Ayer hablaba con
una amiga que está a punto de separarse. Era un matrimonio aparentemente feliz
pero la convivencia fue deteriorándose poco a poco y han decidido seguir cada uno por su lado.
Me dio mucha pena porque apreciaba de verdad a los dos.
Mientras hablaba
con mi amiga pensaba en un barquito de papel. Lo construyes con toda tu
ilusión, con paciencia, buscando siempre el equilibrio perfecto. Doblas y
desdoblas varias veces el papel para que todo cuadre. Prestas atención a los
detalles, a las esquinas, a las aristas. Te esmeras al máximo. Quieres que el
barco quede perfecto, que no se hunda. Luego lo lanzas al agua con la confianza
en que no se hundirá, convencida que tu barquito navegará y llegará donde
quiera llegar. No importa que otros se hundan. El tuyo sobrevivirá. Pero de
repente el barco empieza a mojarse. Por un lado, por otro... Al principio no le
das importancia, después de todo es un barco de papel, es normal que se moje. Pero
poco a poco el barco se va empapando más. Y empiezas a perder la esperanza de
recuperarlo, lo ves desde la orilla sin saber cómo salvarlo. Hasta que el barco
se hunde y tú sigues en la orilla triste, desconsolado. Para los demás era
un barco más para ti era el tuyo y no querías que se hundiese.
En esta vida loca
y acelerada a veces se nos olvida lo más importante. Los "cimientos" con los que
construyes tu barco. Para construir un barco que quiera navegar necesitas un armazón resistente, no valen cimientos falsos, poco consistentes, endebles,
comprados en los chinos. Porque cuando el agua transcurre calma todo va bien,
pero a veces hay tempestad, olas, tormentas, marejada, hasta trasatlánticos enormes, aparentemente
inofensivos pero que terminan arrasando a tu pobre barquito desprotegido.
Si tu barco está
bien construido quizá se hunda, no digo yo que no, pero está claro que tendrá
más probabilidades de resistir y continuar su viaje. Y en caso de que así sea,
tampoco vale relajarse. Uno no puede sentarse en la orilla a mirar sin más.
Porque, como digo, aun con sólidos cimientos el barco puede hundirse. A lo
largo de la travesía necesitas hacer apuntalamientos constantes, reforzar tu
barco para que siga navegando contra viento y marea.
En fin, que
esto de los barquitos no es fácil y quien piense lo contrario que tire la
primera piedra. No hay más que ver la cantidad de ellos que navegan a la deriva
y los muchos que se hunden sin solución. Nos guste o no nos guste, toca apuntalar a
menudo, y entre tanto… como diría el dicho popular, que cada mastil aguante su
vela!
Feliz semana!