domingo, 4 de agosto de 2024

Hoy va de huevos


Entro en casa y encuentro a mi marido  vestido de jardinero. -Hay huevos en el jardín- me dice muy serio. 

Qué manera tan rara de recibirme. Más normal me hubiese resultado que me hubiera dicho que no había huevos en la nevera.

 - Espero que no sean de dinosaurio- se me ocurre contestarle, pero no me asomo al jardín para verificar de qué o quién pueden ser los huevos. Prefiero seguir en la inopia.

- No te veo preocupada. -¿Acaso debo estarlo?.

  -Hay cientos de huevos- me contesta con los ojos muy abiertos.

 Yo, en cambio, cierro los ojos y comienzo a imaginar mi jardín plagado de huevos enormes, como en una película de ciencia ficción. 

De esos huevos puede salir cualquier cosa. Extrañas criaturas, gremlins, pájaros voraces, arañas peludas, gusanos de mil patas, patos asesinos, pollos descabezados, lagartos verdes, niños extraterrestres. Puede ser una plaga, un ataque desde otro mundo, o una maldición. Quizá algún tipo de profecía. 

Me da miedo salir al jardín. Quiero salir corriendo. Avanzo  tímidamente hacia la puerta. Oigo ruidos extraños. Como pequeños chasquidos. Me imagino los huevos eclosionando y a sus moradores asomándose al mundo. 

¿A quién devorarán primero? Doy un paso hacia atrás. Me entra el pánico. No quiero ser yo la devorada, pero  tampoco quiero quedarme viuda tan joven. Temo que mi marido haya desaparecido ya en las fauces de un extraño animal. Qué triste final.  A él que siempre le asustaron los perros, quién le iba a decir que acabaría devorado por una extraña criatura en su propia casa. Qué injusta es la vida. Con lo que siempre cuidó el jardín. Cuántos grandes momentos hemos vivido en él. Ahora quedará proscrito para siempre. ¿Y cómo se lo contaré a mis hijos?. Saldremos en los periódicos, en las televisiones.  Cómo podía yo imaginar semejante desgracia a la vuelta de la esquina. 

He dejado de oír los chasquidos. Me atrevo a dar unos tímidos pasos. Estoy temblando. Abro poco a poco la puerta del jardin. Quizá sea lo último que haga. Me santiguo.

Mi marido está  de espaldas. No hay rastros de un suelo huevo. No hay criaturas extrañas. Mi marido fumiga tranquilo el rosal. Ha acabado con todos los huevos. 

Como la vida misma. 

Muchos miedos sólo habitan en nuestro pensamiento. Allí crecen y nuestra imaginación los convierte en seres aterradores que nos impiden movernos. Seres que van creciendo y que cada vez nos provocan mayor terror. A veces sólo hace falta atreverse a encararlos para descubrir que no eran como imaginábamos sino mucho menos temibles. Sólo así los venceremos.

Feliz semana.