La expresión de moda estos días es “la nueva normalidad”. El término me tiene fascinada. Si en los últimos tiempos ya me veía incapaz de decir qué era normal y qué no lo era, ahora ya sí que ando completamente despistada.
Entiendo, a bote pronto, que la nueva normalidad afectará sobre todo a nuestros hábitos, a nuestras costumbres y en general, a nuestra vida social. No paro de dar vueltas a qué cosas de mi esfera social que antes yo consideraba normales dejarán pronto de serlo. Tanto lo pienso que cada vez más lo “antes normal” o “tradicionalmente normal” me está empezando a parecer “anormal”.
Recuerdo con nostalgia las terrazas. ¡Qué placer sentarse en una mesita al sol y disfrutar de una buena caña o un buen vino! Hasta aquí, todo “normal”. Pero ahondando en la imagen, de primeras idílica, me pregunto yo si acaso era “normal” sentarse en una mesa sucia con los restos de comida y bebida de los anteriores comensales, con el cenicero lleno de colillas chupadas y con las servilletas de papel sucias campando a sus anchas. Pues muy normal no era, no. Y sin embargo, a fuerza de repetirse, lo habíamos interiorizado como normal. Quizá en la nueva normalidad esto ya no se dé, y quizá hasta lo agradecemos.
Recuerdo las comidas y cenas de amigos, las tapas, las raciones.. Y me viene a la cabeza nuestra típica costumbre de compartir. Me encanta lo de pedir todo para compartir, ahora bien, me pregunto si es “normal” compartir un guiso, o unas natillas y meter todos la cuchara una y otra vez, de la boca a la natilla, de la natilla a la boca... ¿ Acaso es “ normal”? Pues quizá lo era para muchos, pero supongo que en la “nueva normalidad” todos nos volveremos un poco más escrupulosos.
Y pienso en el verano, en tomar el sol, en pasear por la playa, en bañarte en la piscina.. Y me pregunto si es normal lo de meterse con nuestros cuerpos lozanos, más o menos limpios, en un mismo agua todos a chapotear. Si lo pienso, me da repelús y ya no me parece nada normal.
Y en este mismo orden de cosas, acaso es normal tumbarnos todos en la playa, expuestos e indefensos, toalla con toalla, sombrilla con sombrilla, rozándole el codo o algo peor al vecino? Pues mirándolo con cierta frialdad, he dejado de verlo muy normal.
Y en este mismo orden de cosas, acaso es normal tumbarnos todos en la playa, expuestos e indefensos, toalla con toalla, sombrilla con sombrilla, rozándole el codo o algo peor al vecino? Pues mirándolo con cierta frialdad, he dejado de verlo muy normal.
Por no hablar del gimnasio, con todos trotando sudorosos y agitados en las cintas de correr como si en ello les fuera la vida. ¿Es normal?
La lista de situaciones aparentemente normales es interminable, pero casi prefiero no continuar. Porque cada vez veo todo más “anormal”. Me temo que de seguir así toda mi vida me parecerá muy poco normal. Aunque, ¿de verdad quiero ser “normal”? ¿No será mucho más divertido salirse de la norma y atreverse a defender lo anormal, lo diferente? Qué lío, y ahora qué hacemos? Defendemos lo normal de antes, la nueva normalidad, la atrevida anormalidad??? Ya no sé qué hacer....
Ahora que parece que tanto añoramos nuestra antigua normalidad, quizá no venga mal plantearse algunas cosas que se pueden mejorar. Sólo espero que no dejemos pronto de valorar todo aquello que dimos por normal y que ahora nos parece excepcional!!! Pase lo que pase y de momento… ¡viva la nueva normalidad!!