Hay un tema aparentemente banal que siempre me intriga: quién se come las sobras en cada casa. Cuando yo era pequeña era mi madre la que se las comía. Otras veces las convertía en algo que nada tenía que ver con la naturaleza originaria de la sobra. Mi madre siempre ha sido una especialista en disfrazar las sobras.Una vez convirtió unas sobras de pollo en sardina escabechada. Ignoro cómo lo hizo. Las sobras tienen personalidad propia. Hay sobras emocionantes, que descubres de manera inesperada y te alegran el dia. Otras son infinitas, nunca se acaban y les coges manía. A algunas les crece pelo y terminan mustias en la basura. Hay sobras atractivas, por las que la gente se pelea, y sobras cotidianas, que nadie quiere. También hay sobras que desaparecen por arte de magia y nadie reconoce haberse comido. Los más ahorradores siempre se comen las sobras. Los más vagos también. Los más creativos las transforman en cualquier cosa. La gestión de las sobras requiere un asombroso desp...
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...