Ayer fui a hacerme una prueba al hospital. La enfermera que tenía que pincharme miró y remiró mis brazos
en busca de mis venas. "Uyy, pues no me atrevo a pinchar, qué venas tan difíciles” me
dijo con voz meliflua.
En ese momento, tumbada en la camilla, a punto de entrar en una especie de platillo volante descapotable para hacerme un TAC, indefensa y a
su merced, me incorporé, me “empoderé” (palabra de moda) y le dije: "Perdona, pero si no te atreves a pincharme tú que eres la enfermera,
te pido que por favor llames a otra persona para que lo haga". Y me
quedé más ancha que larga. Mi respuesta me
sorprendió hasta a mí
misma. Me encontré de lo más atrevida. Antes me
hubiera callado, hubiera sonreído y por dentro hubiese rezado para que me
pinchara otra menos inepta. Y
me hubiera pinchado la inútil, me hubiera hecho mucho daño y me habría salido un
moratón. Todo por no decirle nada a la enfermera, no vaya a ser que hiera sus sentimientos.
Me pregunto si serán cosas de la edad. Será que me estoy volviendo cascarrabias o será mas bien que por fin voy liberándome de algunas de las ataduras que implica la buena educación y el comportamiento socialmente correcto? Me inclino por lo segundo, aunque me temo que mi marido quizá se incline por lo primero.
Yo siempre he sido muy de evitar conflictos. No me gustan las discusiones, ni las peleas, ni siquiera los intercambios de opinión demasiado apasionados. Suelo ser comedida, discreta y adecuada. No suelo perder demasiado los nervios y si lo hago no se me suele notar (salvo honrosas excepciones). Creo que tengo capacidad de autocontrol y hasta un cierto mindfullnes que es lo que se lleva. Ahora bien, empieza a gustarme cada vez más decir lo que pienso.
Evidentemente, intento hacerlo siempre con mucha educación, y
aplicando siempre los filtros necesarios, sobre todo en función del destinatario ( soy consciente de que la verdad a bocajarro no siempre es fácil de digerir
y por otro lado, tampoco es plan de ir hiriendo gratuitamente los sentimientos del prójimo).
Pero lo cierto es que de
un tiempo a esta parte me voy lanzando cada vez más al atractivo mundo de
la sinceridad social.
Y me gusta hacerlo.
Además, cada vez lo hago con mayor
seguridad, desde la madurez y
con las tablas que te da la edad.
Sin absurdas vergüenzas o pudores. Sin tantos miramientos.
Creo que con moderación y por supuesto con educación, es estupendo
decir de vez en cuando lo que de verdad pensamos o sentimos. Eso sí, sin pasarse de frenada.
Porque por muy atractiva que resulte
la idea de decir lo que uno piensa, a menudo hay que callarse.
Lo contrario nos llevaría al caos, nos acabaríamos tirando de los pelos, provocaría una auténtica
fractura social, como se dice ahora. Claro que, cuando uno va de sincero por la vida también debe estar preparado para aguantar la sinceridad del
de al lado,
que a veces te pilla desprevenida y te descoloca.
En definitiva, que aunque soy plenamente consciente de que permanecer calladita es a veces toda una virtud y como tal la seguiré practicando, intento cada día no perder
la oportunidad de soltar alguna perlita de sinceridad repentina.
Lo recomiendo. Te sientes bien. Y a medida que cumpla años, mas perlitas iré soltando. Aviso. Y el que avisa, no es traidor!
Feliz semana!!
Muy bien María a mí me parece muy bien lo que dices, sobre todo la sinceridad hay que tenerla siempre presente, claro está con cierta medida simplemente por cuestión de supervivencia. Recuerdo una tablilla que me regaló una amiga hace ya muchísimo, muchísimo tiempo que rezaba así "el día que digas lo que piensas te borran del mapa".
ResponderEliminarPero sin llegar al atrevimiento esperpéntico,ante todo la sinceridad.
Jaja...me encanta lo del atrevimiento esperpéntico!!! Las tertulias de la tele están llenas de atrevidos esperpénticos que nunca se muerden la lengua aunque debieran!!
EliminarJa. Con el mismo espiritu, sin conflicto y con toda la naturaleza del mundo, el otro día, cansada de esperar a que me trayesen la cuenta de un simple desayuno que ya de por si habian tardado mucho en traer, me fui de la cafeteria, con el billete de 20 en la mano, sin pagar. Si, un Sinpa en toda regla. Nadie me paró. Ya se lo pagaré pero por lo pronto me sentí liberada por no tener que seguir aguantando.
ResponderEliminarOle y ole Joan!!! Yo mil veces tengo ganas de hacer eso!!! La próxima vez lo haré y me acordaré de tí!!!👏👏👏👏
EliminarMe ha chiflado Mary e intentaremos no caer en el atrevimiento esperpentico que dice tu padre. A mi últimamente me encanta decir a la típica dependienta desganada...”usted no tiene muchas ganas de vender,no?”. Y creo que algo bueno tiene que tener cumplir años, no? Nos quita las absurdas vergüenzas!!!
ResponderEliminarGracias juuuuu!!! Fuera vergüenzas tontas!! Viva el empeoramiento!! 😂😂😂
ResponderEliminarSon los años Ruizmo. Cuantos más vamos cumpliendo, menos miramientos y más directos que nos volvemos. Bss!
ResponderEliminarY eso que tú eres mmmuuuuy joven!!!
EliminarWelcome al selecto club de la sinceridad Social!!!!
ResponderEliminarSiempre tan creativa!!
Un beso darling
Jaja!!! Tú ya llevas tiempo ejercitando muy requetebien!!! Besos
EliminarNo sabes como te entiendo, Mary. A mí me pasa exactamente lo mismo desde hace un tienpo. No voy a decir que soy mas mayor que tú.. digamos que te llevo ventaja... pero es cierto. Yo tampoco paso ya apuro por decir lo que pienso y por protestar. El otro dia me dijo una señora de la limpieza en Boadilla, cuando salía de trabajar 14 horas seguidas (Workday) y ella estaba limpiando el baño que cuando estaban ellas lo.podriamos entrar... me sentó fatal, cualquiera diría que era un capricho mío o afán de fastidiar. Así que le contesté muy digna que no había visto ningún aviso ni señal que asi lo indicará y que desconocía esa política del banco. Así que tuvo que callarse y seguir limpiando.
ResponderEliminarMuy bien colombix!!!! Lo q te faltaba encima para rematar el día era hacértelo encima!! Ahh noooo!! Beso
EliminarAdvertencia: este comentario procede de una persona de 27 años. Dicho lo cual, creo de verdad que he nacido en la época equivocada. Me quedo patidifusa viendo según qué tonterías, en jóvenes y no tan jóvenes. De vez en cuando, no me puedo resistir y suelto alguna pulla muy bien tirada. Cuando puede más en mí la prudencia o el "déjale que se muera tonto", simplemente me quedo mirando a la otra persona con cara seria y arrugo la nariz, como si le estuviera diciendo: "Eres tont@. Y no pregunto, lo afirmo". Conste que yo tengo mi carácter y tampoco es fácil aguantarme. A veces me fallan los filtros (una, que no es Instagram), pero chica, eso de ir por la calle con tu mejor sonrisa y amabilidad de recién levantada y empezarte a encontrar con gente que te pregunta una dirección, se la das, se da media vuelta y no te da ni las gracias ni te dice adiós y cosas por el estilo... Al final es pecar de borde o pecar de tonto. Yo tengo dos frases que casi son mi lema de vida: hay demasiada gente y muy pocas personas; y una que me hace gracia: yo no soy borde. Solo me levanto de buen humor y me empiezo a encontrar con gente. Besitos!!!
ResponderEliminarJaja!!! Eres genial!!! Entonces... no son cosas de la edad!!! Me encanta lo de "demasiada gente y muy pocas personas" jaja. Besos Irene!!!
ResponderEliminarMe encanta leerte María, es de todos, nos cuentas la vida de una forma absolutamente divertida, inteligente y en presente.
ResponderEliminarGracias....
Qué mona eres María Jesús!!!! Mil gracias..cómo me alegra q te guste!!!! Un beso enorme
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