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Inflar la lengua

La semana pasada, mientras paseaba al perro por el parque, escuché la conversación de dos madres jóvenes. Comentaban orgullosas lo bien que "interactuaban" sus hijos en los columpios. Miré a los niños y me pareció que más que interactuar simplemente jugaban, como todos los niños lo han hecho toda la vida. Ingenua de mi, pensaba que la tendencia a "hablar raro" que ahora tiene mucha gente era algo exclusivo del ámbito empresarial. Pero parece que no. Parece que poco a poco está invadiendo otros ámbitos y cada vez hay más gente que habla raro. En las empresas todo es holístico, disruptivo, sistémico y sinérgico. La gente habla de plataformas, ecosistemas, resiliencia, palancas, flujos y narrativas. Y una de cada 3 palabras es un anglicismo: insights, KPIs, performance, benchmark, mindset ... La lista es interminable. Hablamos así y nadie se asombra, y aparentemente, todo el mundo sabe de lo que habla.  En las empresas nos hemos vuelto muy modernos, muy absurdos o mu...
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Inventario de objetos absurdos

Hay objetos en mi casa que no sirven para nada, pero que me encanta acumular. Tengo, por ejemplo, una tendencia irrefrenable a acumular bolsas de tela. Las suelo usar para guardar zapatos en la maleta. Tengo más de cien. Tengo muchas mas bolsas que zapatos. Las más de cien bolsas ocupan dos cajas en mi armario.  Podría tirar al menos la mitad, pero lo cierto es que no soy capaz de hacerlo. Como mucho,  bajo unas cuantas al coche para cuando vaya a hacer la compra. Y cuando voy a hacer la compra, nunca las uso porque se me olvidan. En este mismo orden de cosas, guardo bolsas de papel ( sólo las buenas) y bolsas de plástico ( cada vez menos desde que se han convertido en objeto diabólico no vaya a ser que acaben en la tripa de una ballena en extinción). También tengo varias cajas llenas de cables. En plena época del Bluetooth, de la conexión inalámbrica y hasta de la telepatía digital, no acierto a encontrar la razón de guardarlos. Pero tengo la esperanza de que un día algo impo...

Vivir entre paréntesis

Julio Cortázar hablaba de los días entre paréntesis. Días que no pertenecen a ningún tiempo, que se abren como un paréntesis en medio de la frase incesante que es la vida. Los días entre paréntesis no son días de acción, tampoco de espera. Son días  de suspensión. De estar al borde de algo.  Son intervalos de quietud, como si el tiempo se plegara sobre sí mismo. Cuando ya ha pasado lo que tenía que pasar y todavía no ha llegado lo que vendrá. Vivir entre paréntesis es vivir suspendido entre dos certezas. Es cuando una puerta se ha cerrado y otra aún no se ha abierto. Cuando el ruido exterior se apaga y queda sólo el murmullo interior, ese leve presentimiento de que algo, en silencio, va a llegar. Es un estado provisional, pero podría ser eterno. En los días entre paréntesis a menudo ocurre lo esencial: el pensamiento, la conciencia,  hasta la revelación. Quizá es en los paréntesis donde se forma lo que seremos, los pliegues invisibles en los que la vida, sin ruido, se aco...

A mi plin

Los investigadores alertan de que el abuso de la IA en la elaboración de textos empieza ya a notarse en el tono artificialmente correcto de muchos discursos: frases cortas, impecables, directas, pero sin emoción. Es decir, estamos empezando a escribir y hablar como robots. Me niego a hablar como un robot, así que he decidido empezar a rescatar palabras en desuso, que me encantan. Algunas son auténticas antiguallas y por eso me gustan, porque un algoritmo nunca las utilizaría. Una de mis favoritas es patatús . Que te de un patatús no tiene nada que ver con desmayarse, mucho más vulgar sin duda. De la misma manera prefiero " pasármelo pipa " antes que “vivir una experiencia extraordinaria". También estoy rescatando algunos adjetivos con personalidad propia de los que ya nadie se acuerda, como pizpireta , tragaldabas o jacarandosa . Y encuentro mucho más divertido insultar con palabras como mequetrefe , papanatas o pelagatos que hacerlo con el manido y malsonante gil...

Soledad invisible

Leo hoy que un hombre ha aparecido muerto en su casa. Llevaba 15 años muerto. Quince años. Quince cumpleaños. Quince Navidades. Quince veranos. Y nadie lo echó de menos.  Tenía una ex mujer y dos hijos. Supongo que también vecinos y algún que otro amigo. Pero nadie llamó a su puerta. Nadie preguntó. Nadie dijo: “Hace mucho que no sé de él”. Nadie se preocupó lo suficiente como para investigar dónde podía estar. ¿Se puede desaparecer así del mundo sin que nadie lo note? Pienso en los hijos. Quince años dan para muchas cosas: bodas, divorcios, mudanzas, enfermedades, nacimientos, pérdidas… ¿En todos esos años nunca sintieron ganas de llamar a su padre? Me asusta que alguien pueda estar tan solo. Y me asusta pensar cuántas personas vivirán así,  vivas, pero invisibles. Rodeadas de gente, pero olvidadas. Con cientos de contactos en el móvil, pero sin nadie que les llame para interesarse por ellos. En la era de la hiperconexión parece que la conexión real flaquea. Alguien muere y n...

Tiempo para aburrirse

Hoy me he despertado y no tenía nada que hacer. No había quedado para desayunar, ni para tomar el brunch, ni para correr, ni para ver una exposición, ni para hacer una excursión. No tenia yoga ni pilates. Ni siquiera tenía que ir a la compra o hacer el cambio de armario. Me he sentido rara. ¿Y si me aburro? Vivimos en una época en la que parece que siempre hay que estar ocupados. Hacer, producir, aprovechar, demostrar. El tiempo es como el dinero. No se puede malgastar, no se puede despilfarrar. Hay que sacarle rendimiento, como si la vida fuera una inversión constante.   Me pregunto si en este mundo en frenética actividad, hiperestimulado e hiperproductivo queda sitio para el aburrimiento. Desde que son pequeños transmitimos a los niños la idea de que no pueden aburrirse. Un niño aburrido es un problema a resolver. Hay que entretenerlo. Tienen que hacer deporte, recibir clases particulares, estudiar idiomas o aprender música. No se puede perder el tiempo. Nos hemos olvidado q...

Nada raro - 2ªparte

Al día siguiente encontré un segundo papel doblado con la misma meticulosidad. El círculo volvía a estar ahí, pero esta vez no había ninguna palabra, solo una línea trazada con un pulso impecable. Lo guardé sin pensarlo, como quien esconde una prueba que lo incrimina. En el trabajo, las cosas siguieron con la misma rutina. Y, sin embargo, no dejaba de tener la sensación de que alguien me observaba. Y de repente, lo vi: ese compañero tan correcto, tan perfectamente ordenado, de pronto me dio la impresión de que sincronizaba sus gestos con los míos. El modo en que dejó el bolígrafo sobre la mesa coincidió exactamente con el momento en que yo hice lo mismo. No fue una imitación, no fue causalidad: era como mirarse en un espejo y ver que el de enfrente respira al mismo tiempo que tú. Desde aquel día, algo cambió entre nosotros sin necesidad de palabras. No lo buscamos, pero nuestros pasos comenzaron a coincidir. Cuando los demás iban hacia la máquina de café, nosotros también nos levantába...

Nada raro

A veces noto que alguien me mira raro. Pero son  momentos excepcionales. O quizá es sólo mi imaginación. Visto como ellos, ando como ellos, hablo como ellos. Pestañeo, bostezo y guiño los ojos.  Vivo solo en un apartamento en el centro de la ciudad. Cada mañana madrugo, salgo a correr y voy a trabajar. Mis compañeros no saben mi realidad y me alegro. Me tratan como uno más. Sólo evito las horas del café y la comida. Porque yo no como, ni desayuno, ni ceno. Mi cuerpo no puede ingerir ningún alimento o colapsaría. Me gusta pasar desapercibido. Evito los grupos que conversan demasiado rápido y que hablan a la vez, porque las palabras me llegan con solapamientos y me dejan sin margen para reaccionar. Creo que nadie nota que, cuando me río, lo hago un poco después de que algo gracioso ha ocurrido. Es un desfase minúsculo. A veces me detengo frente a un escaparate y observo mi reflejo intentando reconocer las diferencias. Una línea demasiado recta en la mandíbula, un parpadeo demasi...

Lo que cala

Mucho se habla de la formación que necesitan los jóvenes, tanto la académica como la que tiene que ver con habilidades cada vez más demandadas como el pensamiento crítico o la creatividad. Sin embargo, poco se señala otra enseñanza, mucho más silenciosa pero que reciben a diario y cala profundamente: la del ejemplo Vivimos en un entorno donde cada vez se transmite más el “todo vale”, y si los demás lo hacen, no hay motivo para actuar distinto. La corrupción, la falta de coherencia, la indiferencia o incluso desprecio al bien común parecen haberse normalizado hasta el punto de que ya no sorprenden.  Me preocupa esta normalización, porque seguramente pesa mucho más que cualquier clase magistral. Porque los jóvenes aprenden de lo que ven y también de lo que respiramos como sociedad. Quizá  nuestra mayor responsabilidad, como padres, como educadores, pero también como personas de relevancia pública, como políticos, como empresarios… sea la de encarnar valores. Recordar que cada ge...

Carpas domingueras

Como dice mi amiga Marta, experta en RRHH, poco se habla de la capacidad de liderazgo, el trabajo en equipo y el propósito común que supone montar una carpa dominguera en una playa del sur de España. El tema merece ser objeto de estudio en una escuela de negocios de prestigio  internacional. El éxito de cualquier carpa playera dominguera depende de muchos ingredientes sabiamente combinados, pero sin duda, requiere, ante todo, de un líder nato. Un líder capaz de aunar voluntades, coordinar equipos y distribuir eficazmente las tareas. Un líder con visión estratégica y enormes dotes de paciencia. Un líder que inspire con el ejemplo y motive sin tregua al equipo. Porque la inspiración y la motivación no pueden faltar nunca en tan ardua tarea. De lo contrario, es imposible de realizar.  Levantar semejante imperio bajo el sol y a una temperatura media de 30 grados precisa una enorme energía y una escrupulosa organización, sin olvidar un inmovilizado material digno de cualquier empre...