miércoles, 29 de abril de 2020

Acaso era normal?

La expresión de moda estos días es “la nueva normalidad”. El término me tiene fascinada. Si en los últimos tiempos ya me veía incapaz de decir qué era normal y qué no lo era, ahora ya sí que ando completamente despistada.

Entiendo, a bote pronto, que la nueva normalidad afectará sobre todo a nuestros hábitos, a nuestras costumbres y en general, a nuestra vida social. No paro de dar vueltas a qué cosas de mi esfera social que antes yo consideraba normales dejarán pronto de serlo. Tanto lo pienso que cada vez más lo “antes normal” o “tradicionalmente normal”  me está empezando a parecer “anormal”.

Recuerdo con nostalgia las terrazas. ¡Qué placer sentarse en una mesita al sol y disfrutar de una buena caña o un buen vino! Hasta aquí, todo “normal”.  Pero ahondando en la imagen, de primeras idílica, me pregunto yo si  acaso era “normal” sentarse en una mesa sucia con los restos de comida y bebida de los anteriores comensales, con el cenicero lleno de colillas chupadas y con las servilletas de papel sucias campando a sus anchas.  Pues muy normal no era, no.  Y sin embargo, a fuerza de repetirse, lo habíamos interiorizado como normal. Quizá en la nueva normalidad esto ya no se dé, y quizá hasta lo agradecemos.

Recuerdo las comidas y cenas de amigos, las tapas, las raciones.. Y me viene a la cabeza nuestra típica costumbre de compartir.  Me encanta lo de pedir todo para compartir, ahora bien, me pregunto si es “normal” compartir un guiso, o unas natillas y meter todos la cuchara una y otra vez, de la boca a la natilla, de la natilla a la boca... ¿ Acaso es “ normal”? Pues quizá lo era para muchos, pero supongo que en la “nueva normalidad” todos nos volveremos un poco más escrupulosos.

Y pienso en el verano, en tomar el sol, en pasear por la playa, en bañarte en la piscina..  Y  me pregunto si es normal lo de meterse con nuestros cuerpos lozanos, más o menos limpios, en un mismo agua todos a chapotear. Si lo pienso, me da repelús y ya no me parece nada normal.

 Y en este mismo orden de cosas, acaso es normal tumbarnos todos en la playa,  expuestos e indefensos, toalla con toalla, sombrilla con sombrilla, rozándole el codo o algo peor al vecino? Pues mirándolo con cierta frialdad,  he dejado de verlo muy normal.



Por no hablar del gimnasio, con todos trotando sudorosos y agitados en las cintas de correr como si en ello les fuera la vida. ¿Es normal?

La lista de situaciones aparentemente normales es interminable, pero casi prefiero no continuar. Porque cada vez veo todo más “anormal”. Me temo que de seguir así toda mi vida me parecerá muy poco normal. Aunque, ¿de verdad quiero ser “normal”?  ¿No será mucho más divertido salirse de la norma y atreverse a defender lo anormal, lo diferente? Qué lío, y ahora qué hacemos? Defendemos lo normal de antes, la nueva normalidad, la atrevida anormalidad??? Ya no sé qué hacer....

Ahora que parece que tanto añoramos nuestra antigua normalidad, quizá no venga mal plantearse algunas cosas que se pueden mejorar. Sólo espero que no dejemos pronto de valorar todo aquello que dimos por normal y que ahora nos parece excepcional!!! Pase lo que pase y de momento… ¡viva la nueva normalidad!!



jueves, 16 de abril de 2020

Colaterales


En estos días complicados, hay un término que se repite en cada noticia que leo: “efectos colaterales”.  

Colateral quiere decir secundario, que se produce de manera indirecta. Si buscas sinónimos en el diccionario te sale accesorio, adyacente, marginal. Me pregunto dónde está la línea entre lo principal y lo colateral. ¿Puede esta línea desdibujarse y hasta desaparecer? ¿ puede ser más gordo el efecto secundario que el directo?

Me temo que cuando los efectos colaterales crecen y se intensifican, es imposible desentrañar ya lo esencial de lo colateral, porque todo se vuelve esencial, no hay colateralidad que valga. 


No tenemos más que mirar a nuestro alrededor. Parece, a bote pronto, que el efecto directo del coronavirus es la enfermedad o la muerte. Pero, ¿acaso todo lo demás es colateral? La lista de colaterales es tan grande y dramática que me cuesta situarlos en la categoría de accesorio o secundario: desempleo, cierre de negocios, ruina, familias destrozadas… 

Para evitar la extensión y multiplicación de los colaterales, hay que atacar la esencia, hay que ir al origen, vencer al virus. Aunque en este caso, me temo que será de difícil aplicación el “muerto el bicho se acabó la rabia”. La rabia se habrá extendido tanto que muchos colaterales habrán mutado y se habrán convertido en esencia, con sus propios colaterales, algo así como los gremlins. Una cadena infinita. Los colaterales darán lugar a “Co-colaterales”: hambre, aumento de la desigualdad, vulnerabilidad, exclusión, brecha, falta de confianza en el gobierno, soledad, desencanto, miedo…

Afortunadamente, y por no resultar tan negativa, también hay colaterales positivos, como la solidaridad, la colaboración, la empatía, la imaginación, la creatividad, la generosidad, la resistencia, la fe, el emprendimiento, el esfuerzo…  Quizá estos colaterales puedan hacerse más fuertes que los negativos. Quizá ellos también sean capaces de reproducirse hasta el infinito.  

Mucha gente dice que después de esta crisis nada será igual, que saldremos reforzados. Ojalá sea así. Me temo que el ser humano olvida pronto y vuelve rápido a ser el que era, tropieza demasiado con la misma piedra. Pero quizá seamos capaces de cambiar la tendencia, la inercia.

 Ojalá esta vez los colaterales positivos se potencien hasta límites desconocidos y logren así vencer a los negativos. Ojalá entre todos, juntos y solidarios, logremos salir adelante sin que nadie se quede de nuevo atrás. Ojalá no se quede solo en un slogan.