jueves, 17 de mayo de 2018

Virtual pink

Esta mañana, un amigo sincero, al hilo de mi último post viajero me criticaba, con cariño, mi manera superlativa de hablar. Según él, para mí todo es genial espectacular, ideal, precioso, maravilloso..

Le dí la razón. Sí, soy así, qué le voy a hacer. Tiendo al optimismo y suelo ver lo bueno de la vida. Cuando algo me gusta, me suele encantar, cuando me lo paso bien, me lo paso genial y si algo es bonito, para mí es ideal. Hay veces que exagero lo reconozco pero la mayoría de las veces, lo siento tal cual. Mis expresiones son tan superlativas como lo suelen ser mis emociones. Las expresiones se pueden controlar y modular pero las emociones es más difícil. Cada uno siente y se emociona a su manera.

La cosa es que el comentario de mi amigo me ha hecho reflexionar sobre lo que está ocurriendo últimamente a través de la redes sociales. La gente parece vivir un mundo color de rosa. Un mundo en el que todos son  guapos y estilosos, hacen viajes maravillosos, comen y cenan en sitios de moda, hacen planes especiales, se divierten en todo momento. Cuando uno tiene una cierta edad y cierto equilibrio, sabe distinguir bien estos pantallazos superfluos de la realidad que esconden.  Lo vemos, lo admiramos si hace falta, damos al “like” si nos apetece y seguimos con lo nuestro, cada uno con su vida, mejor o peor, con sus alegrías y sus penas, pero sobre todo verdadera y nuestra.


Pero me preocupa cómo puede afectar todo esto a nuestros niños y adolescentes. A los que no tienen la suerte, o la desgracia, de tenerlo “todo” ( ese todo que ellos se fabrican en su cabeza) o aun teniéndolo “todo”, no son capaces de verlo y de valorarlo.

Me da miedo que la vida de nuestros hijos se convierta en un puro “postureo”, en una obsesión por gustar a los demás, en un conjunto de instantáneas, en un culto a la falsa perfección.  Me da miedo que se dejen deslumbrar por el falso "virtual pink", ese rosa chillón del que viste a menudo el mundo virtual. Me da miedo que la vida sea para ellos una pura fachada , que se convenzan de que lo de los demás es siempre mejor que lo suyo, y que brote en ellos la insatisfacción continua, muy peligrosa a determinadas edades.

Como madre, me siento responsable de evitar que esto pase, así que no paro de lanzar “pildoritas educativas” sobre el tema a mis hijos… Noto que me miran con cara de “ de qué habla mi madre?” pero yo, por si acaso, ahí las lanzo. Espero que no caigan en saco roto y que sean capaces de vivir “sabiamente” su vida, sea cual sea la suerte que les depare.

Feliz semana!

martes, 15 de mayo de 2018

Viaje a la Alsacia


Hoy toca post viajero! Hace unos días visitamos una región de Francia maravillosa, la Alsacia.

Desde Madrid volamos a Basilea, un aeropuerto transfronterizo, en el que dependiendo de la puerta por la que salgas, estás en Francia, en Alemania o en Suiza.  A mis hijos les encantó eso de pisar en 1 minuto tres países!.

En Basilea alquilamos un coche y de allí rumbo a Colmar, el pueblo que nos ha servido de base para nuestro recorrido por la preciosa Alsacia.






Colmar es un pueblo encantador, donde no puedes parar de hacer fotos, uno de los más visitados de la zona.  Calles empedradas, coloridas casas de madera, tiendas ideales, preciosa catedral, pastelerías de morirte, y la zona más bonita, la Petite Venise, absolutamente pintoresca, con sus canales y sus barquitos.




En Alsacia hay muchos pueblos que recorrer, todos preciosos y rodeados de viñedos. Las carreteras  que los unen también son muy bonitas, y como fondo, la cordillera de los Vosgos, verdes y frondosas. Nosotros visitamos 5 pueblos, además de Colmar, a cual más bonito:

Eguisheim. Además de las típicas casas coloridas típica de la región, este pueblo tiene una característica muy curiosa y es que tiene forma circular. Es como una especie de laberinto, en el que, por cierto, no me importaría nada perderme. Está considerado como uno de los pueblos más bonitos de Francia y no me extraña. Maravilloso.



Kaysersberg. Un pueblo medieval de cuento, bañado por el río Weiss, con un montón de casitas pintorescas con entramados de madera, situadas en preciosas calles estrechas y adoquinadas.




Ribeauvillé. En plena ruta vinícola alsaciana, rodeado de viñedos, precioso, con sus restos de muralla bordeando sus límites. 



Riquewihr.  Otro de los pueblos más bonitos de Alsacia. Atraviesas el Ayuntamiento (Hôtel de Ville) y literalmente aterrizas en medio de  un cuento de los hermanos Grimm. Tal cual. En cualquier momento piensas que de algún rincón van a asomar Hansel y Gretel. De hecho, creo que hasta los ví!. es tan bonito y está tan cuidado que parece un decorado.


Obernai. Un bonito pueblo medieval muy bien conservado, algo más alejado de Colmar, pero que al que merece la pena acercarse. Muy auténtico.




Muy cerca de Colmar está también Estrasburgo, una ciudad que no hay que perderse. Su catedral es espectacular, sus placitas, como la Place Kleber, o la Place Gutemberg, encantadoras, y la zona de los canales, la Petite France, una delicia. En Estrasburgo dan ganas de quedarse a vivir, es una ciudad agradable, muy verde, y muy animada. 





Desde allí aprovechamos para acercarnos a Baden Baden, la ciudad balneario, ya en Alemania, que fue lugar de descanso de la alta burguesía europea durante el siglo XIX. Preciosa, elegante y chic.





Otro día fuimos a Friburgo, una ciudad universitaria, llena de vida y rodeada de bosques. Su Munsterplatz, plaza de la catedral, es preciosa, y la catedral impresionante, con sus maravillosas vidrieras. En la Munsterplatz nos tomamos un fantástico bocata de salchicha alemana. Uhmmm! Con bien de mostaza y de cebollita. Super light!



El último día, hasta nos dio tiempo a pasearnos un rato por Basilea (casi perdemos el avión, eso sí). Nos pareció una ciudad muy bonita, a orillas del imponente Rin. Fue una visita relámpago, que nos dejó con ganas de volver.



Y por supuesto, en Alsacia, como en toda Francia, se come de lujo.






En esta región hemos descubierto las tartes flambées, una especie de pizzas de masa finísima, con una base de salsa de nata, que están deliciosas; el queso Munster, riquísimo; el mítico choucroute; el famoso baeckeoffe, un estofado de cerdo con patatas macerado en vino blanco, los espárragos blancos, los bretzel, el pain d’épices…  Sin olvidar los vinos alsacianos, claro está.  Todo riquísimo.

En fin, que es un viaje 10,  lleno de encanto y muy recomendable!!! Vive la France!

¡Feliz semana!