lunes, 1 de mayo de 2023

Viaje a Senegal

Recién llegada de Senegal. 

Es muy difícil resumir en palabras tantas emociones. Vuelvo a Madrid llena de recuerdos, con el corazón cargado de sentimientos y con miles de "momentos retina", imágenes que quedarán grababas para siempre.

En wolof, la lengua más hablada de Senegal, teranga significa hospitalidad. Teranga es una de las palabras que mejor definen este viaje. Senegal y su gente nos han hecho sentirnos "en casa".  

Los senegaleses son gente amable, hospitalaria, que acogen al extranjero como a un amigo, que te reciben con cariño y  que se esfuerzan para que te sientas a gusto. Y así es como nos hemos sentido. Tafa, nuestro acompañante  senegalés durante todo el viaje, ha tenido mucho que ver en ello. Gracias a él hemos conocido mejor Senegal, su cultura y sus costumbres.  "Aquí matamos el tiempo, a diferencia de vosotros que el tiempo os mata” nos dijo un día. Y cuanta razón tiene.

Viajar siempre es descubrir y en este viaje hemos descubierto muchas cosas, pero sobre todo, hemos descubierto a las mujeres senegalesas. Mujeres llenas de fuerza, emprendedoras y valientes.  Mujeres que luchan por sus comunidades.  Mujeres guapas, de porte elegante, serenas y pacientes. 

Hemos conocido cooperativas de mujeres que recogen la sal a pleno sol para luego venderla, a mujeres artesanas, otras que trabajan el índigo, o que transforman frutas en mermeladas y zumos con rudimentarios recursos.  
















Hemos visitado escuelas de cocina, de costura y de hostelería donde forman a chicas sin recursos para que puedan acceder a un empleo. Nos han contado cómo trabajan y nos han dejado trabajar con ellas. También hemos charlado con emprendedoras que con su ejemplo pueden servir de inspiración a muchas otras mujeres. De todas ellas nos llevamos recuerdos y mucho aprendizaje.

 También hemos conocido a la hermana Regina, un ángel en medio de Sam Sam, en Pikine, uno de los barrios más pobres de Dakar, volcada desde hace más de 30 años en ayudar a los más desfavorecidos.

Y no se puede hablar de África sin hablar de sus niños. Senegal es un un país donde el 54% de la población es menor de 20 años. No es raro ver niños por todos lados. Niños que siempre sonríen, que te dan mano, que te abrazan, que te miran con ojos profundos e intensos. Los niños de Senegal nos han cautivado. Son niños que tienen muy poco pero que irradian felicidad. Hemos bailado y cantado con ellos. Nos han emocionado. Guardamos todas sus miradas en el corazón.







Volvemos cautivados por la naturaleza del país. Su tierra roja, sus baobabs, su cielo estrellado, sus manglares,  el mecer de sus aguas, el cantar de los pájaros cada mañana.












Enormes vacas atraviesan los caminos. Cabras, burros y gallinas por todos lados. También salamandras enormes y algún que otro camaleón. Los amaneceres y atardeceres en el Delta del Sine Saloum son únicos.  Nunca había visto tan grande y naranja el sol. Un auténtico espectáculo.


 

Senegal es hospitalidad, convivencia, fraternidad, tolerancia y resiliencia. Es color, olor, fuerza, ritmo,  baile, vibración. Es tradición, cultura, transformación. 

 Senegal tiene un futuro por delante. Para alcanzarlo sólo necesita ayuda.  Por eso es tan importante la labor que hacen muchas ONG que trabajan en el país, con algunas de las cuales hemos compartido también nuestro viaje como Manos Unidas, Enraiza Derechos, Xaley, y Campamentos Solidarios, que gestionan el maravilloso campamento en Faoye en el que nos hemos alojado. Con todas ellas colabora la Fundación Banco Santander para apoyar, a través de su programa Best África, los cerca de 15 proyectos que hemos visitado. Un orgullo  haber formado parte de este maravilloso grupo de voluntarios. 










Hay un proverbio africano que dice: Las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran. Estoy segura de que las huellas de este viaje nunca se borrarán.