¿Quién no ha metido la pata alguna vez? Imagino que todos
lo hemos hecho en alguna ocasión en mayor o menor medida. Porque, claro, hay
patas y patas.
Hay meteduras de pata ligeras, nimias, sin apenas
trascendencia. Meteduras que te suponen pasar un
mal rato o hacérselo
pasar a alguien, depende del caso, pero que afortunadamente no van a más.
Recuerdo, por ejemplo, el día que en un cumpleaños de los
niños vino a casa un señor bastante entrado en años y con el pelo completamente
blanco a recoger a su hijo y yo avisé al niño de que ya había llegado su
abuelo. El señor me miró muy serio y me dijo "soy su padre". Rápidamente
llamé al niño y le dije a mi hijo Gonzalo: “Despídete de tu amiguito porque no
le vas a volver a ver”.
Tierra trágame, piensas siempre en estos casos. Aunque
lo cierto es que la tierra nunca te traga por mucho que lo desees. Así que
siempre toca afrontar lo mejor posible la metedura de pata y disculparte
si hace falta.
Pero en cambio, hay otras patas que pueden llegar
incluso a cambiar el rumbo del destino.
Muchas de ellas van asociadas a determinadas profesiones donde una metedura de pata puede ser catastrófica. Me refiero por ejemplo a las que puede meter un piloto, un médico o un bombero. Los resultados pueden ser dramáticos, mortales.
Muchas de ellas van asociadas a determinadas profesiones donde una metedura de pata puede ser catastrófica. Me refiero por ejemplo a las que puede meter un piloto, un médico o un bombero. Los resultados pueden ser dramáticos, mortales.
Menos dramáticas pero también con cierta
trascendencia pueden ser las meteduras de patas de los locutores de radio o de
los presentadores de televisión. En unos segundos pueden llegar a sembrar el
caos.
Pero no hace falta irse a casos tan extremos. Basta
con ponerse en el día a día de todos nosotros y darse cuenta de lo fácil que es
meter la pata. En mi caso, por ejemplo, he enviado más de una vez textos
en los que en vez de “Consejo de administración” ponía “Conejo de administración” y en vez de “Política Pública”
ponía “Política Púbica”. Y quién no ha puesto alguna vez “un
salido” en lugar de “un saludo”.
Hasta aquí no pasa nada. El que recibe este tipo de mensajes normalmente
lo entiende y hasta se ríe un buen rato.
Pero.. ¿qué ocurre si el error consiste en meter un
párrafo completamente absurdo y disparatado en un discurso que estás
escribiendo para alguien importante? Muchas veces debo reconocer que incluso
me veo tentada a hacerlo, aunque claro, las consecuencias podrían ser
terribles, sobre todo si el que tiene que hacer el discurso lo lee literal sin
haberlo repasado antes. No quiero ni imaginarlo.
Y es que, mirado desde otra perspectiva, todos nos hemos
sentido alguna vez tentados de meter la pata. Es tan fácil…
Aparecer en chándal en una cena de gala; ir de blanco y de largo en una boda (a lo Pipa Middleton); mandar un mail comprometido a un destinatario inapropiado; poner verde a tu jefe y mandarle el mail a él por equivocación; decir con toda inocencia la casualidad que es que el hijo de unos amigos sea igualito al amigo íntimo del padre cuando es fruto de unos cuernos; dejar el la teléfono abierto y poner verde a alguien que te está escuchando.... Fácil y a veces tentador.
Aparecer en chándal en una cena de gala; ir de blanco y de largo en una boda (a lo Pipa Middleton); mandar un mail comprometido a un destinatario inapropiado; poner verde a tu jefe y mandarle el mail a él por equivocación; decir con toda inocencia la casualidad que es que el hijo de unos amigos sea igualito al amigo íntimo del padre cuando es fruto de unos cuernos; dejar el la teléfono abierto y poner verde a alguien que te está escuchando.... Fácil y a veces tentador.
Y no olvidemos las meteduras de pata históricas como
cuando Miguel Boyer dijo a micrófono abierto que no le funcionaba el aparato, o
cuando el ex Presidente Zapatero
reconoció que no tenía ni idea de Economía. Sin olvidar la reciente metedura de pata en la ceremonia de entrega de los Oscar. Y quién sabe si algún gran
acontecimiento histórico no fue en realidad una metedura de pata, una orden
malinterpretada. O hasta un error de traducción. Probablemente nunca lo
sabremos.
En definitiva, que de meteduras de pata anda lleno el
mundo. ¿y cuál has metido tú?
Feliz semana!