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Mostrando entradas de octubre, 2025

Vivir entre paréntesis

Julio Cortázar hablaba de los días entre paréntesis. Días que no pertenecen a ningún tiempo, que se abren como un paréntesis en medio de la frase incesante que es la vida. Los días entre paréntesis no son días de acción, tampoco de espera. Son días  de suspensión. De estar al borde de algo.  Son intervalos de quietud, como si el tiempo se plegara sobre sí mismo. Cuando ya ha pasado lo que tenía que pasar y todavía no ha llegado lo que vendrá. Vivir entre paréntesis es vivir suspendido entre dos certezas. Es cuando una puerta se ha cerrado y otra aún no se ha abierto. Cuando el ruido exterior se apaga y queda sólo el murmullo interior, ese leve presentimiento de que algo, en silencio, va a llegar. Es un estado provisional, pero podría ser eterno. En los días entre paréntesis a menudo ocurre lo esencial: el pensamiento, la conciencia,  hasta la revelación. Quizá es en los paréntesis donde se forma lo que seremos, los pliegues invisibles en los que la vida, sin ruido, se aco...

A mi plin

Los investigadores alertan de que el abuso de la IA en la elaboración de textos empieza ya a notarse en el tono artificialmente correcto de muchos discursos: frases cortas, impecables, directas, pero sin emoción. Es decir, estamos empezando a escribir y hablar como robots. Me niego a hablar como un robot, así que he decidido empezar a rescatar palabras en desuso, que me encantan. Algunas son auténticas antiguallas y por eso me gustan, porque un algoritmo nunca las utilizaría. Una de mis favoritas es patatús . Que te de un patatús no tiene nada que ver con desmayarse, mucho más vulgar sin duda. De la misma manera prefiero " pasármelo pipa " antes que “vivir una experiencia extraordinaria". También estoy rescatando algunos adjetivos con personalidad propia de los que ya nadie se acuerda, como pizpireta , tragaldabas o jacarandosa . Y encuentro mucho más divertido insultar con palabras como mequetrefe , papanatas o pelagatos que hacerlo con el manido y malsonante gil...

Soledad invisible

Leo hoy que un hombre ha aparecido muerto en su casa. Llevaba 15 años muerto. Quince años. Quince cumpleaños. Quince Navidades. Quince veranos. Y nadie lo echó de menos.  Tenía una ex mujer y dos hijos. Supongo que también vecinos y algún que otro amigo. Pero nadie llamó a su puerta. Nadie preguntó. Nadie dijo: “Hace mucho que no sé de él”. Nadie se preocupó lo suficiente como para investigar dónde podía estar. ¿Se puede desaparecer así del mundo sin que nadie lo note? Pienso en los hijos. Quince años dan para muchas cosas: bodas, divorcios, mudanzas, enfermedades, nacimientos, pérdidas… ¿En todos esos años nunca sintieron ganas de llamar a su padre? Me asusta que alguien pueda estar tan solo. Y me asusta pensar cuántas personas vivirán así,  vivas, pero invisibles. Rodeadas de gente, pero olvidadas. Con cientos de contactos en el móvil, pero sin nadie que les llame para interesarse por ellos. En la era de la hiperconexión parece que la conexión real flaquea. Alguien muere y n...

Tiempo para aburrirse

Hoy me he despertado y no tenía nada que hacer. No había quedado para desayunar, ni para tomar el brunch, ni para correr, ni para ver una exposición, ni para hacer una excursión. No tenia yoga ni pilates. Ni siquiera tenía que ir a la compra o hacer el cambio de armario. Me he sentido rara. ¿Y si me aburro? Vivimos en una época en la que parece que siempre hay que estar ocupados. Hacer, producir, aprovechar, demostrar. El tiempo es como el dinero. No se puede malgastar, no se puede despilfarrar. Hay que sacarle rendimiento, como si la vida fuera una inversión constante.   Me pregunto si en este mundo en frenética actividad, hiperestimulado e hiperproductivo queda sitio para el aburrimiento. Desde que son pequeños transmitimos a los niños la idea de que no pueden aburrirse. Un niño aburrido es un problema a resolver. Hay que entretenerlo. Tienen que hacer deporte, recibir clases particulares, estudiar idiomas o aprender música. No se puede perder el tiempo. Nos hemos olvidado q...