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Hoy va de huevos


Entro en casa y encuentro a mi marido  vestido de jardinero. -Hay huevos en el jardín- me dice muy serio. 

Qué manera tan rara de recibirme. Más normal me hubiese resultado que me hubiera dicho que no había huevos en la nevera.

 - Espero que no sean de dinosaurio- se me ocurre contestarle, pero no me asomo al jardín para verificar de qué o quién pueden ser los huevos. Prefiero seguir en la inopia.

- No te veo preocupada. -¿Acaso debo estarlo?.

  -Hay cientos de huevos- me contesta con los ojos muy abiertos.

 Yo, en cambio, cierro los ojos y comienzo a imaginar mi jardín plagado de huevos enormes, como en una película de ciencia ficción. 

De esos huevos puede salir cualquier cosa. Extrañas criaturas, gremlins, pájaros voraces, arañas peludas, gusanos de mil patas, patos asesinos, pollos descabezados, lagartos verdes, niños extraterrestres. Puede ser una plaga, un ataque desde otro mundo, o una maldición. Quizá algún tipo de profecía. 

Me da miedo salir al jardín. Quiero salir corriendo. Avanzo  tímidamente hacia la puerta. Oigo ruidos extraños. Como pequeños chasquidos. Me imagino los huevos eclosionando y a sus moradores asomándose al mundo. 

¿A quién devorarán primero? Doy un paso hacia atrás. Me entra el pánico. No quiero ser yo la devorada, pero  tampoco quiero quedarme viuda tan joven. Temo que mi marido haya desaparecido ya en las fauces de un extraño animal. Qué triste final.  A él que siempre le asustaron los perros, quién le iba a decir que acabaría devorado por una extraña criatura en su propia casa. Qué injusta es la vida. Con lo que siempre cuidó el jardín. Cuántos grandes momentos hemos vivido en él. Ahora quedará proscrito para siempre. ¿Y cómo se lo contaré a mis hijos?. Saldremos en los periódicos, en las televisiones.  Cómo podía yo imaginar semejante desgracia a la vuelta de la esquina. 

He dejado de oír los chasquidos. Me atrevo a dar unos tímidos pasos. Estoy temblando. Abro poco a poco la puerta del jardin. Quizá sea lo último que haga. Me santiguo.

Mi marido está  de espaldas. No hay rastros de un suelo huevo. No hay criaturas extrañas. Mi marido fumiga tranquilo el rosal. Ha acabado con todos los huevos. 

Como la vida misma. 

Muchos miedos sólo habitan en nuestro pensamiento. Allí crecen y nuestra imaginación los convierte en seres aterradores que nos impiden movernos. Seres que van creciendo y que cada vez nos provocan mayor terror. A veces sólo hace falta atreverse a encararlos para descubrir que no eran como imaginábamos sino mucho menos temibles. Sólo así los venceremos.

Feliz semana.

Comentarios

  1. Luchar contra molinos, un clásico remasterizado, feliz verano María!

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  2. Muy bien. Cono los buenos libros te deja el final que te sus cita dudas. No sabe uno de que eran los huevos.
    Los miedos. Yo los tengo es humano y es defensivo te po e en alerta peeo nos pasamos de rosca en la imaginación constructiva

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  3. Muy bueno Maria!! Es verdad que todo depende de como interpretes los impactos externos y de como los gestiones y te afecte. Ahi radica el exito personal. Marta

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  4. Y los huevos? Habrá continuación? Precuela?

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  5. Elena Amparán Marco4 de agosto de 2024, 12:09

    Como la vida misma…Buenísimo María para reflexionar!

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  6. María! Qué original tu relato de hoy.
    Cuánta energía perdermos con eso de los "miedos infundados" y qué difícil es liberarse de ellos muchas veces. Lo sufrí tanto en el pasado! He aprendido a tenerlos más controlados, aunque a veces siguen asomando 😣

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  7. Me ha gustado mucho María. Seguro que era de noche, por la mañana todo se ve de otra manera… y ahí es cuando las desgracias te pillan desprevenido.

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  8. Tan cierto, los miedos nos hacen paralizarnos, muy bien traído para intentar no magnificar las cosas👌👌👌

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  9. Me gusta cuando se te va un poco la pinza

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  10. Nos has dejado en ascuas!!! 👏🏻👏🏻👏🏻

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