Hoy me he quedado chafadísima al enterarme de que las famosa nube, la “cloud” para los más modernos, no es tan etérea como yo pensaba. Yo me imaginaba la nube como algo etéreo, incorpóreo, efímero, que no
ocupa espacio ni lugar, hasta esponjoso, pero en realidad parece que se trata de algo tan material como un montón de discos duros apilados en condiciones más o menos fiables en función del país del que se trate. En Alemania los discos están todos de los más
ordenaditos y refrigerados, mientras que en China los discos están apilados en plan cutre y hasta sofocados del calor que pasan.
Descubrir esta realidad me ha provocado una pérdida absoluta de confianza en la famosa nube y me ha generado una cierta inquietud. Resulta que ahora no guardamos nada ni imprimimos nada porque asumimos que
todo está en la nube, pero... en qué clase de nube nos movemos? El tema me tiene de lo más inquieta. Al menos ya no vivo en China, donde a saber qué sería de mis datos…
Es curioso cómo nos imaginamos las cosas a veces y lo poco que esa imagen tiene que ver con la realidad. Es como cuando de pequeña me dijeron que unos vecinos se habían quedado colgados en el ascensor y yo
me los imaginaba literalmente colgados de un cable. En este caso lo que más me perturbaba era que, junto con mis vecinos, se habían quedado colgados sus dos perros peludos y gigantes. La imagen de los vecinos colgados aún la aguantaba, pero los perros colgados
del cuello me resultaba algo muy difícil de digerir. Inquietante me parecía también la gente que perdía la cabeza. Buff. Me imaginaba cabezas rodando por las calles y me daba muchísimo miedo.
Imagino que todos tenemos composiciones mentales propias, que damos por reales y que sin embargo no tienen nada que ver con la realidad. como el que se imagina que cae fatal a alguien porque nunca le saluda
y lo que pasa en realidad es que ese alguien es miope y no le saluda porque no le ve.
Las composiciones mentales del mundo adulto son muy peligrosas porque tienden a consolidarse, a solidificarse de tal manera que luego no hay quien las destruya. A veces toman forma de prejuicios, otras de
complejos, de manías, hasta de odios viscerales completamente infundados. A veces las construimos nosotros solitos y las vamos alimentando día a día. Otras veces son los demás los que influyen en su construcción, a menudo sin darse cuenta.
No es fácil detectar las composiciones mentales que ocupan nuestras cabezas pero qué útil sería descubrirlas y eliminarlas. De lo contrario terminan siendo terriblemente limitantes, dominadoras e influyentes.
Mi hermana, que es psicóloga y especialista en psicodrama, seguro que sabe mucho de composiciones mentales y de cómo acabar con ellas, así que, aunque no era mi intención inicial meter una cuña publicitaria, aprovecho la ocasión para animaros a visitarla
cuando sintáis que las construcciones mentales dominan vuestra cabeza cuál piojos las de mis hijos!
Feliz semana!
Mary eres bárbara!!!!
ResponderEliminarTú sí q lo eres!!!
EliminarMenudo bluf la nube!! La mayor decepción desde los Reyes Magos. La composición mental equivocada siempre me pasa con los locutores de radio que con esas voces los imagino siempre guapísimos y atractivos y me llevo cada chasco. ..
ResponderEliminarJaja.. me parto contigo! Tienes toda la razón!!! Beso
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