domingo, 11 de diciembre de 2022

Homenaje al espumillón

Hace unos días visité una residencia de ancianos.  Nada más entrar me invadió una enorme nostalgia. Intenté analizar la causa. ¿Sería el recuerdo de mis abuelos, el miedo a la desaparición de mis padres o incluso el temor a mi propia vejez?

Seguramente todos esos pensamientos pasaron por mi cabeza en décimas de segundo.  Sin embargo, no fueron ellos los que despertaron mi nostalgia. El verdadero causante de mi sensación fue el espumillón. Una gigante sala de estar decorada con espumillón de todos los colores me recordó la Navidades de mi niñez.

Ahora nadie, o casi nadie (siempre quedarán los clásicos como mi amigo Toni) decora con espumillón. El espumillón ha caído en desgracia. Está "demodé". Ahora la gente decora con adornos mucho más sofisticados y pocos se acuerdan ya del pobre espumillón, a pesar del brío con el que iluminó en su día nuestra Navidad.

El espumillón daba mucho juego, lo mismo servía para rodear el árbol que para colgar bolas de un lado a otro del salón. Porque las compañeras inseparables del espumillón eran, por supuesto, las bolas de Navidad, esas que parecían de cáscara de huevo y que se rompían con sólo mirarlas. Uno las guardaba de año en año con todo el mimo posible, las envolvía en papel de periódico, con telas, o con papel de burbujas. Pero aún así, al año siguiente, al abrir la caja de los adornos navideños siempre había alguna rota. 

 La tarea de meter las bolas por el espumillón era de máximo riesgo. De hecho, era una tarea que los padres solo encomendaban a los hijos más cuidadosos y concienzudos. Si el espumillón se  atascaba y uno tiraba de la bola saltaba el " casquillo" y a menos que estuvieses muy atento, adiós bola. 

El espumillón siempre dejaba rastro. Sus pelitos tardaban meses en desaparecer por mucho que pasases la aspiradora.Me hacía mucha ilusión barrer debajo de un sofá en pleno mes de agosto y encontrar aún rastros de espumillón. Me gustaba interpretarlo como  una señal de la magia de la Navidad.

El espumillón también servía para disfrazarte. Muchos angelitos han llevado coronas de espumillón en sus cabezas. También podía  servir de cinturón a los Reyes Magos de Oriente. Incluso venía bien para rodear la cuna del Niño Jesús y darle un cierto aire festivo. 

Los espumillones más navideños eran los rojos, verdes, dorados y plateados. Los más atrevidos eran el azul y el rosa. 

 Había espumillón en las casas, en los colegios, en los restaurantes, en todos los escaparates.... La Navidad era una eclosión de espumillón. El espumillón era fiesta, alegría, color, luz, esperanza, optimismo. El espumillón nunca pasaba desapercibido. 

Me pregunto cómo el pobre espumillón ha caído en el olvido de manera tan drástica. Creo que hemos apartado al espumillón de nuestras vidas con demasiada ligereza. Como probablemente hemos hecho con muchas cosas que un día significaron mucho y hoy apenas ocupan lugar.

Siento nostalgia. Nostalgia por el espumillón. Por las Navidades de mi niñez. Por las personas que que no están. Por una ilusión y una inocencia que no volverán.

Animo a hacer esta Navidad un pequeño homenaje al espumillón y de paso a todo lo que antes nos hacía ilusión y hemos olvidado. Quizá aún no sea tarde para recuperarlo... 

Feliz semana!!


sábado, 13 de agosto de 2022

Sentido del ridículo


Ayer mi silla de playa se plegó conmigo dentro y quedé atrapada cual ratón en un cepo, incapaz de levantarme.Una posición muy ridícula. Un señor se acercó a ayudarme y pasé mucha verguenza. 

Peor fue hace unos años, cuando casi me ahogo en la orilla. Una ola impetuosa me tiró al suelo. Cada vez que intentaba levantarme otra ola me tiraba. Me convertí en croqueta, con la parte de abajo del bikini por las rodillas de tanta arena acumulada y la parte de arriba de bufanda. Con semejante guisa prefería morir ahogada que sobrevivir y por un momento me sentí tentada a abandonarme a la suerte. Mientras, mi marido estaba en la toalla mirando la escena sin parar de reír, sin ser consciente de que estaba a punto de quedarse viudo. Pero mi destino no era morir ese día. Las olas pararon y yo pude recuperar mi dignidad, ponerme de pie y salir del agua. Mi marido se libró por los pelos de morir asesinado. Tampoco le debía tocar morir ese día.

En la fiesta de mi décimo cumpleaños, 20 niñas esperábamos ansiosas a mi madre para soplar las velas. Se había olvidado de la tarta y había bajado apresurada a comprar una. Al volver corriendo tropezó, se cayó y la tarta se desparramó en el suelo. La situación era muy cómica y mi madre optó por hacerse la muerta lo que le supuso aguantar estoicamente un buen rato con la falda levantada sin poder bajársela.  Es lo que tiene estar muerta. No importa que se te vean las bragas. Al final, resucitó.

En una boda, una amiga se lanzó a la pista a bailar unas sevillanas. Llevaba un vestido palabra de honor y levantó con tanto ímpetu los brazos que se le escapó un pecho. Ella no se dio cuenta y siguió bailando tan contenta. Al resto de amigas nos entró la risa floja y fuimos incapaces de advertirle del "percance" lo cual terminó haciendo su compañero de baile. A mi amiga casi le da un soponcio.

En la vida uno vive muchas situaciones ridículas. A veces son tonterías que uno mismo magnifica y que para los demás han pasado prácticamente inadvertidas. Otra veces son situaciones realmente bochornosas que quedan en la memoria de muchos, que afectan a la reputación o fama y difíciles de remontar.

Hay gente con una falta absoluta de sentido del ridículo y otros en cambio lo tienen exacerbado.

A los niños a menudo les da vergüenza que sus padres hagan determinadas cosas tan inofensivas como bailar o hasta cantar en misa. Y muchos padres tienen tambien que sufrir con paciencia el bochormo por el que a veces les hacen pasar sus hijos con sus comportamientos.

Hablar de sentido del ridículo es hablar de  autoestima, de inseguridad pero también de honor, de pudor, de prudencia, de saber estar ...

Creo que a  más de uno le vendría bien una buena pátina de sentido del ridículo de vez en cuando porque me temo que estamos rodeados de  demasiados  "osados concursantes" capaces de cualquier cosa. No hay más que echar un vistazo a varios de nuestros gobernantes carentes de la más mínima vergüenza.

Feliz verano!

lunes, 1 de agosto de 2022

El verano siempre ha sido de todos


Me he pasado un buen rato pensando cómo enfocar este post sin ofender a nadie, porque mi impresión es que cada día estamos más rodeados de ofendiditos que a la mínima saltan por cualquier motivo.

La última campaña de la ministra de igualdad me ha llamado la atención. Me refiero a la de varias mujeres "diversas" en la playa ( esto de la diversidad da mucho de sí, es lo que yo llamo "concepto comodín"). No es mi intención juzgar si la campaña es apropiada o no, si hace apología de la obesidad o si es un manifiesto de la lucha contra los estereotipos de una belleza esclavizante. Tampoco entro en el tema de usar y trucar imágenes sin el permiso de sus titulares, que me parece algo inconcebible.

Pero la campaña me ha hecho pensar en la deriva que están tomando algunos de estos asuntos...

A mi encanta ver los anuncios en los que aparece gente "normal" y por normal me refiero a ciudadanos de a pie, gordos, flacos, guapos, feos, altos, bajos, blancos, negros, con discapacidad o sin ella. Por cierto, si discapacidad es la ausencia de capacidad de realizar una actividad en la forma considerada normal para un ser humano, pocas personas hay sin discapacidad, y los que más capaces se creen más discapaces a veces son. Pero me estoy yendo por las ramas.


Los anuncios de bikinis con mujeres esculturales son una engañifa. Luego vas tú a probarte el bikini y te llevas  una enorme decepción.  Porque las carnes fofas, blandas y blancas abundan más que los cuerpos esculturales. Los estereotipos de hombres y mujeres perfectos, delgados y guapos seguramente hacen daño a muchos adolescentes que persiguen un ideal que la mayoría nunca alcanzará. Estoy de acuerdo.

Afortunadamente las cosas han cambiado mucho y hay cosas que hoy son inimaginables. Pero creo hay una tendencia a  perder el norte.

Al paso que vamos ya nos veo obligados a pedir perdón por los "actos violentos" cometidos en nuestra  niñez.  Ahora que tan de moda está lo de pedir perdón por hechos sucedidos hace siglos, nada me extrañaria que en breve se publicase un decreto obligándonos a pedir perdón a todos aquellos a los que insultamos de pequeños. A los  niños con gafas se les llamaba cuatro ojos, a los gordos se les cantaba "gordito relleno con pan y jamón te comes el queso y das explosión" y se hablaba de maricas y marimachos para referirse a los homosexuales. Así éramos.

A mí la verdad es que las veinteañeras cañonas en bikini no me representan pero tampoco lo hacen algunas de las mujeres que salen en esa campaña, a las que por supuesto respeto y me parece fenomenal que hagan lo que les apetezca.

¿Pero, dónde estamos las "normalitas", los del montón?  Cada vez nos arrinconan más. ¿Qué pasa, por ejemplo, con las mujeres que nos cuidamos sin pasarnos  para estar bien, para mantener las carnes lo mejor que podemos, que nos depilamos porque nos gusta,  que no nos tatuamos, que no hacemos top less?¿Qué pasa con las señoras que se bañan con bañador faja porque les da la gana, o las señora de los pueblos que se bañan con batita?. ¿Estamos todas pasadas de moda? ¿ Somos todas unas viejunas acomplejadas que debemos liberarnos? Me niego a asumirlo.¿Para cuando una campaña para nosotras me pregunto? Pero claro seguramente no "molamos'. Porque lo que se lleva ahora es otra cosa.

Hace mucho tiempo que en las playas españolas se ve de todo, y todos tan contentos, así que no comprendo muy bien el lema de "el verano también es nuestro". Pues claro, el verano es de todos, y el invierno, la primavera y el otoño. 

Ver la vida desde los extremos es muy peligroso. La deriva hacia la polarización implica muchos riesgos. Pero hay quien parece no darse cuenta.

Feliz verano!

martes, 21 de junio de 2022

Edadismo

 

Hace poco alguien me comentó que el edadismo era la segunda causa de discriminación laboral después de la de género. Al principio no entendí bien de qué hablaba, pero rápidamente me di cuenta de que se refería a la discriminación por razón de edad, y cuánta razón tenía, valga la redundancia. 

El edadismo cada vez está más extendido. Diría yo que  impera a sus anchas sin que casi nadie tome cartas en el asunto.

En esta sociedad en la que vivimos hay un excesivo culto a la juventud y eso se traduce en todos los ámbitos. La gente anda como loca tratando de frenar el envejecimiento sin darse cuenta que es algo contra natura. Porque lo natural es envejecer y demos gracias de que así sea porque lo contrario significa morir. 

No digo que uno no deba cuidarse y tratar de estar siempre lo mejor posible, física y mentalmente, con independencia de la edad. Pero que eso no implique enloquecer por aparentar una juventud que no se tiene. "Los 50 son los nuevos 30" dice la gente. Y probablemente es cierto dada la actual esperanza de vida,  pero no significa que a los 50 necesitemos aparentar 30.


En el ámbito laboral el tema es preocupante. Hoy en la mayoría de las empresas ves a muy poca gente por encima de los 55 aunque se nos llena la boca hablando de diversidad. Me encanta la diversidad pero a veces me da la sensación de que no aplica al criterio de edad. Diversidad de género, de raza, de perfiles sociales y culturales, de inclinación sexual, pero ¿y la diversidad generacional? Esa ya no sé si gusta tanto aunque en teoría la mayoría de las empresas digan lo contrario.

Cuando yo empecé a trabajar recuerdo que veía a "mis mayores" como personas sabias. Quería aprender de ellos, les tenía muchísimo respeto y a muchos incluso admiración. Ahora en cambio me da la sensación de que muchos jóvenes miran a la gente de más edad con cierta desconfianza, como si pensasen qué sabrás tú que eres un "carca". De hecho, los  "edadismos cotidianos" abundan, tipo "para tu edad no estás mal".  

Me asombra ese sentimiento de superioridad por el que se sienten imbuidos muchos jóvenes por el solo hecho de serlo. Como si no estuviesen recorriendo el mismo camino que los demás, tan solo algo más rezagados. A fin de cuentas, todos avanzamos hacia la misma meta, salvo que alguno sea inmortal, en cuyo caso que tire la primera piedra.

Y además, cada vez estoy más convencida de que uno con la edad  gana mucho más de lo que pierde. Admito que se pierde tersura de piel, lozanía y dureza de carnes y hasta alguna que otra neurona.También se pierden filtros, sin duda.  Pero en cambio, se gana madurez, equilibrio, saber estar, criterio, independencia, seguridad, tablas, conocimiento, experiencia, confianza, estabilidad y por supuesto, capacidad de adaptación al cambio, no queda otra.

Con la edad uno empieza a decir cada vez más  lo que de verdad piensa o siente y no tanto lo que otros esperan que piense o sienta.  Y uno se quita un peso de encima. Porque eso de tener que estar siempre respondiendo a las expectativas de otros resulta agotador.

Y por cierto,  más de la mitad del gasto en consumo en España lo realizan los mayores de 55 años. Asi que, la llamada "Generación Silver", imagino que será por las canas, es además un potente motor de empleo y crecimiento.

En fin, que esto de envejecer es estupendo, y como tal hay que asumirlo porque rebelarse no sirve de nada. Y advierto, ni siquiera vale disfrazarse.

Feliz semana!

domingo, 15 de mayo de 2022

¿Un país de flojos?

 Me pregunto en qué estaba pensando quien se inventó lo de las bajas menstruales o bajas por regla dolorosa . El nombrecito ya de por sí se las trae, por cierto. 

Llevamos años luchando por instaurar la baja por paternidad y ahora que lo conseguimos, nos inventamos  la baja por regla dolorosa.

Se supone que la baja de paternidad venía a compensar la desventaja con la que se enfrentaba una mujer a la hora de competir con un hombre por un puesto de trabajo. A igualdad de condiciones, algunos empleadores tendían a priori a elegir al hombre frente a la mujer por no tener que asumir  las bajas asociadas a los posibles embarazos de la candidata femenina. Y ahora entonces, ¿qué pasa? Quién va a querer contratar a una mujer que puede pedirse cada mes varios días de baja por el hecho de que le duela la regla.  Flaco favor nos hacen a las mujeres, sinceramente.

Pero voy más allá. ¿De verdad hace falta regular una baja para amparar el dolor de regla?  Me pregunto yo entonces por qué no hacemos una baja por dolor de muela, por hemorroides, por jaqueca o si me apuras por callos. Porque ¿quién regula ese dolor?  Quién dice que una regla duele más que un callo? Pues dependerá de cada cual digo yo.

Pero lo que realmente me preocupa es el país de flojos en el que nos podemos convertir. Si el niño suspende varias asignaturas no importa, el niño pasa de curso igual, no vaya a ser que se nos frustre o que le de un bajón de autoestima. Si no sabe filosofía, no tiene ninguna importancia, si, total, para qué sirve la filosofía. Y si te duele la regla, te quedas en casa varios días que ya está bien de sufrir las mujeres.

Y qué piensan de todo esto  las personas que cada día viven con dolores y que aún así no dejan  nunca de hacer nada, las personas que superan cada día mil limitaciones y que nunca se rinden. A lo largo de mi vida he tenido  la suerte de tener cerca a personas con discapacidades importantes, en silla de ruedas, ciegos, con acondroplasia, con enfermedades degenerativas, o con cáncer. Admiro a cada una de ellas. Todas son un ejemplo de superación, de lucha y de esfuerzo diario. A estas personas ¿no hay que darles tambien la baja? Porque muchas tienen dolores, a lo mejor incluso peores que los de la regla. Pues seguramente lo que pasa es que no la quieren. 

Y las mujeres, ¿queremos de verdad una baja por regla?  Lo dudo. Menuda fama de flojas vamos a tener las mujeres españolas! Me da vergüenza. Mientras Asia avanzando sin tregua. Y nosotros,  ¿hacia dónde vamos?

¡Feliz semana!

martes, 10 de mayo de 2022

Quiero ser vigoréxica


Creo que si ahora mismo me permitieran pedir un deseo pediría ser vigoréxica. No quiero ser millonaria, ni invisible, ni saberlo todo, ni siquiera feliz, yo lo que quiero ser es vigoréxica.

Me asombra la capacidad que tiene la gente para engancharse al deporte. Hoy en día todo el mundo hace deporte. Un hábito muy sano. No digo lo contrario. Pero es que la gente ahora hace cosas muy raras.

 El otro día fui a un gimnasio y me quedé muerta. "¿A qué quiere apuntarse?" me preguntó la de recepción. "Pues no sé, ¿qué tienen?" le contesté yo. "Tenemos de todo" me dijo muy seria y comenzó a recitar: Bokwa Fitness, Aquabiking, Aquapunching, Elipdoor, Power walking... Casi me desmayo. Impertérrita, no sé fuera a pensar que era yo una anticuada, hice como que entendía lo que me decía y le dije que mejor me llevaba el folleto a casa para pensarlo tranquilamente. 

Salí del gimnasio y traté de traducir aquello sin recurrir a Google. Tarea casi imposible. Bokwa fitness suena como a gimnasia rusa, supongo que lo asocio con vodka. Me veo cual Nadia Comanechi. Y por otro lado, no está la cosa como para apuntarse a prácticas rusas la verdad. Aquabiking y Aquapunching debe ser algo así como montar en bici y boxear en el agua. No me lo imagino y si lo hago me agoto. Elipdoor, ni idea. Así a bote pronto me suena a puerta elíptica y me quedo tal cual. Y lo de Power walking debe ser algo así como andar empoderado que es básicamente lo que hago yo cuando ando con tacones (porque a mí en esta vida lo que me empodera son los tacones, así de facilona soy).  


Lo curioso es que el gimnasio estaba a tope y encima era carísimo. No entiendo nada. Me pregunto yo a quién le gusta boxear en el agua. Hay gente para todo está claro. Es como una amiga que hace dos horas diarias de ejercicios hipopresivos.  Me tiene impresionada, sobre todo  teniendo en cuenta que estos ejercicios en cuestión se hacen en apnea respiratoria, o sea sin respirar. Y además apretando el suelo pélvico. Un horror. Eso sí, tienen el abdomen duro como una piedra y el suelo pélvico no se lo he visto ni pienso hacerlo, pero debe tenerlo estupendo.

Otra amiga no para de correr maratones. Cualquier causa es buena para ponerse a correr. Le da igual. Lo mismo corre por apoyar la lucha contra el cáncer que por la reproducción del cangrejo. La cosa es lanzarse a correr como posesa por las calles de Madrid, como si no hubiera un mañana. Eso sí, está esquelética. Con esa delgadez que sólo te da el correr. Aunque creo que también le han salido más arrugas. Tanto trote no debe ser bueno.

La cosa es que la gente se engancha y yo no me explico cómo lo consiguen. Yo sufro haciendo deporte. Es un tremendo esfuerzo que exige de mí una férrea fuerza de voluntad. Siempre tengo algo mejor que hacer, mi voluntad rápidamente flaquea. “Es cuestión de hacer hábito” dice la gente. Y eso cómo se consigue me pregunto yo. Porque mira que lo intento. Sigo todos los pasos: motivación, esfuerzo, pequeñas metas, fuera excusas. Nada. “El deporte te hará feliz” me dicen otros. Parece que no acabo yo de pillarle el truco a esas famosas endorfinas que supuestamente se generan cuando haces deporte. ¿Será que yo no las genero? Quizá sea eso.

Reconozco que me encantaría engancharme. Que nada me apeteciera más que hacer deporte. Ser adicta al ejercicio. Tener musculitos. Hacer deporte al levantarme, al acostarme. A la hora de la siesta, cuando el resto de los mortales duerme. Al amanecer, al atardecer, al anochecer. En las gasolineras, mientras esperas que te pongan gasolina. En la playa, tumbada en la toalla. En los pasillos del supermercado, mientras empujas el carrito. En los tiempos muertos, para hacerlos resucitar. En los atascos, apretando bien volante y abdomen. En el aeropuerto, hasta en el avión, así de repente, tirarme al suelo y ponerme a hacer planchas.  Nada me gustaría más. Sueño con ser vigoréxica. Lo conseguiré? No pierdo la esperanza.

Feliz semana!


 

 

 


domingo, 10 de abril de 2022

Cuerdos y ¿locos?

Hace unos días un amigo me comentó que le habían diagnosticado un trastorno mental,  le habían puesto tratamiento y a partir de ahora tendrían que hacerle seguimiento de por vida. Me encantó que me lo contase con tanta naturalidad, que no lo escondiese. 

Dicen que en los últimos años se ha empezado a hablar mucho más de la salud mental y a raíz de la pandemia más si cabe. Es cierto que algunas enfermedades mentales tienen mayor visibilidad y que la demanda de psicólogos y psiquiatras en los últimos años se ha disparado pero creo, sin embargo, que aún sigue siendo un tema, no sé si tabú, pero del que a la gente no le gusta hablar. 

Es curioso lo dados que somos a importar modas y costumbres americanas como calzarse una zapatillas de deporte aunque no vayas a hacer ejercicio o beber café por la calle en un vaso de cartón. Sin embargo, lo de tumbarse en el diván al mas puro estilo Woody Allen no ha llegado a triunfar. 

Alguien me decía el otro día que era algo muy íntimo y que era normal no contarlo. Más intimo es que te operen de una hernia inguinal o tener ovarios poliquisticos y la gente lo habla sin pudor.  Creo que hoy en día, aunque parezca mentira, la mayoria sigue asociando el psiquiatra con "estar loco" en su concepción más amplia. 

A mi me encantaría recomendar a muchas personas de mi alrededor que fuesen al psiquiatra porque sin duda sufren algún tipo de trastorno, pero, precisamente porque no es algo "naturalmente aceptado" no me atrevo ni a mencionarlo. Si viese sin embargo a alguien arrastrado por las esquinas y con la cara amarilla no me lo pensaría dos veces y le recomendaría visitar un médico. Es un buen ejemplo de que se trata de un tema tabú. 

Tiendo a pensar que el límite entre la salud y la enfermedad mental es difuso y muy frágil.No sé en qué momento pasas de estar triste a caer en depresión, de estar preocupado a tener ansiedad, de ser presumido a ser patológicamente narcisista, o de tener cambios de humor a ser ciclotimico. Supongo que como en cualquier enfermedad hay grados, procesos, evoluciones, desencadenantes...

Sea como sea lo cierto es que muchas personas  sufren en silencio y otras hacen sufrir enormemente sin ser conscientes o ni siquiera responsables.

 Hay muchas personas que necesitan ayuda pero no se atreven a pedirla. Cuando nos duele la rodilla vamos al traumatólogo pero a veces lo que duele es el alma y siendo mucho más importante el alma que la rodilla, preferimos ocultar ese dolor.  

Hay mucha alma en pena tras una  fachada feliz. También hay muchos con el "eje trastocado" que no dejan de incordiar y fastidiar al prójimo y que estarían mucho más tranquilitos con una buena pastillita!


Feliz semana!


domingo, 6 de marzo de 2022

De sueños y despertares

En estos últimos días he tenido dos sueños que no consigo quitárme de la cabeza. En uno sentía sobre mí, mirándome fijamente, un espíritu tan real que de verdad tiendo a creer que alguien esa noche velaba mi sueño. Cuando me desperté sobresaltada grité un nombre que ahora soy incapaz de recordar. El espíritu se esfumó y yo noté perfectamente cómo se desvanecía. El otro sueño es menos confesable por aquí pero digamos que me ha trastocado tanto o casi más que el primero.

Es curioso ese primer minuto nada más despertar de un sueño. Un minuto en el que deseas seguir soñando para siempre o agradeces aliviado el haberte despertado.

Esos minutos sin darnos cuenta son algunos de los instantes más cargados de emociones de toda nuestra existencia. Sin embargo, son instantes que nos pillan prácticamente dormidos y que la mayoria de las veces se escapan fugaces sin poderlos retener. 

En ese primer minuto que sigue al despertar eres capaz de recordar con excatitud las sensaciones del sueño, vives aún entre dos dimensiones. Si en ese momento nos diesen la opción de elegir entre seguir soñando o seguir viviendo, estoy segura de que muchas veces elegiríamos lo primero. Pero no hay opción. Toca vivir, toca despertarse.

Pienso a menudo en ese primer minuto de mucha gente, después de soñar que están sanos, que la persona a la que tanto echan de menos sigue viva,  que siguen teniendo lo que perdieron, que viven en paz. 

Recuerdo una vez, siendo muy pequeña, que me cortaron mucho el pelo y me llevé un disgusto enorme porque me encontraba espantosa con el pelo corto. Pasé el dia dando vueltas a cómo podía hacer crecer más rápido mi pelo. Al día siguiente cuando me desperté  lo primero que hice fue tocarme la cabeza  esperando confiada que todo hubiera sido un sueño y que mi melena larga siguiese conmigo, pero no era así. Qué decepción. Qué tiempos aquellos en los que el gran disgusto era un corte de pelo. 

Sensu contrario, qué alivio más grande provoca el despertar de una pesadilla y darte cuenta de que no es verdad, que sólo era un sueño. Esa alegría que se siente al despertar de una pesadilla es tan pura y tan intensa que merecería ser embotellada para poderla descorchar de vez en cuando.

Dicen que somos nuestros recuerdos. Estoy de acuerdo. Nuestros recuerdos marcan nuestro comportamiento y nuestra actitud frente a la vida.  Pero no infravaloremos el peso de ese primer instante que sigue al despertar de cada día. A veces su gestión exige verdaderas proezas diarias y forja sin duda los caracteres.

No quiero ni imaginar lo que debe ser despertarse y descubrir que la guerra no es una pesadilla. Y sin embargo, ser capaz de no venirte abajo,  armarte de valentía y lanzarte a luchar por tu país y por los tuyos. Mi más profunda admiración por todos los ucranianos.

Feliz semana!


miércoles, 9 de febrero de 2022

Del metaverso y sus avatares

Me intriga mucho el metaverso, esa realidad virtual que poco a poco va agrandando sus dominios.

A algunos les suena a ciencia ficción pero el metaverso ya está aquí, aunque aún no he tenido el gusto de visitarlo.

Metaverso, así por resumir, es una especie de cuarta dimensión en la que cada uno de nosotros puede crearse un avatar y vivir una vida paralela, o perpendicular, depende cómo se mire. 

Suena tentador eso de crearse otro yo. Imagino que cada uno será libre de crearse el avatar como mejor le parezca. Mas alta, más guapa, más flaca, más joven, con los ojos más azules, o con el culo de la kardasian, que para gustos los colores. 

Me gustaría saber si la gente tenderá a crearse avatares que realmente les representen o si más bien dará rienda a su imaginación y aprovechará para crear avatares con los rasgos que siempre quisieron tener y nunca tuvieron. Me parece más apetecible lo segundo, ya que nos ponemos a inventar.  También me pregunto si esos avatares podrán mutar o si una vez creados son para siempre. ¿Puede un avatar cambiar de cara o de cuerpo? No tengo ni idea de lo que puede hacer o no hacer un avatar.  ¿Sienten y padecen  los avatares? ¿comen?, ¿se pueden  enamorar?, ¿casar? ¿divorciar?, ¿tener hijos?, ¿trabajan los avatares?. Si se trata de replicar la vida real en un entorno virtual no acabo de verle la gracia. En mi caso, si tengo que construir una vida paralela casi opto por tener poderes, volar, ser mágica, o hasta poner huevos de oro.

Si ya es complicado manejar una sola vida no quiero ni imaginar lo que debe ser gestionar dos. Qué estrés. Además, llegará un momento que no sabrás si andas fuera o dentro del metaverso. Como cuando no sabes si algo ha pasado de verdad o lo has soñado. 

Supongo que la idea es que poco a poco te vayas decantando por uno de tus dos yos. Debe ser muy frustante ser un avatar arrollador y exitoso en el metaverso y un personaje gris y aburrido en el mundo real. Habrá muchos  que sólo quieran ser ya avatares y vivir sólo un realidad virtual. Pero.. ¿qué harán entonces con su cuerpo? ¿habrá familias híbridas de padres "corpóreos" e hijos virtuales? 

 Imagino salas enormes con  cuerpos conectados a máquinas que los mantienen vivos tan sólo para que sus avatares sigan viviendo en su mundo. La definitiva escisión entre cuerpo y mente. Y por cierto, ¿dónde se queda el alma?  Un lío. Cuanto más lo pienso, más preguntas me planteo. ¿sobrevivirán los avatares una vez muertos sus creadores?  ¿Alguien los heredará? 

Me pega que esto del metaverso es un mundo infinito por explorar.  Algo así como el espacio subterráneo en el que aterriza  Alicia ( la del país de las maravillas) cuando cae por la madriguera. Un espacio muy parecido al real pero a la vez totalmente distinto. 

¿Es esto lo que nos depara el futuro? Prefiero no acertar. Suficiente guerra nos da ser de verdad uno mismo como para tratar de compaginar con cierta dignidad el "dos en uno".

Feliz semana!


domingo, 30 de enero de 2022

Lecturas que dan mucho miedo


Aunque sé que no debo leerlos, porque me provocan pesadillas, siento una irremediable tentación de leer determinados textos que, a pesar de su letra pequeña y su imposible contenido, ejercen sobre mí una terrible atracción. Son textos cortos, de letra pequeña, compactos, comprimidos, con apariencia bondadosa y sin embargo, terroríficos. Los comparto por si a alguien le ocurre lomismo.

Los prospectos. Cada vez que leo uno me prometo a mí misma no volver a leer ninguno más, pero al final, no me puedo resistir. Mi apartado favorito es el de Efectos secundarios. No soy hipocondriaca pero es leer el detalle de los efectos secundarios y empezar a ponerme mala. Los siento todos, de golpe. Dolor de cabeza, visión borrosa, temblores,  cambios de humor.. A medida que lo voy leyendo, los voy sintiendo. A veces, después de leer un prospecto he sentido tanto pavor que he tenido que tirar la medicina al cubo de la basura, y ahí sí que me he puesto malísima.

 


La composición de los geles, champús y cremas. Es como leer la mismísima tabla periódica. Sodium Lauryl Sulfate, Cocamidopropyl Betaine, Sodium Chloride, Glycerin, Coco-Glucoside, Punica Granatum Fruit Extract, Lactic Acid, Sodium Phytate. ¿Acaso alguien entiende algo?  Y además, suelen venir en varios idiomas, cosa que no entiendo puesto que están en latín.  Muy raro todo. Recuerdo que una amiga un día me recomendó que usase siempre productos sin “parabenos”. ¿Sin parabenos? Vaya, pues era justo el  componente que mejor me sonaba. Será que lo asocio con parabienes.

La composición de los alimentos. En la composición de los alimentos de vez en cuando aparecen unos ingredientes que te dejan boquiabierta. No hablo ya de azúcares, aceites más o menos buenos, colorantes, conservantes, o trazas de frutos de secos, sino de cosas extrañísimas, que no sé qué son o para qué sirven. Es el caso del jarabe de maíz de alta fructuosa, que como poco, debe subir la tensión; el glutamato, que suena a grupo de pop de los 80; el benzoato de sodio, que parece nombre de veneno; los tocoferoles, que suenan a ginecólogo o el ácido tiodipropiónico, que suena a exterminio. Hay una lista interminable de ingredientes que me causan verdadero pavor.

Los plazos de devolución de los tickets de compra. Los subrayo con rotulador fosforito para que no se me pase el plazo, harta de tener mi armario lleno de prendas que no me valen o no me gustan pero que no pude devolver en su momento porque se me  pasó el plazo. Zara, un mes, Carrefour, quince días, El Corte Inglés, dos meses, la tienda de la esquina, 2o días. Es imposible acordarse. Hace falta una tabla Excel con los plazos de devolución o una app que te vaya avisando de los vencimientos de tus tickets.

Las cookies. Es imposible esquivarlas, te las encuentras donde menos te lo esperas. Están al acecho, escondidas y saltan de repente. No puedes continuar leyendo si nos las aceptas.  Son intimidantes, acosadoras. Y para evitarlas, ¿qué hacemos? Las aceptamos sin leer. Pero cuando las lees, te entra el vértigo porque te empiezas a comprender por qué  Internet sabe todo de tí.  En esta misma línea, están las cláusulas de cesión de datos. Si cedes tus datos, estás perdido.

Los consentimientos en el médico.  ¿Quién no ha tenido que firmar alguna vez un papelito declarando que conoce los riesgos de alguna intervención y exonerando al médico de  responsabilidad? Pasa un poco como con los prospectos.  Lees los detalles de todo lo que te puede pasar y te entran ganas de salir corriendo de la consulta. .Yo entiendo que deben ponerse en lo peor por si acaso, pero me pregunto si de verdad hace falta ser tan catastrofistas.

Lo cierto es que  estos pequeños textos aparentemente inofensivos poco a poco van ocupando más espacio. Cada vez son más largos, más farragosos, en más idiomas y con más advertencias: si estás embarazada, si tienes alergia, si vas a conducir, si tienes previsto viajar…  En realidad, estos textos son como el reverso de los titulares. Ellos no chillan, ni se anuncian, ni llaman la atención, pero ahí están, para el que quiera leerlos.

Me pregunto si este exceso de información de las sociedades democráticas es beneficioso o más bien perjudicial.  ¿Acaso tanto advertir exime de culpa? ¿Terminaremos dominados por la sutil tiranía de  la letra pequeña?  Ahí lo dejo.

¡Feliz semana!


 

sábado, 22 de enero de 2022

Hablar sin decir nada

 Hace tiempo que dejé de ver el telediario. Con esto del Covid, uno acaba tremendamente deprimido. Aunque el riesgo de depresión no es la única razón ni tampoco la principal. Dejé de verlo porque me irrita que, teniendo en cuenta como está el panorama nacional e internacional, los telediarios dediquen más de 30 minutos al deporte y concretamente,  a las ruedas de prensa de futbolistas. 

Me impresiona la capacidad de los futbolistas y de los comentaristas de fútbol para hablar durante horas de un gol, de una patada al balón. Pero, a diferencia de lo que me ocurre a mí, a la gente le interesa muchísimo lo que hablan los futbolistas, aunque hablem sin prácticamente decir nada.

Peor aún, mucho peor incluso, es el caso de los tertulianos, capaces de dar mil vueltas a la absurdez más absurda, sobre todo si son del mundo del corazón. Me admira lo que saben los tertulianos. Da igual de lo que se hable, porque ellos saben de todo. Yo creo que los tertulianos han debido estudiar muchas carreras. Si hablan de una enfermedad, saben de medicina, si hablan del volcán, parecen geólogos, si hablan de un juicio, saben más que los abogados y hasta que los jueces. Y siempre sentando cátedra, tan seguros de sí mismos.  Y llegados a un punto, la mayoría tampoco dice nada, eso sí, gritan mucho y marean aún más.


Pero en esto de hablar sin  decir nada, a lo Cantinflas, creo que la palma se la llevan los políticos. Los discursos políticos cada vez están más plagados de lugares comunes, de frase hechas, de expresiones que suenan muy bien pero que en la mayoría de las ocasiones son palabras huecas: gobernanza, resiliencia, crecimiento inclusivo, diversidad, hoja de ruta…. Nadie acaba de entender muy bien lo que hay detrás de ellas. Por no hablar de los “ecosistemas”, palabra-polvorón,  que se te llena la boca al decirlas. Hasta los Ministerios se llaman de manera muy rara. Ministerio de Agenda 2030.  La gente entiende el Ministerio de Sanidad, de Agricultura, de Educación, pero.. ¿de Agenda 2030? Me pregunto cuánto "ciudadano de a pie" lo entiende

Es triste la brecha cada vez mayor que existe entre  politicos e intelectuales, como también lo es que a los primeros  se les oiga tanto y a los segundos tan poco.  Echo de menos gente más intelectual en el panorama político, con argumentos sólidos, que no se dejen llevar por la verborrea insustancial, que no sólo digan lo que se espera de ellos, que no sigan las "modas dialécticas" hasta los extremos más absurdos, que no utilicen tanto lugar común, tanta palabras polvorón.  

Supongo que el salto desde la serena intelectualidad a la agitada política es abismal y muy arriesgado, y que por mucho que a uno le mueva la vocación de servicio, a ver quien es el osado que se atreve a saltar al ruedo. 

Quizá sería un buen momento para plantearnos si  no deberíamos inculcar  más espíritu  de servicio a nuestros jóvenes, más espíritu  patriótico,  más ganas  de contribuir al interés  general por encima del propio. Pero me temo  que ahora preocupa  más formar en otros temas.  Así  vamos. 

Feliz semana!