lunes, 30 de agosto de 2021

Yinyan

 

Estoy desolada. Este verano no he encontrado el yinyan. Mira que lo he buscado. Por aquí, por allá, pero nada. Ni rastro del yinyan.

He buscado el yinyan mientras miraba el mar y se me ha ido el santo al cielo.

Lo he buscado relajada en la tumbona y me he dormido.

Haciendo yoga y me he torcido el tobillo.

Con un tinto de verano, y han caído varios.

Con cuencos tibetanos y me he mareado.

En silencio, y lo han roto los de las palas.

Con los brazos extendidos y me ha dado torticolis.

Con respiraciones profundas y me he vuelto a dormir.

Lo he buscado con ahínco, que no se diga, pero nada. Mi yinyan no hay quien lo encuentre.  Anda perdido por la vida. Me pregunto si alguien lo habrá encontrado, el suyo, no el mío, claro. Si ha encontrado el mío, cosa rara, que por favor me lo devuelva.


A priori, parece que el verano es la época más propicia para encontrar tu yinyan. Desconectas, descansas, bajas el ritmo, piensas, reflexionas, te relajas .. y de repente, se supone que como por arte de magia, y cuando menos te lo esperas, surge el yinyan. Y entonces, sientes una enorme paz interior, una tranquilidad de espíritu, un sosiego. Das a las cosas su justa importancia, no te inquietas, no te aceleras, nada te altera, casi casi ni te inmutas.  Al menos eso dicen. ¿A alguien le ha pasado?  Por favor que me lo cuente y de paso, que me diga su secreto. También me encantaría saber si consiguen mantener intacto el yinyan en septiembre. Eso sí que tendría mérito.

Lo cierto es que el verdadero yinyan, insisto, el verdadero, y que cada uno lo llame como quiera, es muy difícil de conseguir y más en una época como la que vivimos marcada por la inmediatez, las prisas, las apariencias, las redes sociales, las autoexigencias, las multitareas y la tecnología. Evitar que el yin se coma al yan, o viceversa, es ardua tarea. Requiere una fuerza de voluntad a prueba de balas, y sobre todo, grandes dosis de paciencia y templanza, ingredientes que cada vez escasean más, me temo. Por supuesto, hay quien lo consigue y les envidio. Aunque a veces pienso si, en el fondo, el yinyan no estará sobrevalorado. 

En fin, supongo que como todo, será cuestión de seguir buscando, con optimismo y esperanza de algún día encontrarlo. En ello estamos.

Entre tanto, que cada yin aguante su yan.

Feliz “rentrée”!!

 

viernes, 27 de agosto de 2021

Viaje al Peloponeso

 

Hoy toca post viajero! Este verano hemos tenido la suerte de descubrir una región de Grecia mucho menos turística y conocida que sus islas, el Peloponeso.


El Peloponeso es una península al sur del país. Una región grande, con una superficie de más de 20.000 km², cargada de historia y que guarda auténticos tesoros: playas maravillosas, recintos arqueológicos sorprendentes, monasterios bizantinos o encantadores pueblos de pescadores.

En el Peloponeso hay muchas cosas que ver. Nosotros sólo hemos recorrido parte de la costa oriental y la península de Mani, en el extremo sur, lo cual nos da una  una estupenda excusa para volver.

El Peloponeso está unido con el resto del país a través del istmo de Corinto que es donde se encuentra el canal del mismo nombre, el canal de Corinto, una obra de ingeniería espectacular. El canal, que une el Golfo de Corinto con el Mar Egeo, impresiona. Es muy estrecho, apenas 24 metros y sus muros miden 80 metros. Se construyó en el siglo XIX aunque muchos siglos antes, con el Emperador romano Nerón, ya se había intentado construir, sin éxito. Merece la pena visitarlo.




Nuestra primera parada, desde Atenas, fue en la región de Argolida ( el Peloponeso se divide en 7 regiones), concretamente en Palaia Epidavros, un pueblo pequeñito muy agradable. Palaia Epidavros está en una zona verde, con playas muy bonitas.




 

Aquí visitamos el Teatro de  Epidauro, declarado Patrimonio de la Humanidad. Fue construido a finales del siglo IV a.C por Policleto el Joven y es uno de los mejores conservados de la antigüedad. Impresionante.  


Desde Palaia Epidavros también hicimos una ruta por  pueblos pesqueros como Ermioni o PortoHeli. La carretera que bordea la costa es preciosa y puedes ir buscando calitas en las que parar a darte un baño. Nosotros paramos en una estupenda con un beach club muy animado. También nos encantó Porto Heli, de aire cosmopolita, donde veranean algunos de los griegos más chic y tiene casa, entre otros, el Rey Constantino de Grecia.


Nuestro siguiente destino era la península de Mani, en el sur. De camino paramos en Mystras, una asombrosa ciudad bizantina en ruinas en la ladera del monte Taigeto, también declarada Patrimonio de la Unesco. Mystras es un sitio muy especial, que sin duda sorprende y en el que el tiempo parece haberse detenido. Merece la pena recorrer con calma su castillo, su palacio, sus monasterios y bonitas iglesias en ruinas, todo ello rodeado de un precioso paisaje verde.




Y por fin llegamos a Mani, uno de los mayores tesoros del Peloponeso, una región recóndita, árida, pero a la vez llena de atractivo.  En Mani abundan las torres medievales de defensa, el elemento más característico de su paisaje. En Mani huele a savia, a tomillo y sobre todo a higueras, que  atrevidas, bajan a besar el mar. Las aguas de Mani son color turquesa y solitarias. En sus playas te encuentras tabernas en las que puedes comer mientras tus pies rozan el mar. 



Nuestra base estaba en Limeni, un pequeñísimo pueblo de pescadores, una belleza.






Las puestas de sol desde Limeni son una auténtica maravilla.




En Mani hay muchas cosas  que ver. Pueblos cómo el pintoresco Aeropolis, con sus calles llenas de restaurantes con encanto. O pueblos cómo Mountanistika, Lagia o Vathia, famosos por sus torres.

En Mani estuvimos en playas preciosas como Skoutari, con su taberna blanca y azul y su preciosa iglesia a la orilla del mar; Ampelos, perfecta para bucear, por su agua cristalina, y en la que además puedes pedir comida por WhatsApp y te la traen,  o Kotronas, con su doble orilla y en la que un camino te conduce a una pequeña cala escondida perfecta para nadar y para saltar desde sus  rocas. La carretera que une estas playas, al borde del mar, es una maravilla.











Más al sur está el Cabo de Tenaro, que debe ser impresionante pero al que no llegamos.  No siempre es fácil mover a tres adolescentes!

También visitamos las cuevas de Diros. Semi sumergidas, se recorren en un barquita mientras  las estalactitas rozan las cabezas. Espectaculares.


Otro pueblo que merece la pena es Gythio, con sus fachada de estilo neoclasico, que hacen que te sientas por un momento transportado a Italia. Una estampa muy típica de Gythio son los pulpos  colgados de una cuerda secándose al sol. Genial.



Y ya de vuelta hacia Atenas, hacemos una última parada en Nauplia, dominada desde lo alto por sus fortalezas, una de ciudades con más encanto del Peloponeso.  Una delicia pasear por sus calles peatonales y admirar sus bellos edificios. Naplia fue capital del país entre 1829, fecha en que Grecia se independizó del imperio otomano, y 1834.



Y como guinda del pastel, Atenas. Habíamos visitado Atenas hacía 10 años y salvo la Acrópolis, poco recuerdo tenía de la ciudad. Sin embargo, esta vez me ha sorprendido muy gratamente.




Atenas es una ciudad animadísima, con una vida nocturna impresionante, con grupos de música tocando en las calles y con muchas cosas que ver además de la imponente Acrópolis. Merece la pena perderse por barrios como Monastikari, de influencia turca, Plaka, el más antiguo de la ciudad, Anafiótica, con sus callecitas, o Psiri, el "Soho griego", con ambientazo por la noche.



Y por último,debo decir que nos hemos sentido como en casa! Los griegos son muy similares a los españoles. Son abiertos, simpáticos, animados.. Comen y cenan a cualquier hora, son bulliciosos, todo les parece bien, les va la marcha...  Cuando oyes hablar griego te suena casi a español pero rápidamente te das cuenta que más bien  es como chino porque no entiendes nada!! Y la comida griega, como la nuestra, es deliciosa. Hemos comido genial y a precios fantásticos.  Mousaka, pasteles de calabacin,  Tzatziki, Tiropitas, queso feta, yogur con miel, pastel de naranja... Hemos disfrutado mucho comiendo!!!

En definitiva, ha sido un gran viaje en familia, venimos felices y ya estamos ya planeando nuestra próxima visita.

EFCHARISTÓ GRECIA!!!!!

martes, 10 de agosto de 2021

Matemáticas y género

 

Desde que ayer un amigo me comentó en la playa que el Gobierno quiere dar a las matemáticas una perspectiva de género no paro de darle vueltas al tema.

Entiendo y me parece estupendo lo de fomentar que haya más niñas en ámbitos tradicionalmente masculinos como las matemáticas, la tecnología o la ingeniería. De hecho, no paro de decirle a mi hija que hoy en día si eres mujer y se te dan bien las matemáticas ya tienes muchas puertas abiertas. Una pena que sea de letras.

Pero eso de enseñar la materia con una perspectiva de género me trae de cabeza y más aún conociendo al personal que nos gobierna, capaz de cualquier cosa.

Cuando empecé a salir con el que hoy es mi marido una de las cosas que me atraía de él era su destreza resolviendo ecuaciones.  Mis amigas me preguntaban a qué exactamente llamaba yo ecuaciones, buscando algún tipo de doble sentido al tema. Pero la cosa no tenía doblez alguna. Su rapidez y soltura haciendo ecuaciones complicadísimas me fascinaba. También soy de letras. Visto así, las matemáticas han tenido una influencia decisiva en mi vida. Si mi marido hubiese sido de letras quizá nunca me hubiera fijado en él.

Obvio cuestiones personales y vuelvo a la perspectiva de género de las mates en su sentido más estricto y me pregunto si acaso la X o la Y tendrán un sexo asociado (por cierto, en los tiempos que corren ya hasta me pregunto si siguen existiendo los sexos o si son políticamente incorrectos, estoy perdida). ¿Quizá el tema tiene que ver con los cromosomas? Si fuera así bastaría con hablar de la gamma y la beta, con menos matices asociados.

Quizá se hayan dado cuenta de que ecuación, incógnita, derivada, multiplicación, suma, resta, división, operación y raíz cuadrada son términos todos ellos femeninos. Y lo que toca por tanto es poner en valor el intrínseco lado femenino de las matemáticas anulado tras años de predominio patriarcal. Quizá. Todo es posible. No hay más que ver lo de la "matria".

Me temo que si a la perspectiva de género le añaden el enfoque inclusivo tampoco se va a poder hablar de restar. Porque todos sumamos. Que es eso de restar. A quién se le ocurre?! Restar es algo así como  menospreciar, infravalorar.. 

Esto se pone cada vez más complicado. Menos mal que siempre nos quedará la arroba, erigida en estandarte del territorio más neutral hasta que "les elles" vayan poco a poco campando a sus anchas. Todo llegará.

Aunque lo que realmente me preocupa de todo esto, puestos a ser sinceros, es que en el resto del mundo de verdad están aprendiendo matemáticas.

Feliz verano!!