miércoles, 15 de julio de 2020

Mascarillas y chascarrillos

Quién nos iba a decir que una simple prenda como la mascarilla iba a tener tanta importancia en nuestra vida. Es curioso fijarte en la cantidad de nuevas situaciones que está creando su simple uso.

El otro día, por ejemplo, abrí la puerta al frutero y me sorprendió lo guapo que era.  ¿Cómo no me había yo fijado antes? Luego caí en la cuenta de que tenía unos ojos preciosos.Debe tener nariz fea y dientes feos y como ahora no se le ven, pues resulta de lo más apuesto el señor frutero de ojos verdes.

Curiosos son también algunos efectos de la mascarilla. Por ejemplo, yo cuando me la pongo, ni oigo ni veo. De verdad. Y es muy peligroso, claro. El otro día de hecho casi me mato en las escaleras mecánicas de Mercadona por culpa de la mascarilla.

También tiene cosas buenas. Por ejemplo, hay quien ha dejado de morderse las uñas o lo que aún es mejor, de comerse los mocos. O al menos ya solo lo hacen en la intimidad de sus casas, lo cual se agradece.


También se ahorra en barra de labios aunque he observado que la gente se pinta mucho más los ojos.  Así que lo que te ahorras en pintalabios te lo gastas en rímel y sombras. Ahora nuestra miradas se concentran solo en los ojos. Y de siempre se ha dicho que los ojos son el espejo del alma. Asi que, cuidado, porque cuesta más engañar. Te pillan seguro. Eso sí, los bizcos, tuertos o similar lo tienen más chungo. No hay manera de desviar la atención.

Las mascarillas son una buena excusa también para hacerte el loco por la calle. Ya no hace falta cambiarte de acera, basta con fingir que no reconoces a alguien. Cosa que por otro lado no es nada difícil. Yo me quedo mirando mucho a la gente con mascarilla porque ni veo ni reconozco. Un desastre vamos. Deben pensar que soy una descarada, mirando a todo el mundo fijamente.

En muchas casas empiezan ya a tener en la entrada una especie de perchero para mascarillas. Es una idea fantástica porque así no te encuentras mascarillas por todos lados, que es un desorden!

Lo que no sé muy bien es qué tal lo llevan los barbudos. Barba y mascarilla parece too much y más con este calor. Las aficionadas a pendientes largos,por ejemplo, lo llevamos fatal porque la goma de la mascarilla se engancha con el pendiente y es un lío. Por otro lado, poco a poco se va imponiendo la moda de la mascarilla colgada de una oreja cual pendiente. Cómodo quizá, eficaz en la lucha contra el covid lo dudo.

Tengo  ganas de probar la sensación  de tomarme un caramelo de menta superfuerte con la mascarilla puesta. Si cuando respiras con mascarilla se empañan las gafas, el efecto  del caramelo debe ser como una especie de limpieza de cara!!

En fin, que habrá que acostumbrarse porque me temo que la mascarilla va a formar parte de nuestro look como el parche formaba parte del de la Princesa de Éboli. Y con qué estilazo lo llevaba, oye!

Feliz verano!!


sábado, 11 de julio de 2020

Deconstrucción

Ayer salí a cenar y pedí tortilla de patata "deconstruida".  Cuando llegó la copa ( sí, venía servida en copa!) me dio por pensar si la habrían hecho así, "deconstruida" desde el origen, o si la habrían construido para deconstruirla después. 

Construir para luego deconstruir no se entiende bien, la verdad. Ni en la tortilla ni casi en ningún orden de la vida. Con lo difícil que es construir que fácil es, sin embargo, deconstruir, o directamente destruir que es como se ha llamado siempre ( aunque, ojo, no es lo mismo, que lo he buscado en el diccionario!!). 

Me vienen a la cabeza muchas cosas que requieren un proceso largo de construcción y sin embargo, pueden destruirse de un plumazo, cual castillo de arena.



La familia, por ejemplo. No basta casarse y tener hijos, hay que "currárselo", hay que querer, ceder, renunciar, sacrificarse, desvelarse, hacer hogar, compartir alegrías, tristezas, valores, costumbres,  enseñar, aprender, acumular recuerdos, convivir, crear lazos...  No es solo la sangre, es mucho más. Uno construye su familia a lo largo de los años.  Sin embargo, de repente, alguien o algo se cruza en la vida de tu familia y lo destruye todo, sin piedad, y todo se viene abajo. Unos cuernos, una traición, una muerte inesperada o incluso temas mucho más banales como una herencia pueden tumbar la familia más arraigada. Aunque, afortunadamente, cuando las raíces de una familia son fuertes,  casi siempre es capaz de volver a resurgir, aunque sea de una forma distinta.

Con la vida profesional a veces pasa lo mismo. Uno acumula trabajo, esfuerzo, experiencia, conocimiento, saber hacer y de pronto, cuando alcanza la mejor etapa de su carrera llega el golpe inesperado, todo se derrumba y en menos que canta un gallo alguien te está acompañando amablemente a la salida de un sitio que llegaste a  considerar tu segunda casa. 

Por no hablar de la reputación, algo que creas poco a poco, con esfuerzo y esmero a lo largo de muchos años y que de repente, de un plumazo pueden verse destruida para siempre y entonces ya no hay quien la reconstruya. Porque la pérdida de reputación, junto con la pérdida de confianza, son de las cosas que una vez destruidas son prácticamente imposibles de recuperar. 

Hay que ver qué profunda me he puesto. Será el desconfinamiento? Debe ser...   La verdad es que la tortilla me dio mucho juego, la próxima vez pido huevo duro!! 

Feliz semana!