domingo, 31 de marzo de 2024

Soledad

Me siento a tu lado como cada tarde. Hoy no te he traído flores. Las de la semana pasada aún te duran.

Hoy he venido cargado de álbumes de fotos. No creo que tengamos tiempo para verlos todos. ¡Qué tontería!.  Tenemos todo el tiempo del mundo. No tengo nada mejor que hacer. Y supongo que tú  todavía menos. Aunque contigo nunca se sabe. 

Abro uno de ellos al azar. Mira, aparece Antoñito con pantalones cortos y tiritas en las rodillas. Qué guerra nos dio siempre, ¿te acuerdas? Recuerdo que hasta le teníamos que poner una chichonera porque iba dándose golpes en todas las esquinas. Qué inquieto era, siempre corriendo, saltando, atrevido, listo, sin miedo a nada. Me hacía sentirme orgulloso. Hace tiempo que no se nada de él.  Con lo cariñoso que era de pequeño. Ahora está siempre demasiado ocupado,  siempre viajando. Y sigue corriendo. Corre maratones en Nueva York, en Japón, hasta en Australia. Me pregunto qué meta persigue, de qué escapa o si acaso es que alguien le acecha. Si no, tanto correr no tiene sentido, ¿no te parece?.

Mira qué guapa sales en esta foto. Siempre fuiste la más guapa. Por eso yo la era la envidia de todos mis compañeros. Me casé con la más guapa. También la más lista y la más buena. ¿Te acuerdas de aquel día que llegué tan tarde a casa sin avisar? Qué mal te lo hice pasar. Llamaste a todos los hospitales convencida de que ne había ocurrido algo. Entonces no existían los teléfonos móviles. Pero pude avisarte desde una cabina y no lo hice.  Me enredé como lo hacía siempre que salía con Paco. Qué liante era Paco. Con él  no había manera de tomarse una sola copa. Lo pasábamos muy bien juntos.  Recuerdo que llegué  a casa y me diste un abrazo enorme.  Luego me regañaste mucho y hasta lloraste. Pero se te pasó enseguida. Tú eras así. Los enfados nunca te duraban. 

Mira esta foto.  Aquí sale Marga recién nacida. Que fea era. ¿Te acuerdas? Tú decías que era guapa pero era muy fea. Con esa nariz tan grande en esa carita tan pequeña. Luego mejoró, menos mal. Y siempre llorando. Menudas noches nos dio. Y mira hoy. Qué aplicada, qué responsable.  Me llama cada dia, aunque tampoco la veo. Hace meses que no viene a verme.Trabaja mañana y noche en el hospital. Hace muchas guardias. Y cuando no trabaja está tan cansada que sólo duerme.

Mira esta otra foto. Era una mañana de Reyes. Qué bonito lo preparabas siempre todo. Yo nunca te ayudaba. Sólo me gustaba beberme los vasitos de anís que dejaban los niños para los Reyes Magos, pero luego siempre me entraba el sueño y me animabas a acostarme. Tú lo preparabas todo, con la ilusión que le ponías a cada cosa que hacías.

Me acuerdo del disfraz de aventurero que le trajeron a Ricardito. Qué contento se puso. Qué poca vida le quedaba y no lo sabíamos. Siempre fue un niño muy delicado pero nunca imaginamos que nos dejaría tan pronto. Cómo sufrimos. Aquellos fueron los peores años de nuestra vida. Yo sufría por ti, por tu tristeza, pero te recuperaste. Lo hiciste por mi y por los niños. 

 ¿Y te acuerdas de este viaje? Te fuiste a Valencia con tus amigas. Llevabas semana preparándolo. Volviste cargada de regalos, siempre tan generosa y acordándote de todos. Con qué alegría te recibimos.  Recuerdo verte salir del coche, con aquel sombrero que tanto te gustaba y con tu sonrisa. Recuerdo tu abrazo al verme. Echo de menos tus abrazos. Ahora nadie me abraza. A los niños de Antonio sólo les veo en Navidad. De pequeños se me abrazaban a las piernas. Parecía  que me iban a tirar. Pero ahora son muy formales. Me dan besos de cortesía. Y Marga desde la pandemia ya ni besa ni abraza.  Como mucho me aprieta la mano. 

Pero no te preocupes, me organizo  bien. Hago las recetas que me enseñaste.  Lo que mejor se me da es el arroz con pollo. A veces lo hago el lunes y me dura toda la semana. Ya sabes que nunca me gustaron las sobras. Pues ahora me gustan mucho. Encarnita, la del segundo, cada tarde me trae un tupper  con lo que les sobra de la comida y con eso ceno. Y cocina muy bien, así que se lo agradezco mucho.  

Ahora también llevo tirantes. Todos  los pantalones me quedan grandes. Llevo tiempo adelgazando.  No te lo debería contar para que no te preocupes. Tengo que llevar los pantalones a una costurera pero eso era algo que siempre hacías tú. No sabría ni qué decir. Es una tontería, ya lo sé. No me regañes.  Todo lo demás lo hago yo y no se me da mal. Hasta plancho. Tardo más de una hora en planchar una camisa.  Cuando plancho una manga se me arruga la otra. Es muy difícil planchar.  No me habías avisado.

Se me está  haciendo tarde. No quiero dejarte sola. Tengo muchas ganas de estar contigo. Aquí  ya no pinto nada. Mañana te traeré  flores. Y pasaré  las otras a la tumba de al lado, la que no cuida nadie. Adiós mi amor.  Hasta mañana. 

domingo, 10 de marzo de 2024

Amor imposible

Llevo días obsesionado. No paro de pensar en Ella, día y noche. Me quita el sueño. Invade mis pensamientos. 

Temo que Pamela, que es extremadamente sensible, haya notado algo. Pamela tiene un sexto sentido muy desarrollado. Sabe siempre cómo me siento y lo que pienso, me asusta.

Estoy deseando salir a la calle y cruzarme con Ella. Cuando la veo se me dispara la adrenalina. Siento una irremediable tentación de acercarme a hablar con Ella, de estar cerca, de mirarla directamente a los ojos. Esos ojos rasgados, verdes y profundos. 

Pero siempre que salgo a la calle lo hago con Pamela. Siempre ha sido así. Siempre juntos. Pamela no hace nada sin mí y yo no hago nada sin Pamela. Creo que sospecharía si un día me viese salir solo a la calle.  No me dejaría  hacerlo. 

Hasta que Ella apareció en mi vida, me gustaba mi especial relación con Pamela, nuestra rutina sin variaciones. Sé que siente mi dueña y como tal actúa, pero nunca me ha importado. Al contrario, siempre ha sido motivo de orgullo. Sé que Pamela me necesita y eso siempre me ha hecho sentirme útil. Nunca he sido nada sin Pamela. Siempre la he querido, un amor sin fisuras, o al menos eso pensaba. El uno para el otro. Pero desde que Ella ha aparecido en mi mundo  todo ha cambiado.

Cada día, cuando nos cruzamos por la calle, no puedo dejar de mirarla. Ella debe haberlo notado. Me siento atraído por su elegante forma de andar, por el movimiento sinuoso de su cuerpo, por el misterio que irradia. Ella es muy misteriosa. Aparece cuando menos me lo espero. Y tan rápido como aparece, desaparece. Se mezcla entre la gente. A veces pasa muy cerca y me roza. Siento un escalofrío. Una vez incluso rozó a Pamela. Me puse muy nervioso. Pamela lo notó pero no adivinó el origen de tanto nerviosismo. Cuando volvimos a casa me preguntó y yo, turbado, no supe qué responder.

Tengo ganas de dejar a Pamela. Es un pensamiento loco, irracional, lo sé. Quiero dejarlo todo y huir con Ella. Quiero renunciar a mi vida acomodada y lanzarme a la aventura.

Sé que Ella y yo pertenecemos a mundos distintos. Ella es libre, coqueta, atrevida, independiente, solitaria, entra y sale, va y viene, no  tiene ataduras. Yo llevo años atado a la misma persona, repitiendo idénticas costumbres,  aburguesado, anestesiado. Me he vuelto lento, previsible y aburrido.

Doy vueltas sin parar. No sé que hacer, qué  decisión debo tomar. No quiero herir a Pamela pero mi atracción por Ella cada día es mayor. Me siento infiel antes de serlo. Es un sentimiento desconocido para mí.  Si hace unos meses alguien le hubiese preguntado a Pamela mi mejor cualidad, hubiera dicho que la fidelidad.  ¡Ay, si Pamela supiese!. Sólo de pensarlo, tiemblo. Pobre Pamela. ¿Qué hará sin mí? No se merece un final así.

Hoy me he levantado dispuesto a tomar una decisión drástica. Hoy me siento capaz de todo. Ella tiene varias vidas pero yo sólo tengo una y debo aprovecharla. He pensado en escapar de mis ataduras. No será fácil, lo sé, pero asumo el riesgo. Estoy firme.

Pamela duerme tranquila. Se llevará un enorme disgusto, pero se le pasará. Se recuperará. Es fuerte y acostumbrada a sobrevivir.

Me acerco sigiloso a la puerta. Miro mi correa colgada en el perchero. Ya no la necesito. De pronto, oigo un ruido. Me giro y miro hacia la ventana de nuestra pequeña buhardilla, y entonces la veo. Ella ha saltado desde el tejado de enfrente y erguida, me observa a través del cristal. Parece saludarme con su mágica cola. Al mismo tiempo oigo a Pamela. Sé acaba de despertar y me llama,  extrañada de no encontrarme a los pies de su cama como cada mañana.  Corro veloz para ayudarla y que no tropiece.  Ella huye, cruza a otro tejado. Pamela se agacha y me mira sin verme. Me acaricia. Miro sus ojos opacos. Es hora de olvidarse de la gata hechicera.

Feliz semana!

martes, 16 de enero de 2024

Soy un robot

Soy un robot. Llevo un tiempo sospechándolo. Me surge la duda de si lo habré sido siempre o habré mutado recientemente. Creo más bien que es algo reciente. Pasé de ser humano a ser robot.

Supongo que en plena revolución digital, es normal que estas cosas pasen. Uno lee cosas extrañas y piensa que nunca le va a tocar hasta que le toca. A mí me ha tocado una mutación digital.

La gente no lo nota porque no se me nota. Aparentemente sigo siendo la misma.  El mismo cuerpo, la misma cara, los mismos ojos, la misma forma de mirar, la misma sonrisa, la misma manera de andar.  Sigo comiendo y durmiendo. Siento y padezco. Río y lloro. Tengo frío y calor. No tengo teclas, ni antenas, ni interruptores. No tengo motor ni se enciende en mí ninguna luz. No tengo rayos X.  Supongo que los robots modernos somos así. Parecemos humanos pero no lo somos.

Cuando lo cuento, la gente no se lo cree, pero yo insisto. Entonces me pellizcan, me ponen a prueba, me miran raro y desconfían. Alguno pensará que he perdido la cabeza.  ¿Cómo te ha podido ocurrir? me preguntan.  La respuesta es muy simple: a fuerza de intentar desbloquear mis contraseñas.

Indique usted cuántos camiones (camiones, bicicletas, semáforos, casas, árboles, carreteras…) ve usted en las fotos para que sepamos que no es usted un robot” te preguntan para desbloquear una contraseña.  Soy incapaz de superar correctamente la prueba. 

Repita usted las letras, distorsionadas y deformadas, que aparecen en la pantalla para que sepamos que no es usted un robot”. Imposible repetirlas, no doy una. Me resulta más difícil aún que acertar en el oculista con un ojo tapado. 

Cada día desde hace años me someto a este tipo de pruebas endiabladas y cada día más enrevesadas, porque todo hoy requiere una nueva contraseña. Además, las contraseñas ya no pueden ser el día de tu cumpleaños, la fecha de nacimiento de tus hijos o el día de tu boda. No, ahora se necesitan contraseñas robustas, sofisticadas y sobre todo, imposibles de recordar, que además no puedes escribir en ningún sitio porque los hackers te las pillan. 

Y puesto que mi memoria cada día disminuye y con ello, mi capacidad de retener contraseñas, el resultado es que todas las páginas on line a las que intento acceder terminan tachándome de robot. Y a fuerza de decírmelo y repetírmelo, han podido conmigo, han minado mi autoestima, han destruido mi confianza y como consecuencia, he mutado en robot.  

Al principio, intentaba defenderme. “¡Soy una persona, soy una persona!” gritaba enfadada frente al ordenador. Pero era incapaz de demostrarlo.  El tema me originaba una terrible frustración, una desazón continua, una tremenda impotencia. Pero poco a poco algo fue cambiando en mí. Lo fui asumiendo, incorporando, interiorizando y ese proceso de autoaceptación desembocó en un hecho irremediable e irreversible: hoy soy un robot.  

Supongo que mis seres más cercanos se verán afectados por esta declaración.  Pero deben entender que en un momento como el que vivimos, tener una madre, esposa, hija o amiga robot es algo genial. Además, espero y confío en no haber perdido todas las cualidades ( o “skills” como se dice ahora) que me caracterizaban como humana.  Soy por tanto una combinación ganadora en estos tiempos modernos.

 En cuanto empiece a trascender mi nueva naturaleza, intuyo que recibiré interesantes ofertas de trabajo, me querrán entrevistar, saldré en televisión, grabaré podcasts y vídeos y hasta puede que hagan una serie de mi caso en Netflix.  No sé si estoy preparada para esta carrera de éxito. Intentaré no olvidar mis raíces y a todos los que un día creisteis en mí cuando fui humana. 

Feliz semana!

lunes, 1 de enero de 2024

Despropósitos de Año nuevo

¡Segunda oportunidad, segunda oportunidad! El que no logró cumplir los buenos propósitos de septiembre tiene una nueva oportunidad para hacerlo. El reloj se pone a cero. Tic tac, tic tac. Es el momento.

Me estreso.  Ni siquiera llegué a escribir los propósitos de septiembre. Menos mal. Dudo que haya cumplido alguno. Me pregunto si debo replanteármelos con la llegada de enero. Aunque ya ni sé si siguen siendo los mismos. 

En septiembre los propósitos suelen ser más cotidianos, hacer deporte, adelgazar o aprender inglés. En año nuevo, la gente se pone más profunda y se propone cosas como "disfrutar cada momento como si fuera el último." 

Lo cierto es que, en general, la mayoría de los propósitos suelen caer en el olvido (aunque habrá quien los cumpla, que hay gente para todo). Y a medida que avanza el año lo que empiezan a sucederse son ciertos despropósitos que, al contrario de los propósitos, no se suelen planificar, sino que ocurren sin más, cuando menos te lo esperas. Hay despropósitos que mandan al garete en un instante al más sólido propósito.

Los despropósitos, al contrario que los propósitos, están infravalorados.

Está muy bien tener propósitos. La mayoría  de ellos, sobre todo cuando se cumplen, son loables y nos hacen progresar y ser mejores.  Pero qué bien sienta de vez en cuando un despropósito, una locura, un disparate.

El orden y la coherencia suelen mantener a raya nuestras vidas. Y es bueno que así sea, si no, el "orden mundial" se nos iría de las manos y el resultado sería aún peor que el cambio climático. Pero no creo que debamos cerrar la puerta a cometer de vez en cuando algún que otro despropósito, cada uno en el grado que considere más oportuno ( o inoportuno)

Quizá para este año un buen propósito podría ser cometer más despropósitos.¿Nos atrevemos? Tenemos todo el año por delante....

¡Feliz 2024!

lunes, 18 de diciembre de 2023

Buscando la paz

Leo hoy que lo que ahora está de moda para luchar contra el estrés y encontrar la paz y el equilibrio es abrazar vacas. La gente en Inglaterra paga 60 libras por pasar un rato en una granja abrazados a una vaca, a la cual, supongo, alguien habrá tenido antes que domesticar. Yo a veces no distingo bien una vaca de un toro ( hay vacas muy bravas) así que, cuando lo pienso me da miedo.

Dicen que la temperatura corporal de las vacas es más alta que la nuestra y que tienen un pulso más bajo, por eso acurrucarse a su lado hace que te sientas muy a gusto. No dicen nada del olor. 

Otros abrazan caballos. Un caballo, así a priori, lo veo más amigable. Dicen que los caballos son sensibles y que pueden sentir tu tensión o tu tristeza y "que reaccionan sin juzgarte".  Me tranquiliza no ser juzgada por un caballo. Lo que no estoy segura es si vale abrazar a un pony o a un burro. Un burro parece menos "cool" aunque resulta muy navideño.

Hay quien abraza árboles. Lo probé  hace poco y no sentí gran cosa. Además hay que tener cuidado porque si lo abrazas muy fuerte es malo para el árbol y no se si encontrarás la paz pero a lo mejor hasta te cae una multa. 

Es curioso ver las maneras tan distintas y a veces tan complicadas que algunos tienen de buscar la paz interior mientras que a otros les basta con mirar el fuego de una chimenea, escuchar el sonido del mar,  disfrutar de un atardecer, o sentarse ante un altar.

Una amiga hace poco me dijo que sus mayores momentos de paz los alcanza cuando hace yoga a 45 grados de temperatura. Sólo de pensarlo me mareo,  pero la práctica tiene muchos adeptos así que algún efecto debe surtir. Otra amiga, para encontrar el equilibrio, necesita enfrentarse a pruebas de extremo rendimiento y corre maratones por el Sáhara y cosas así. Yo, que no me veo capaz ni de correr hasta la esquina, cuando me lo cuenta me siento un ser inferior.  Luego se me pasa.

Hace unos días vi la película Libres sobre la vida monacal.  Me encantó. Varias frailes y monjas de clausura cuentan sus vidas. Todos ellos transmitían un enorme sosiego. Sentí ganas de experimentar algo parecido. Parece que, de momento, lo de hacerme monja  de clausura no va a poder ser por una serie de razones que no vienen al caso. 

Me fascina la gente que transmite paz. Ojalá pudiese tenerlos siempre cerca. De la misma manera, intento huir de los que me la quitan, pero es prácticamente imposible, porque me acechan. Como no puedo escapar de los raptores de paz, lo que debo hacer es protegerla muy bien, cuando la tengo, porque a menudo la pierdo. Construir a su alrededor un muro resistente que cueste derribar.  Estoy buscando las mejores herramientas para hacerlo. Dudo que abrace vacas, suba al Himalaya  o corra maratones pero vaya por delante mi admiración para aquellos que de un modo u otro logran alcanzar la paz en este mundo frenético. Tiene su mérito.

Feliz semana!

lunes, 4 de diciembre de 2023

Calcetines sueltos

Siento un especial cariño por los calcetines sueltos. Me resisto a asumir que nunca encontraré a su pareja. En el fondo de mi cesto de la plancha hay siempre una capa de calcetines sueltos esperando que aparezcan sus iguales. 

Los calcetines sueltos  son uno de los grandes misterios de la Humanidad. Ni el agujero de ozono ni el mismísimo Triángulo de las Bermudas superan el misterio de los calcetines que desaparecen y nadie sabe a dónde han ido a parar.

Me pregunto si habrá lavadoras devoradoras de calcetines. Es una posible explicación. Lavadoras malvadas que disfutan destrozando parejas y triturando a uno de sus componentes.

Otra posible explicación es que algunos calcetines huyan por decisión propia, cansados de andar siempre al unísono del otro. No es tan raro. Andar siempre a la par debe resultar agotador. Pero... ¿ a dónde irán?

De ser así, siento tristeza por los pobres calcetines abandonados a su suerte. A un calcetín desparejado le cuesta recuperar su vida. Está practicamente abocado a acabar en la basura. Como mucho, le emparejarán por error con otro impar, pero rápidamente alguien se dará cuenta y deshará la nueva pareja. 

La vida suele tratar injustamente a los calcetines sueltos. Da igual que sean bonitos, caros, originales o calentitos, si no tienen pareja su futuro es incierto. 

Quizá alguno tenga la suerte de acabar en manos de una madre creativa. En tal caso podrán convertirse en marionetas con ojos y boca o hasta en un jersey para el hamster. Las madres creativas son capaces de hacer mil cosas con un calcetín desparejado. Pero me temo que son las menos. La mayoría, cansadas de buscar al compañero, terminan por tirar el pobre calcetín viudo.

A veces he encontrado calcetines escondidos en los lugares más recónditos. Una vez encontré un calcetín en el congelador, entre los hielos. Nunca supe cómo fue a parar allí. Me puse contentísima cuando fui al cesto de la plancha y allí encontré a su pareja abandonada hace años. Qué alegría les debió dar reencontrarse. Para celebrarlo, me los puse y salí descalza y orgullosa a dar un paseo. Desde entonces nunca jamás tiro un calcetín suelto.

Un día, un amigo me dijo que él siempre se ponía los calcetines desparejados, que le aburría que fueran iguales. Me gustó la idea. De vez en cuando la he puesto en práctica. 

Otras veces me veo tentada de convertir mi colección de calcetines sueltos en una bufanda o hacer una escultura con ellos, quizá así cobrarían nueva vida. Pero en el fondo, soy una romántica y prefiero pensar que un día volverá su amado y de nuevo patearán juntos la vida.

Feliz semana!!

domingo, 5 de noviembre de 2023

Reflexiones otoñales

Pasó septiembre indolente. Voló octubre como si nada. Llegó noviembre. Cayó el otoño. Nuevos colores. Huele a castaña asada. Los monstruos de Halloween han vuelto a ganar a los santos. Las luces de Navidad ya están instaladas.

Tic tac tic tac. No hay tiempo. Corremos. Como el conejo de Alicia. Producimos. Hacemos. Tenemos. No se si somos. Pero todo lo contamos. Agujeros negros. Vidas rosas.

Nuevas guerras en el horizonte. Más sangre y más muerte. Lloramos, pero sólo un rato. Realidades invisibles.  Ya no las vemos. Aunque no estén tan lejos.  Burbujas. Nos hacemos bicho bola.

La anestesia ha hecho efecto. No sentimos ni padecemos. Se vende España y no reaccionamos. 

Palabras huecas. Lugares comunes. Eufemismos.  Falsos líderes. Delirios de poder y grandeza. Jugar al olvido.  Desmemoria. 

Héroes anónimos. Brazos que acogen. Hombros sobre los que llorar. Los que siempre están y no presumen. 

Andar de puntillas o chapotear en cada charco. Nadar sin guardar la ropa. Hablar o actuar. Tomar partido. Aún a riesgo de perder.

¿Te atreves?

lunes, 9 de octubre de 2023

De procrastinar y otras lindezas

La primera vez que oí la palabra procrastinar pensé que se trataba de algún tipo de delito. Quizá una modalidad de asesinato con alevosía que en mi época no contemplaba el código penal. Luego me enteré de su significado y me extrañó no haberla escuchado nunca antes.

Pero así son las palabras. De repente algunas se ponen de moda y otras caen en desuso. Procrastinar existe desde hace muchos años, de hecho, proviene del latín, pero antes nadie la usaba. Si a un señor de 80 años le hablas de procrastinar dudo mucho que te entienda.


Lo mismo pasa con la famosa resiliencia, una palabra que se ha vuelto muy cansina. A la gente se le llena la boca con eso de que hay que ser resiliente. Me pregunto qué éramos antes y cómo sobrevivíamos, siendo simplemente resistentes.

Ahora tienes que ser resiliente y por supuesto holístico, otra palabra de moda. Todo hoy es holístico. La vida hay que abordarla de manera  holística. Las estrategias son holísticas. Como lo son los planteamientos, los enfoques, las miradas, los pensamientos y los conceptos. Lo contrario es ser corto de mira y eso es muy malo. Yo, cuando algo no lo enfoco holísticamente, me excuso en que soy miope. No cuela.

Y si ya entramos en los anglicismos, sobre todo en el mundo empresarial, pero que cada día van infiltrándose más en el lenguaje cotidiano, entonces ya sí que no hay quien entienda nada. La gente ya no intercambia ideas hace brainstorming, no llama, tiene conference calls, no asesora, hace coaching, no acumula experiencia sino know-how, no tiene pasado, tiene background,  no compara,  hace benchmarking.... La lista podría ser interminable.

También ocurre en el mundo de la moda, donde lo grande es oversize,  el color piel es nude, lo acampanado es flare  y el desaliñado de toda la vida es ahora grunge.

Una pena que siendo nuestra lengua tan rica tengamos que recurrir a tanto anglicismo. Pero supongo que hablar así resulta más moderno. Lo peor es que poco a poco estas palabras en inglés acabarán formando parte de nuestra lengua como hoy le pasa a jean, friqui, clic, o taper.

Otras pobres palabras, sin embargo, han caído en desuso y ya casi nadie las utiliza como alcoba, patatús, soponcio, melifluo, melindres, papanatas, pusilánime, mequetrefe... A mí me encanta usarlas y noto que a veces la gente no las entiende. Debo ser ya "viejuna". Curioso esto del lenguaje.

La Real Academia del Español, la RAE, tiene un proyecto muy interesante para proteger el buen uso de la lengua en el ámbito de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías. Me parece importantísimo. Claro que a este paso van a hablar mejor los robots que las propias personas. Y si a esto unimos la Torre de Babel del Congreso y la ultradefensa absurda del uso de lenguas minoritarias por encima del español, el panorama resulta preocupante.

 Y ya puestos...  pues... Au revoir!!

Feliz semana!!

lunes, 4 de septiembre de 2023

Septiembre, ay septiembre....


Ayer sacudí mi bolsa de la playa y cayó una caracola, último vestigio de agosto. Carpetazo final a las vacaciones. Bienvenido septiembre.

En septiembre declina el verano y se presume el otoño. Se acortan los días y llegan las lluvias.

Hay a quien le encanta septiembre, hay gente para todo. Yo llego a septiembre agotada, perezosa. Lejos de cargar pilas en agosto, creo que es el mes en el que acabo de gastarlas del todo. En septiembre necesito un chute extra de energía.

Septiembre es el mes de la cuesta, es un mes que requiere mucho esfuerzo. En septiembre toca aterrizar, retomar rutinas,  regresar a la “normalidad”, recuperar costumbres y ritmos. Cuesta madrugar, trabajar, cuesta la vuelta al cole, cuesta renunciar a la siesta, cuesta volver al orden, o al caos, depende como se mire.

Septiembre tiene mucho en común con febrero, es un mes efímero, que intentas sortear como puedes, es el mes que quieres que sea agosto y que casi sin darte cuenta se convierte en octubre.  También es primo hermano de enero, es el segundo inicio del año, un mes cargado de buenas voluntades y grandes propósitos, de planes, de inicios o reinicios más o menos ilusionantes, que a medida que pasan los meses se van desinflando, con la tranquilidad de que lo que no se inicia en septiembre siempre se puede retomar en enero.

Septiembre es un mes nostálgico, en el que revives con melancolía el verano. Es un mes de añoranzas, de echar de menos.

 Es el mes de enfrentarse al espejo, de darse cuenta de lo poco que dura el moreno y lo mucho que cuesta deshacerse de los kilos que te regaló alegremente agosto. 

Es el mes de enterrar sueños irrealizables, el mes del quiero y no puedo, el mes en el que sueñas con montar un chiringuito al borde del mar pero tu irremediable destino es la oficina.

Es el mes de los reencuentros, de la alegría de volver a verse, de compartir recuerdos. Es el mes en el que llegaban las postales, cuando aún se mandaban.

Es el mes en el que uno querría seguir dejándose mecer por la desidia pero toca recuperar las riendas de la vida, de la real. Es el mes en el que toca de nuevo hacerse fuerte. Es el mes del silencio, tras el bullicio de agosto. Es un mes tornasolado, en el que las ondulaciones del verano se entremezclan con reflejos otoñales.

Septiembre, septiembre… ay septiembre... Y lo peor es que dentro de nada... diciembre!!!

Feliz semana!

lunes, 10 de julio de 2023

La vida en sobras

Hay un tema aparentemente banal que siempre me intriga: quién se come las sobras en cada casa.

Cuando yo era pequeña era mi madre la que se las comía. Otras veces las convertía en algo que nada tenía que ver con la naturaleza originaria de la sobra. Mi madre siempre ha sido una especialista en disfrazar las sobras.Una vez convirtió unas sobras de pollo en sardina escabechada. Ignoro cómo lo hizo. 

Las sobras tienen personalidad propia. Hay sobras emocionantes, que descubres  de manera inesperada y te alegran el dia. Otras son infinitas, nunca se acaban y les coges manía. A algunas les crece pelo y terminan mustias en la basura. Hay sobras atractivas, por las que la gente se pelea, y sobras cotidianas, que nadie quiere. También hay sobras que desaparecen por arte de magia y nadie reconoce haberse comido.

Los más ahorradores siempre se comen las sobras. Los más vagos también. Los más creativos las transforman en cualquier cosa.

La gestión de las sobras requiere un asombroso despliegue de tuppers.  A veces no hay tuppers para tanta sobra y otras veces no hay sobras para tanto tupper.

En mi casa siempre hay un día dedicado a las sobras. Ese dia intentamos liquidarlo todo. Las sobras de sobras no hay quien las quiera.

Supongo que no tiene sentido luchar contra el cambio climático o contra la pobreza en el mundo y no comerse las sobras. Los grandes cambios siempre empiezan por los pequeños gestos. La alternativa es atacar la cuestion en su raíz, es decir, como dice el refran " la del pobre: reventar, antes que sobre".

A menudo me pregunto cómo gestionamos las sobras de la vida, bienes intangibles de enorme valor. Me refiero a sobras como las de tiempo. 

Estamos tan poco acostumbrados a que nos sobre tiempo que cuando nos pasa no siempre sabemos qué hacer con él. A veces son sobras muy pequeñas como cuando te anulan una cita y te sobra una hora. Otras veces son sobras enormes, como sucede cuando tu ritmo de vida cambia de repente y ya no sabes qué hacer con tu tiempo. Si el tiempo se pudiese comercializar en tuppers, algunos se harían de oro. Otros en cambio se arruinarían de tanto comprar tiempo y nunca tendrían suficiente. 

Creo que conviene analizar de vez en cuando la gestión de sobras de nuestra vida. Estoy segura de que nos sorprendería comprobar todo lo que desperdiciamos...

Feliz semana!