Ir al contenido principal

Entradas

Nada raro - 2ªparte

Al día siguiente encontré un segundo papel doblado con la misma meticulosidad. El círculo volvía a estar ahí, pero esta vez no había ninguna palabra, solo una línea trazada con un pulso impecable. Lo guardé sin pensarlo, como quien esconde una prueba que lo incrimina. En el trabajo, las cosas siguieron con la misma rutina. Y, sin embargo, no dejaba de tener la sensación de que alguien me observaba. Y de repente, lo vi: ese compañero tan correcto, tan perfectamente ordenado, de pronto me dio la impresión de que sincronizaba sus gestos con los míos. El modo en que dejó el bolígrafo sobre la mesa coincidió exactamente con el momento en que yo hice lo mismo. No fue una imitación, no fue causalidad: era como mirarse en un espejo y ver que el de enfrente respira al mismo tiempo que tú. Desde aquel día, algo cambió entre nosotros sin necesidad de palabras. No lo buscamos, pero nuestros pasos comenzaron a coincidir. Cuando los demás iban hacia la máquina de café, nosotros también nos levantába...
Entradas recientes

Nada raro

A veces noto que alguien me mira raro. Pero son  momentos excepcionales. O quizá es sólo mi imaginación. Visto como ellos, ando como ellos, hablo como ellos. Pestañeo, bostezo y guiño los ojos.  Vivo solo en un apartamento en el centro de la ciudad. Cada mañana madrugo, salgo a correr y voy a trabajar. Mis compañeros no saben mi realidad y me alegro. Me tratan como uno más. Sólo evito las horas del café y la comida. Porque yo no como, ni desayuno, ni ceno. Mi cuerpo no puede ingerir ningún alimento o colapsaría. Me gusta pasar desapercibido. Evito los grupos que conversan demasiado rápido y que hablan a la vez, porque las palabras me llegan con solapamientos y me dejan sin margen para reaccionar. Creo que nadie nota que, cuando me río, lo hago un poco después de que algo gracioso ha ocurrido. Es un desfase minúsculo. A veces me detengo frente a un escaparate y observo mi reflejo intentando reconocer las diferencias. Una línea demasiado recta en la mandíbula, un parpadeo demasi...

Lo que cala

Mucho se habla de la formación que necesitan los jóvenes, tanto la académica como la que tiene que ver con habilidades cada vez más demandadas como el pensamiento crítico o la creatividad. Sin embargo, poco se señala otra enseñanza, mucho más silenciosa pero que reciben a diario y cala profundamente: la del ejemplo Vivimos en un entorno donde cada vez se transmite más el “todo vale”, y si los demás lo hacen, no hay motivo para actuar distinto. La corrupción, la falta de coherencia, la indiferencia o incluso desprecio al bien común parecen haberse normalizado hasta el punto de que ya no sorprenden.  Me preocupa esta normalización, porque seguramente pesa mucho más que cualquier clase magistral. Porque los jóvenes aprenden de lo que ven y también de lo que respiramos como sociedad. Quizá  nuestra mayor responsabilidad, como padres, como educadores, pero también como personas de relevancia pública, como políticos, como empresarios… sea la de encarnar valores. Recordar que cada ge...

Carpas domingueras

Como dice mi amiga Marta, experta en RRHH, poco se habla de la capacidad de liderazgo, el trabajo en equipo y el propósito común que supone montar una carpa dominguera en una playa del sur de España. El tema merece ser objeto de estudio en una escuela de negocios de prestigio  internacional. El éxito de cualquier carpa playera dominguera depende de muchos ingredientes sabiamente combinados, pero sin duda, requiere, ante todo, de un líder nato. Un líder capaz de aunar voluntades, coordinar equipos y distribuir eficazmente las tareas. Un líder con visión estratégica y enormes dotes de paciencia. Un líder que inspire con el ejemplo y motive sin tregua al equipo. Porque la inspiración y la motivación no pueden faltar nunca en tan ardua tarea. De lo contrario, es imposible de realizar.  Levantar semejante imperio bajo el sol y a una temperatura media de 30 grados precisa una enorme energía y una escrupulosa organización, sin olvidar un inmovilizado material digno de cualquier empre...

Siesta, tentación veraniega

Tengo una enemiga íntima.   Me acecha cada día, más o menos a la misma hora.  Aparece sin avisar, con esa mezcla de dulzura y amenaza que tienen a menudo las cosas inevitables.  Me mira desde el sofá, me susurra desde la cama.  Tiene voz de nana y es manipuladora.  Yo siempre me resisto.   Porque tengo cosas que hacer. Porque, con las vacaciones recién comenzadas, aún arrastro el ritmo productivo del año y esa absurda necesidad de tachar tareas. Porque pienso que si me duermo, pierdo la tarde. Pero ella es paciente y me conoce bien.  Me promete que sólo cerraré los ojos “un momentito”. Y es así como me tienta, zalamera.  Ay siesta, qué bien me conoces, le digo yo. Ay siesta, que placer, qué tentación, qué costumbre tan nuestra, como esas señoras mayores en los pueblos, sentadas en sus sillas a la puerta de sus casas contemplando la calle. Qué estampa tan española. Imagino que en otros países también dormirán la siesta. Pero lo cierto es ...

Por narices

Hoy, andando por la calle, me he cruzado con una nariz.   Sí, una nariz. Una nariz imponente. Curvada. Decidida. Una nariz que habría ganado al mismisimo Cyrano de Bergerac.  Me he quedado mirándola, o más bien admirándola y he pensado: ¡qué maravilla! Siempre me han fascinado las narices. Son la parte más honesta de una cara. No disimulan. No se esconden. Presiden orgullosas el rostro. Están ahí, en el centro, liderando. De pequeña, jugaba a un juego que consistía en ponerle ojos, boca y nariz a una patata. Yo siempre empezaba por la nariz. Era mi parte favorita. La patata sin nariz parecía incompleta, sin carácter. Pero con una buena nariz, era todo un personaje. Recuerdo que hace unos años  coincidí en una panadería con una nariz. Estaba justo enfrente, con una barra de pan integral. No podía dejar de mirarla. Era soberbia. Altiva, prepotente. Todo aquel que la miraba se cohibía. Agradecí no estar casada con ella. Convivir con semejante  nariz no debe ser fác...

Errores freudianos

Escribo deprisa.  En general, como todos, voy por la vida demasiado deprisa. Supongo que es un signo de nuestro tiempo. Pero las prisas no son buenas. Las prisas son traicioneras. Escribir deprisa es peligroso porque a menudo dices cosas que no querías decir, y menos, dejar por escrito. Y no hablo sólo de cosas que nunca se deberían decir por escrito por inapropiadas, inadecuadas o inoportunas, sino también de errores fruto de esta aceleración cotidiana que nos invade. Supongo que no soy la única a la que le pasa. De hecho, a menudo recibo mensajes de personas más que formadas ( académicamente me refiero) con errores ortográficos garrafales. Quiero atribuirlo a las prisas porque, de lo contario, no tiene perdón.  Pero en mi caso, los errores son de otro tipo. Una vez, por ejemplo, escribí en un informe “Conejo de Administración” en lugar de Consejo. Lo peor es que además utilicé una herramienta predictiva de Word que replicó la palabra Conejo en cada lugar del Informe en el qu...

¿ La realidad supera la ficción?

 Madrid, 2085. - Tío ¿sabes que hoy he estado hablando mucho con mi abuela? -¿Presencialmente? - No, bro. No te pases. ¿Tú sabías que nuestros abuelos pensaban? -¿Cómo que "pensaban"? ¿ellos? ¿Sin un modelo de asistencia cognitiva?   -Sí. Usaban su cerebro. Todo el día. Para tomar decisiones, hacer cálculos, recordar cosas… Incluso para elegir entre dos tipos de leche.   -Pobre gente. Sin filtros, sin predicciones… todo a pelo. Qué fuerte. -Y aprendían idiomas.  -¿Cómo que aprendían?   - Tal cual, repetían verbos,memorizaban palabras.... No lo entiendo bien. - No me lo creo. - ¿Y qué me dices del transporte? ¡Conducían coches! Y usaban manos, ojos y nervios.   -¿Pero no les daba ansiedad tener que mirar la carretera?   -Claro que sí. Por eso, se insultaban entre ellos cuando lo hacían. -Uf. Me da vértigo solo pensarlo. -¿Y sabes que "iban al cine"?   -¿A ver una sola peli?  -¡Sí! Y se quedaban sentados, callados,...

Mujeres gato

Hace poco, en una cena, un amigo me dijo al oído. "No me fío de las mujeres gato. Cada vez que una de ellas me mira con esos ojos tensados y ese labio inmóvil me entra la duda de si querrá saludarme o cazarme." Me entró la risa, pero le entendí perfectamente y me alegró que alguien, por fin, sacase a la luz este tema, inquietante. Las mujeres gato están por todas partes. Cejas en pico. Ojos abiertos como faros. Labios que parecen recién inflados, como las ruedas de una bici. Hablan poco, miran mucho. No ronronean, pero casi. Deslizan las palabras. Seductoras, te acarician con la voz.   Los gatos son listos. No se apegan.  No obedecen. Observan.  Se van cuando quieren.  Vuelven sólo si les conviene.  Y cuando atacan, no avisan. Ellas también.  No se despeinan.  No se comprometen.  No se arrugan (literalmente). Van por la vida como si fueran de mármol. Son guapas. Pero dan miedo. No sabes si son de carne y hueso o de botox y ácido hialurónico. ...

Ángulos muertos

Ayer, un comercial de un concesionario nos explicaba las ventajas de un nuevo modelo de coche. Casi todo me sonaba a chino y desconecté, confiando en que mi marido, diligentemente, se estuviese enterando de todo. Pero en un momento dado, el comercial captó mi atención. Fue cuando comentó que el modelo de coche en cuestión iba dotado del más inteligente detector de ángulos muertos.  Los ángulos muertos siempre me han dado miedo. Son algo así como los agujeros negros o el triángulo de las Bermudas. Espacios llenos de misterio. La vida está llena de ángulos muertos. En ellos residen agazapadas circunstancias cercanas de las que no somos conscientes. Circunstancias que nos rodean sin hacer ruido, que caminan a nuestro lado, rozan nuestra vida, pero no las vemos.   Los ángulos muertos son rincones donde no llega la vista, ni la intuición.  Porque la vida guarda secretos que de repente emergen, como curvas en una carretera oscura. Y un día, algo salta desde un ángulo ciego...