no cumplo mi lista no pasa nada. Porque soy libre. Y pocas cosas realmente tienen grandes consecuencias. Una vez que lo asumes eres capaz de saltarte la lista. Eres libre.

Feliz semana!

lunes, 23 de octubre de 2017

Los números nos invaden

Hay quien dice que los humanos somos puros algoritmos. No soy de matemáticas, así que eso de los algoritmos me suena fatal y muy complicado. No sé si seremos algoritmos ( así, a bote pronto, me inclino más a pensar que no, la verdad) pero lo cierto es que nuestro día cada vez está más inundado de cifras y números.

Recién llegada de Nueva York, donde todo son números, la 5ª con la 52, la 81 con la 2ª, la 1ª con la 44….  el famoso 155 me está volviendo loca.  Que si 155 para arriba, que si 155 para abajo, que si se aplica, que si no se aplica. La gente habla del artículo en cuestión con toda la ligereza del mundo y debate sin cesar en torno al 155 cuando no ha leído la constitución en su vida.  De hecho, ahora todo quisqui parece saber lo que dice el artículo 155 de nuestra Constitución pero poca gente sabe lo que dice el artículo 1. 

Los números nos invaden. Recuerdo que cuando empecé a salir con el que hoy es mi marido, me impresionada verle resolver ecuaciones de esas gigantescas que parecen no tener ni fin ni solución. Cuando lo cuento la gente no se lo cree y piensan que llamo ecuación a otra cosa, pero no, eran ecuaciones, tal cual.

Hay números intrínsecamente ligados a nuestra identidad como el número del DNI o el del pasaporte, el numero de teléfono, el número de pie, lo que medimos o lo que pesamos (este último número, para bien o para mal, suele variar).

Hay números asociados a fechas, que nunca se olvidan, como la tu cumpleaños o la del cumpleaños de tus seres más queridos. Y a medida que va pasando la vida, a esta lista de fechas se van uniendo otras fechas también inolvidables, ya sea por buenas, como la de tu boda, o malas, como las fechas marcadas por muertes cercanas.

Mundo aparte es el mundo de las contraseñas. No hay manera de recordarlas todas. Yo siempre trato de poner la misma pero al final es imposible así que siempre hay sitios en los que no consigo entrar por culpa de la maldita contraseña. Un horror.

Hasta la infancia que todos recordamos suele estar cargada de números. Hoy no soy capaz de memorizar ningún número de teléfono, sin embargo, recuerdo sin problema los número de teléfono de las dos casas en las que viví de pequeña o el teléfono de mis mejores amigas. Recuerdo también el número de los autobuses que solía coger más a menudo, el 61, el 16, el 147 y por supuesto, recuerdo la 1 y la 2, los 2 rombos y los 3 globos (1 globo, 2 globos, 3 gloooobos…).


Es curioso el juego que dan las combinaciones de números y letras. Desde elementos químicos de la tabla periódica, H2O, CO2; hasta robots, RD2-D2; pasando por grupos musicales, UB40, U2; grupos de influencia y poder: G20, G30; modelos de coches, A6,  Q5; de hornos, de lavadoras…….. No hay más que fijarse un poco en lo que nos rodea para darse cuenta.

Incluso algunas de las fechas más señaladas de los últimos tiempos se han convertido en meras combinaciones.  Hablamos ya siempre del 11S para referirnos al triste atentado de las torres gemelas; del 11M para hablar del atentado de Madrid, o del 23F, que es la forma más habitual de referirse al golpe de Estado de Tejero.

Por no hablar del mundo de las leyes y normas. Los abogados hablan de la 49/2002 o de la 15/2015 como si todo hijo de vecino las conociera.

Los números nos invaden, está claro. Y ahora, para más inri, parece que el que no sepa programar está perdido. Miedo me da. 

Reivindico un lugar para los de letras, para las fechas en toda su inmensidad. No quiero que el 12 de octubre de 1492 termine convertido en 12O42, aunque………. a la vista del nombre de la proposición de ley que leí ayer (Proposición de Ley contra la discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género y características sexuales, y de igualdad social de lesbianas, gais, bisexuales, transexuales, transgénero e intersexuales”)…. abreviemos por favor!!!!!!!!!!


¡Feliz semana!

martes, 17 de octubre de 2017

NEW YORK, NEW YORK!!

Me encanta Nueva York.  Sentirme pequeña y a la vez grande. Mirar a mi alrededor y tener que estirar el cuello.

Me gusta la sensación de que en cualquier momento puedes encontrarte con un actor aunque no me encuentre con ninguno. Confiar en que al doblar la siguiente esquina me estará esperando Woody Allen, Leonardo di Caprio o el mismísimo Harrison Ford.

Me gusta sentirme "new yorker" simplemente por el hecho de llevar en la mano un vaso de café o por llevar los tacones en mi bolso mientras recorro las calles con mis zapatos planos.


Me encanta tomarme un perrito caliente en uno de los miles de puestos callejeros de Manhattan. Con kétchup, mostaza y cebolla caramelizada.


Me hace ilusión sentirme Carrie Bradsaw paseando por delante de su portal en el 66 de la Calle Perry, en pleno corazón del Village. Y de paso, me encanta imaginarme por un momento que su vestidor es mío.


Me encanta parar un taxi amarillo en medio del tráfico. Bastante menos me gustan sin embargo los atascos y las propinas obligatorias.




Me encantan las limusinas aparcadas en cualquier esquina. Me intriga saber cómo se aparcan.



Me maravilla la capacidad que tiene la ciudad de albergar tantas culturas, razas, religiones, looks, estilos, formas de pensar y de vivir.

Me gustan las ardillas civilizadas de Washington Square, que parece que van a hablar en cualquier momemto.



Me asombra descubrir que la globalización haya hecho que casi todo lo que compras hoy en NY también lo hay en Madrid. Y hasta más barato, que es peor.

Me encanta que el Empire State se convierta en mi brújula, a pesar de que echo de menos a King Kong.

Me gusta mirar el agua de las piscinas del World Trade Center y dedicarles unos minutos de pensamiento a las víctimas del 11S.



Me encanta ver pasear a la gente en el distrito financiero y que te venga a la mente Melanie Griffith en Armas de Mujer; entrar en el Hotel Plaza y acordarte del niño de Solo en Casa; pasar por delante de la NY Public Library y recordar Cazafantasmas; entrar en Tiffany y sentirte como Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes.



Me fascinan los puentes de NY, el de Brooklyn, el de Manhattan, el Queensboro… Todos y cada uno de ellos forman parte de mi retina desde antes incluso de conocer New York.



Me maravilla desayunar en la cama del hotel mientras escucho New York, New York de Frank Sinatra.

Me encanta que Michael Jackson se reencarne en un artista del metro y nos haga pasar a todos un buen rato.

Me emociona recorrer el impresionante Metropolitan Museum, descubrir las salas de pintura española y sentirte orgullosa de tu país y de sus artistas. 



Me maravilla pasear por la 5ª avenida y descubrir que el escaparate del que más cosas te comprarías es el de Zara.

Me fascina el bullicio de las calles del Soho. Y sentirme en China en Chinatown.

Me encanta imaginarme corriendo por Central Park, lo malo es que no corro.



Podría seguir y no parar. ... 

Ya lo decía Frank Sinatra: I wanna wake up in a city, that doesn't sleep, and find your king of the hill, top of the heap….  New York, New York!!!!!!!!!! pues eso!!!!!!!!! Entre tanto...... hasta la próxima New York!!!!!!!!

Feliz semana!



viernes, 6 de octubre de 2017

¡VIVA ESPAÑA!

Welcome to Catatonia. Así estamos todas y todas, jóvenes y jóvenas, después de la intervención del 5º Beatle, y todavía hombre libre, que ejerce de Presidente de Catatonia. Y es que, como vive en un país paralelo de realidad virtual, habrá que llamarlo de alguna forma, y por qué no Catatonia, que es como me he quedado yo, catatónica, con todo lo que está pasando. Menos mal que nuestro Rey nos ha recordado que este es un gran país, una gran patria en la que todos cabemos y de la que tenemos sobrados motivos para sentirnos orgullosos.  También ha llamado a todos los poderes del Estado para restablecer el orden constitucional, lo que no es ninguna tontería, dicho está de paso. Así que, eso, que se pongan a ello, y cuanto más rápido mejor.


Escribo esto cuando los dos grandes bancos catalanes y muchas empresas están ejerciendo “su derecho a decidir” y parece que están decidiendo, como muchos de sus clientes, votar con los pies para alejarse todo lo posible de Catatonia. Espero y confío que muchas otras grandes marcas hagan lo mismo.

La Catatonia del falso Beatle cada vez se parece  más al bloque de hielo que se deshace por el cambio climático. Primero los osos polares y los pingüinos saltan al agua y poco a poco lo que fue un gran bloque acaba sirviendo solo para hacer cubitos de hielo. Aún estamos a tiempo de detenerlo.

También en España y Cataluña está cambiando el clima y muchos catalanes y españoles parecen despertar de una larga siesta durante la cual los niñatos nacionalistas jugaban a cargarse nuestro país. 

Seremos muchos este fin de semana en Barcelona y en otros muchos puntos y plazas de España para mandar a donde se merecen a todos estos irresponsables y manifestar nuestra voluntad de permanecer unidos y orgullosos de este gran país.  ¡¡ Viva España!!

miércoles, 4 de octubre de 2017

Errores desmemorizados

El mundo sería otro si los errores tuvieran memoria. Pero la vida está llena de errores desmemorizados.

Yo tengo una caja llena de errores. No quiero llenarla más. Es más, nunca quise coleccionarlos. De algunos de ellos conozco su origen, sé de dónde vienen, los reconozco como propios, pero, en la mayoría de los casos, no sé ni cómo llegaron ahí. ¿Seguros que son míos? me pregunto a menudo. ¿No serán de otros que me los quieren endosar a mí?  Parece ser que es bastante frecuente esto de ver como ajenos los errores propios.

A menudo doy vueltas a mi caja de errores, aunque quiero dejar de hacerlo porque me mareo. Cada vez que lo hago, la intento cerrar un poco más, para que los errores no se escapen. Porque sé que si se escapan se harán más grandes y cada uno de ellos volverá  a hacer lo que más le gusta, sin acordarse de lo que ya hizo, porque, insisto, los errores no tienen memoria, y peor aún,  son reincidentes. Cuando se escapan, hacen de las suyas, sin acordarse de las consecuencias. Son tremendos los errores.


En mi caja hay errores de todos los tamaños. Los pequeñitos me gustan, algunos son hasta graciosos, mientras no se escapen varias veces, claro, porque si lo hacen dejan de tener gracia.  Otros son más grandes. Esos los vigilo con atención. Los tengo atados y con la boca bien cerrada para que no puedan actuar de nuevo.  De momento, no se han escapado, pero nadie me asegura que no lo hagan algún día. Estoy perdida si lo hacen. 

Mi caja es mediana. Pero me han contado que las cajas de algunos son enormes, casi no caben en ningún sitio. En esos casos, existe el riesgo de que la caja se rompa y los errores salgan disparados en todas las direcciones, como fuegos artificiales.  Hay que impedir que este tipo de cosas pasen, porque los fuegos artificiales de errores son realmente peligrosos. Cuando un error grande se escapa de una caja, las consecuencias son terribles y afectan a muchas personas. En algunos casos, dependiendo de lo importante e influyente que sea el dueño de la caja, hasta pueden afectar al destino de la humanidad.

Algunas personas parece que no tienen cajas pero es porque las tienen escondidas. No quieren que nadie sepa que han cometido errores. Es absurdo tratar de esconderlos. Hasta los niños tienen sus cajitas, normalmente muy pequeñas. En estos casos, depende mucho de sus padres lo rápido o lento que puedan crecer esas cajas. Hay familias que necesitan grandes almacenes para tanta caja que tienen.

Estaría bien que alguien inventase un látigo con el que tener a raya los errores propios. Ya de paso, y puestos a investigar, sería fantástico tener un escudo anti-errores que ayudase a evitar o al menos mitigar los efectos de los errores ajenos que, en su huida de la caja, nos llevan por delante.  Entre tanto, que cada uno intente controlar como pueda su caja!!

Feliz semana!


lunes, 2 de octubre de 2017

ACCIDENTES GEOMÉTRICOS

Hace poco asistí a una charla interesante y uno de los ponentes decía que en la vida hay tres figuras geométricas que hay que evitar: los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas.

La frase me ha dado que pensar.  El tema de los triángulos amorosos siempre me ha llamado la atención. Si ya es difícil de por sí la relación de pareja, no me quiero ni imaginar lo que debe ser cuando hay tres implicados. Dejando al lado razones puramente morales, creo que mi cabeza ya no está capacitada para un triángulo amoroso. Sólo pensarlo me provoca estrés.  Y si te equivocas de nombre? Y si en sueños dices el nombre de uno cuando estás con el otro?  Qué lío y qué cansancio: comes con uno y cenas con otro, vas a París con uno y a Londres con otro, ya nos sabes qué ropa te has puesto con uno y qué ropa te has puesto con otro, cuál de los dos tiene intolerancia al kiwi y cuál a la lactosa…  Qué ansiedad!

Lo de caer en un círculo vicioso sin embargo me parece mucho más fácil. En este caso lo difícil es salir de ellos. Los círculos viciosos son como arenas movedizas, te atrapan y te engullen. Los quieres romper, destruir, pero no ves la forma de hacerlo.  En mi caso, el círculo vicioso en el que caigo con más asiduidad tiene que ver con el deporte. Me da pereza hacer deporte, como no lo hago estoy agotada, como estoy agotada no encuentro fuerza para hacer deporte y así sucesivamente. Claro que, a sensu contrario, también hay círculos virtuosos, es el caso de las que se enganchan al deporte, por ejemplo. Cuanto más haces más quieres. No me ha pasado nunca. Debo reconocerlo.

Y de mentes cuadradas está el mundo lleno. Mentes rígidas en las que solo cabe lo blanco o lo negro,  sin posibilidad de grises; mentes calculadoras en las que no tiene cabida lo inesperado, lo espontáneo. Mentes que lo analizan todo desde una sola óptica sin entender que hay mil prismas. 

Pero lo peor no son las mentes cuadradas sino las mentes al cubo. Las que rizan el rizo.Me refiero a esas personas que se tienen ellas mismas por modernas, liberales y dialogantes, y que sin embargo resultan ser las más intolerantes, rancias y obtusas, llenas de prejuicios, ancladas a estereotipos arcaicos,  y absolutamente dominadas por su cerrazón. ¿quién  no conoce a alguna? Yo a varias, no hay más que mirar el panorama nacional para reconocer a unas cuantas...

En fin, es sólo una reflexión y me ha apetecido compartirla.

Feliz semana!