martes, 16 de enero de 2024

Soy un robot

Soy un robot. Llevo un tiempo sospechándolo. Me surge la duda de si lo habré sido siempre o habré mutado recientemente. Creo más bien que es algo reciente. Pasé de ser humano a ser robot.

Supongo que en plena revolución digital, es normal que estas cosas pasen. Uno lee cosas extrañas y piensa que nunca le va a tocar hasta que le toca. A mí me ha tocado una mutación digital.

La gente no lo nota porque no se me nota. Aparentemente sigo siendo la misma.  El mismo cuerpo, la misma cara, los mismos ojos, la misma forma de mirar, la misma sonrisa, la misma manera de andar.  Sigo comiendo y durmiendo. Siento y padezco. Río y lloro. Tengo frío y calor. No tengo teclas, ni antenas, ni interruptores. No tengo motor ni se enciende en mí ninguna luz. No tengo rayos X.  Supongo que los robots modernos somos así. Parecemos humanos pero no lo somos.

Cuando lo cuento, la gente no se lo cree, pero yo insisto. Entonces me pellizcan, me ponen a prueba, me miran raro y desconfían. Alguno pensará que he perdido la cabeza.  ¿Cómo te ha podido ocurrir? me preguntan.  La respuesta es muy simple: a fuerza de intentar desbloquear mis contraseñas.

Indique usted cuántos camiones (camiones, bicicletas, semáforos, casas, árboles, carreteras…) ve usted en las fotos para que sepamos que no es usted un robot” te preguntan para desbloquear una contraseña.  Soy incapaz de superar correctamente la prueba. 

Repita usted las letras, distorsionadas y deformadas, que aparecen en la pantalla para que sepamos que no es usted un robot”. Imposible repetirlas, no doy una. Me resulta más difícil aún que acertar en el oculista con un ojo tapado. 

Cada día desde hace años me someto a este tipo de pruebas endiabladas y cada día más enrevesadas, porque todo hoy requiere una nueva contraseña. Además, las contraseñas ya no pueden ser el día de tu cumpleaños, la fecha de nacimiento de tus hijos o el día de tu boda. No, ahora se necesitan contraseñas robustas, sofisticadas y sobre todo, imposibles de recordar, que además no puedes escribir en ningún sitio porque los hackers te las pillan. 

Y puesto que mi memoria cada día disminuye y con ello, mi capacidad de retener contraseñas, el resultado es que todas las páginas on line a las que intento acceder terminan tachándome de robot. Y a fuerza de decírmelo y repetírmelo, han podido conmigo, han minado mi autoestima, han destruido mi confianza y como consecuencia, he mutado en robot.  

Al principio, intentaba defenderme. “¡Soy una persona, soy una persona!” gritaba enfadada frente al ordenador. Pero era incapaz de demostrarlo.  El tema me originaba una terrible frustración, una desazón continua, una tremenda impotencia. Pero poco a poco algo fue cambiando en mí. Lo fui asumiendo, incorporando, interiorizando y ese proceso de autoaceptación desembocó en un hecho irremediable e irreversible: hoy soy un robot.  

Supongo que mis seres más cercanos se verán afectados por esta declaración.  Pero deben entender que en un momento como el que vivimos, tener una madre, esposa, hija o amiga robot es algo genial. Además, espero y confío en no haber perdido todas las cualidades ( o “skills” como se dice ahora) que me caracterizaban como humana.  Soy por tanto una combinación ganadora en estos tiempos modernos.

 En cuanto empiece a trascender mi nueva naturaleza, intuyo que recibiré interesantes ofertas de trabajo, me querrán entrevistar, saldré en televisión, grabaré podcasts y vídeos y hasta puede que hagan una serie de mi caso en Netflix.  No sé si estoy preparada para esta carrera de éxito. Intentaré no olvidar mis raíces y a todos los que un día creisteis en mí cuando fui humana. 

Feliz semana!

lunes, 1 de enero de 2024

Despropósitos de Año nuevo

¡Segunda oportunidad, segunda oportunidad! El que no logró cumplir los buenos propósitos de septiembre tiene una nueva oportunidad para hacerlo. El reloj se pone a cero. Tic tac, tic tac. Es el momento.

Me estreso.  Ni siquiera llegué a escribir los propósitos de septiembre. Menos mal. Dudo que haya cumplido alguno. Me pregunto si debo replanteármelos con la llegada de enero. Aunque ya ni sé si siguen siendo los mismos. 

En septiembre los propósitos suelen ser más cotidianos, hacer deporte, adelgazar o aprender inglés. En año nuevo, la gente se pone más profunda y se propone cosas como "disfrutar cada momento como si fuera el último." 

Lo cierto es que, en general, la mayoría de los propósitos suelen caer en el olvido (aunque habrá quien los cumpla, que hay gente para todo). Y a medida que avanza el año lo que empiezan a sucederse son ciertos despropósitos que, al contrario de los propósitos, no se suelen planificar, sino que ocurren sin más, cuando menos te lo esperas. Hay despropósitos que mandan al garete en un instante al más sólido propósito.

Los despropósitos, al contrario que los propósitos, están infravalorados.

Está muy bien tener propósitos. La mayoría  de ellos, sobre todo cuando se cumplen, son loables y nos hacen progresar y ser mejores.  Pero qué bien sienta de vez en cuando un despropósito, una locura, un disparate.

El orden y la coherencia suelen mantener a raya nuestras vidas. Y es bueno que así sea, si no, el "orden mundial" se nos iría de las manos y el resultado sería aún peor que el cambio climático. Pero no creo que debamos cerrar la puerta a cometer de vez en cuando algún que otro despropósito, cada uno en el grado que considere más oportuno ( o inoportuno)

Quizá para este año un buen propósito podría ser cometer más despropósitos.¿Nos atrevemos? Tenemos todo el año por delante....

¡Feliz 2024!