Hay un tema aparentemente banal que siempre me intriga: quién se come las sobras en cada casa.
Cuando yo era pequeña era mi madre la que se las comía. Otras veces las convertía en algo que nada tenía que ver con la naturaleza originaria de la sobra. Mi madre siempre ha sido una especialista en disfrazar las sobras.Una vez convirtió unas sobras de pollo en sardina escabechada. Ignoro cómo lo hizo.
Las sobras tienen personalidad propia. Hay sobras emocionantes, que descubres de manera inesperada y te alegran el dia. Otras son infinitas, nunca se acaban y les coges manía. A algunas les crece pelo y terminan mustias en la basura. Hay sobras atractivas, por las que la gente se pelea, y sobras cotidianas, que nadie quiere. También hay sobras que desaparecen por arte de magia y nadie reconoce haberse comido.
Los más ahorradores siempre se comen las sobras. Los más vagos también. Los más creativos las transforman en cualquier cosa.
La gestión de las sobras requiere un asombroso despliegue de tuppers. A veces no hay tuppers para tanta sobra y otras veces no hay sobras para tanto tupper.
En mi casa siempre hay un día dedicado a las sobras. Ese dia intentamos liquidarlo todo. Las sobras de sobras no hay quien las quiera.
Supongo que no tiene sentido luchar contra el cambio climático o contra la pobreza en el mundo y no comerse las sobras. Los grandes cambios siempre empiezan por los pequeños gestos. La alternativa es atacar la cuestion en su raíz, es decir, como dice el refran " la del pobre: reventar, antes que sobre".
A menudo me pregunto cómo gestionamos las sobras de la vida, bienes intangibles de enorme valor. Me refiero a sobras como las de tiempo.
Estamos tan poco acostumbrados a que nos sobre tiempo que cuando nos pasa no siempre sabemos qué hacer con él. A veces son sobras muy pequeñas como cuando te anulan una cita y te sobra una hora. Otras veces son sobras enormes, como sucede cuando tu ritmo de vida cambia de repente y ya no sabes qué hacer con tu tiempo. Si el tiempo se pudiese comercializar en tuppers, algunos se harían de oro. Otros en cambio se arruinarían de tanto comprar tiempo y nunca tendrían suficiente.
Creo que conviene analizar de vez en cuando la gestión de sobras de nuestra vida. Estoy segura de que nos sorprendería comprobar todo lo que desperdiciamos...
Feliz semana!