lunes, 18 de febrero de 2019

Cajas de arena

Últimamente no paro de oír la palabra “sandbox”. Es el anglicismo de moda, al menos, en determinados entornos, como el financiero. Lo leo en la prensa, lo oigo en la radio, me hablan de “sandboxes” en las reuniones.  Por fin me he puesto al día y he conseguido descubrir lo que significa una sandbox.  Es algo así como un campo de pruebas acotado para modelos de negocio que todavía no están muy desarrollados. 

Quien lea mi definición y no sepa de qué va la cosa, probablemente se quede igual que estaba yo, o sea, a por uvas, pero no pretendo, ni mucho menos, entrar a explicar las sandbox en este post.  Al revés. 

Y es que, dejando al lado los tecnicismos, la palabra “sandbox” ( caja de arena si lo traducimos literalmente) me resulta tremendamente evocadora. Sandbox, caja de arena... Una caja llena de arena para mí es una caja con un trocito de playa, que cuando la abres huele a playa, a mar, a sal, a sol, a crema.. 

Una simple caja de arena tiene el poder de traer a mi mente el recuerdo de muchos veranos, de baños, risas, paseos, conchas, castillos, nombres escritos con un palo, olas, espuma que sube y baja, estrellas de mar, cangrejos,  piedras con mil formas,  cristales mágicos redondeados por el agua, pies descalzos, pisadas, huellas,  gaviotas,  peces… Todo eso viene a mi mente cuando pienso en una caja de arena.


Y pienso entonces lo genial que sería tener “cajas de evocación”, cajas con tus recuerdos favoritos  a las que poder recurrir cuando la realidad se ensombrece. Podrían ser cajas o pequeños frascos de recuerdos destilados. Frascos que al abrirlos y oler su perfume te transportasen a otra época, a veces casi a otra vida.  Su uso seguramente debería estar sujeto a normas. De lo contrario, algunos no pararían de abrir determinadas cajas y de tanto evocar el pasado se perderían el presente e incluso el futuro.  Quizá algunas cajas solo se podrían abrir en ocasiones muy limitadas y luego se evaporarían. Eso te haría pensártelo muy bien antes de abrirlas y a la vez le daría mayor valor a tus recuerdos. Si no fuera así, los recuerdos poco a poco perderían valor y correrían el riesgo de desfigurarse o deformarse por un uso excesivo.  Imagino cajas evocadoras de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, de mi madurez…


Pero si profundizo en mis recuerdos para atraparlos y envasarlos, me doy cuenta de que para la mayoría no necesito cajas grandes, sino más bien muchas cajas pequeñas. Porque los recuerdos lejos de ser grandes “ etiquetas” ( infancia, juventud, viajes, colegio…) son pequeños momentos que no se te olvidan, que se han quedado grabados en tu memoria, imágenes a menudo acompañadas de olores, de sensaciones, de sentimientos, de sonidos..  Ese rincón escondido al que acude tu mente cuando el anestesista te dice “piense usted en algo placentero”. 
 Un paseo en bici,  una mañana de un  6 de enero, una canción cantada a pleno pulmón, una tarde de risas, una puesta de sol, una manita que te agarra tu dedo, un guiño, una buena noticia inesperada. Lo que a menudo llamo “momentos retina”, momentos que hay que congelar, que atrapar, que envasar o destilar, que no pueden volar.

Los recuerdos hacen lo que somos, nos transportan a lo que fuimos e influyen en lo que un día seremos. Son el eje que atraviesa nuestra vida. No dejemos que la velocidad y la  inercia llenen de polvo la estantería de nuestras “sandbox” favoritas.

Feliz semana!!