Tras un fin de semana cargado de emociones y con la sensibilidad a flor de piel, me ha dado por preguntarme si todos los corazones serán capaces de resistir un tsunami. Un tsunami de los gordos. No hablo de una ola grande, de las que te dan un revolcón. De esas es relativamente fácil levantarse. Al hacerlo puedes volver a caerte, una y dos veces, pero al final logras recuperar el equilibrio, la normalidad y hasta la calma.
Me refiero a un auténtico tsunami, de los que arrasan tu vida, y se llevan todo por delante, sin piedad. Un tsunami devastador, de los que arrancan de raíz todo lo que encuentran a su paso.
Algunos tsunamis se intuyen, van avisando. Te llegan alertas e intentas prepararte. Hasta llegas a pensar que de verdad estás preparado y que serás capaz de afrontarlo. Pero cuando llegan, su intensidad y magnitud nunca se corresponden con lo previsto, así que terminan causando muchos más estragos de los calculados. Y terminan derribando hasta el más sólido refugio.
Otros tsunamis no avisan. Llegan cuando menos te lo esperas. Y lo destruyen todo de golpe. Son terribles. Te pillan completamente desprevenido, indefenso y sus daños son catastróficos. Y lo peor es que también se llevan consigo las ganas de reconstruir lo destrozado, la esperanza en un futuro más allá de un presente devastado.
Este fin de semana algunos corazones me han revelado sus particulares tsunamis. Y me han conmovido. Me ha impactado su capacidad de superación, su valentía, su fuerza. Me he sentido pequeña ante corazones tan grandes. Corazones que un día se rompieron en pedazos y hoy vuelven a latir. Corazones que se pararon de golpe y consiguen recuperar su pálpito.
He descubierto corazones con tsunamis muy distintos, a cual más devastador, pero me ha sorprendido descubrir también en todos ellos dos elementos comunes: unas invisibles válvulas y un GRAN CARDIOLOGO.
Suena raro pero es asi. Por un lado, unas Válvulas bombeando sin parar, con fuerza, sin dejarse llevar por el desánimo de un corazón que ya no quiere vivir. Válvulas de actividad incesante, pequeñas pero a la vez grandes en sus efectos. Válvulas que a veces parece que no estan, que a veces hasta estorban y molestan, pero que ahí siguen, imbatibles al desaliento. Y sobre todo, un gran CARDIOLOGO. Un gran cardiólogo en el que, para un corazón roto que se considera irreparable, es muy difícil confiar. Un gran cardiólogo al que a veces cuesta reconocer y descubrir, del que no se sabe con certeza la dirección exacta, pero que siempre está ahí, con su puerta abierta de par en par, con sus manos sanadoras siempre listas, capaz de curar hasta el corazón más roto.
Increíble pero cierto. Sólo necesitamos seguir sus recetas, aunque no siempre se entienda su letra.
Feliz semana!
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...
martes, 24 de abril de 2018
miércoles, 11 de abril de 2018
Son rumores, son rumores....
Llevo días dando
vueltas al tema de la reputación. Qué difícil es construirla y qué fácil destruirla.
Me llama la
atención, por ejemplo, lo que está pasando con las ONG. La gran mayoría son
estupendas, serias, comprometidas y cada vez más profesionales. Pero de repente
surge un problema en una de ellas y la reputación de muchas se viene abajo. Que
si no hay que fiarse, que si el dinero se pierde en el camino, que si no llega
a sus destinatarios, que si todos iguales….
A los bancos les
ha pasado lo mismo estos últimos años. Algunos lo hicieron fatal, está claro, pero
de ahí a machacarlos a todos for ever and
ever… no me parece justo! O a los políticos, muchos con enorme vocación de servicio público, pero con mala reputación por culpa de unos pocos...
Pero lo que más
me da que pensar es la reputación individual, eso que ahora se llama la “marca
personal”. Todos a lo largo de nuestra vida, con nuestros actos (y omisiones), vamos
construyendo la imagen que proyectamos
al mundo.
Algunos lo hacen de manera inconsciente. Son los que actúan sin más, con
espontaneidad, sin preocuparse de lo que los demás piensen de ellos.
Otros, sin
embargo, construyen su propia marca personal con tesón y constancia. No dan puntada sin hilo, actúan siempre en función de su imagen, trabajan día a día para construirse una determinada reputación. Personalmente,
este tipo de comportamientos me resultan un tanto estresantes. Ni te cuento en
los casos en que esa imagen se construye sobre fundamentos poco sólidos. Porque
vivir con el riesgo de que la gente te desenmascare y descubra que eres pura
fachada debe resultar agotador.
También hay quien se forja una reputación, una
fama y haga lo que haga no le afecta. Son los que tienen una marca personal
a prueba de balazos. Son los menos, pero los hay. Conozco varios.
Pero en cualquier
caso lo que me asusta es lo fácil que desde fuera se puede derribar una imagen.
Y más en el momento que vivimos, donde todo se difunde a la velocidad del rayo,
sea cierto o sea falso. Es tan fácil extender un bulo..
Basta un mínimo
de “alevosía” inicial. Alguien se inventa algo y lo empieza a contar, eso sí, añadiendo
el sello de “top secret”. A partir de ahí, que tiemble el protagonista
del bulo. No hay nada que hacer. El mensaje
se extiende como la pólvora. No se necesita ningún tipo de contraste, ninguna verificación
sobre el origen. Es más, el origen, a medida que se extiende el bulo, cada vez
parece más fidedigno: “ lo sé de buena tinta”, “me lo ha dicho una amiga de su hermano”, “ lo sabe todo Madrid”, te dicen.
Y si la cosa tiene cierto
morbo, ya ni te cuento. La difusión se
multiplica. Y de repente, así, como
quien no quiere la cosa, te has cargado la reputación de alguien, y de paso, y
en muchas ocasiones, puedes llevarte por delante matrimonios, familias, cargos…
De un plumazo todo se viene abajo. Da terror pensarlo.
Me encanta el
símil del que rompe una almohada, se sube al tejado, deja volar las plumas y
luego pretende recogerlas. Es imposible. Pues lo mismo pasa con la reputación. Una
vez destruida no hay quien la recomponga.
Así que.. échate la fama y acuéstate
a dormir dice el refrán, aunque yo por si acaso dejaría un ojo bien abierto. Aunque... como diría Rafaella Carrá: " son rumores, son rumores..."!!
Feliz semana!
jueves, 5 de abril de 2018
Cuando la procesión va por dentro
Una amiga, inteligente y aguda como ella sola, esta Semana Santa me preguntaba si acaso sabía yo cuando salía la procesión que va por dentro.
La pregunta, que de primeras me hizo reir, tiene en el fondo mucha miga. Porque... que tire la primera piedra quien no lleva dentro alguna procesión "personal e intransferible" como los billetes de avión.
De esas procesiones que no se ven desde el balcón porque pocas veces o casi nunca salen a relucir. Procesiones secretas, clandestinas, que muchas veces prácticamente ni se intuyen, pero que no por ello dejan de existir.
Hay otras procesiones que uno siente como inconfensables aunque en realidad no lo son tanto. Seguramente si saliesen a pasear pesarían mucho menos, pero da miedo sólo pensar en airearlas.
Hay procesiones que uno se crea a si mismo sin darse cuenta, pero que cuando las compara con las que intuye en otros pierden rápido su consistencia.
Hay procesiones enormes, gigantescas, que corcomen por dentro. Duelen. Las que las padecen solo se salvan si alguien cercano sabe reconocerlas a pesar de que no den tan fácil la cara.
Hay procesiones que quieren salir pero no saben como hacerlo.
Hay procesiones que con el tiempo se acomodaron, que mecidas por la inercia, terminan por formar parte de uno mismo.
Hay procesiones a las que uno toma cariño porque dan un motivo en el que pensar.
Hay procesiones que quieren salir pero no saben como hacerlo.
Hay procesiones que con el tiempo se acomodaron, que mecidas por la inercia, terminan por formar parte de uno mismo.
Hay procesiones a las que uno toma cariño porque dan un motivo en el que pensar.
Estaría bien que existiese un detector de procesiones internas. Estoy segura que algunas encontrarían rápido estupendos costaleros que las hicieran mas llevaderas.
Feliz semana!!
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