sábado, 29 de marzo de 2025

Cinco meses después


Pasear por Catarroja y Paiporta, 5 meses después de aquella terrible noche del 29 de octubre, es aún desolador.

Lo hemos visto mil veces en el telediario. Nos hemos estremecido y emocionado, pero me pregunto si no lo habremos olvidado. Pero cuando vas allí y paseas por sus calles, se te ponen los pelos de punta.

Cada pared, cada muro, cada fachada es testigo de la desgracia.  En muchas aún se ve la señal de la atura que alcanzó el agua, que en algunos sitios fue de cerca de 3 metros. Tres metros de torrente, de agua sucia, de agua con barro, de agua cargada de cañas, de porquería, de aguas fecales, que arrasó con todo lo que encontró a su paso, con una fuerza tan descomunal que llegó a arrancar hasta las vías del tren.

Ver en directo el famoso Barranco del Poyo impresiona. Impresiona verlo seco e imaginarlo lleno de agua hasta desbordarse.  En muchos barrios de Paiporta parece que ha habido una guerra.  Miras a tu alrededor y no parece España. Piensas en esas imágenes que vemos de ciudades destrozadas por las bombas. Pero no es un país lejano, ni ha sucedido una guerra. Es España, es Valencia y es consecuencia de la DANA, y lo peor, es que han pasado ya cinco meses.  Cinco meses en que “lo de arriba” se han peloteado las culpas y las responsabilidades y “los de abajo”, los de a pie, los afectados, han limpiado y desescombrado, han llorado, se han caído y se han levantado, han arrimado el hombro, han luchado.  

Impresiona ver tantos negocios cerrados. Algunos volverán a abrir. Otros muchos no lo harán. Vemos panaderías cerradas, carnicerías, estancos, peluquerías… También colegios que aún no han podido retomar  las clases.  Y da pena, mucha pena. Faltan muchas puertas y cuando te asomas por el hueco, ves las casas vacías. Y piensas en todo lo que el agua se llevó, en las vidas que arrebató.



Paiporta, Catarroja y el resto de pueblos afectados son heridas aún abiertas. Y se palpa la soledad. La ayuda llega a cuenta gotas, cuando llega.

Hablamos con muchos vecinos, y nos impresiona su fuerza y su valentía, sus ganas de salir adelante.  Siempre pienso que la pasta de la que cada uno está hecho sólo se ve en los momentos más duros. La pasta de esta toda esta gente es muy sólida.  

La noche del 29 de octubre fue una noche dramática pero también ocurrieron muchos milagros. Murieron más de 200 personas pero muchas otras vivieron situaciones realmente dantescas y trágicas y salvaron su vida. Todas ellas te hablan de su particular milagro. Porque los milagros existen. Sólo hay que saber reconocerlos.

En Catarroja hablamos con Paco. Su padre, Chimo, y él tienen un negocio familiar desde hace casi 40 años, una papelería. Los últimos años no han sido fáciles, con la competencia de Amazon y otras grandes empresas. Pero con mucho esfuerzo y trabajo, les iba bien. Hasta que llegó la DANA. A las 6 de la tarde, a Paco le llamó su hermano para avisarle de que el agua  empezaba a subir y de que había riesgo de que se desbordase el Barranco del Poyo. Paco, por si acaso, mandó a casa a la chica que trabajaba con él, y se quedó cerrando la tienda con su hijo de 10 años, al que había ido a recoger al colegio. Echaron el cierre pero no les dio tiempo a salir. Una tromba de agua inundó la calle. Un coche chocó contra la persiana de metal y la levantó por abajo. El agua empezó a entrar y en cuestión de minutos todo estaba inundado. No tenían escapatoria, el agua subía y subía. Los muebles flotaban. Todo era un caos. A duras penas, Paco y su hijo consiguieron subir a una estantería, pero el agua les llegaba al cuello. Su hijo le miró asustado. “Papá, vamos a morir”. Paco supo que no podían seguir esperando. Se lanzaron al agua. Nadaron, bucearon, sortearon muebles flotando contra los que se chocaban y, como pudieron, se acercaron a la salida.  Paco dio instrucciones a su hijo para que bucease hasta el suelo mientras él le empujaba hacia abajo para que pudiera colarse por la rendija abierta. “Intenta pegar la tripa al suelo” le decía a su hijo. Paco no sabía qué les esperaba fuera, pero era la única escapatoria. Su hijo consiguió salir y luego le siguió Paco. Fuera, era el caos.  El agua alcanzaba los 2 metros. Consiguieron subirse a un árbol y ahí esperaron 3 horas  a oscuras, helados, muertos de miedo, oyendo a la gente gritar. Unos vecinos consiguieron rescatarles.  Cuando Paco vio a su hijo a salvo, respiró por fin. Todo lo demás daba igual. 

Dos días después pudieron acceder a la tienda. El alma se les cayó a los pies, pero estaban vivos y era un milagro. Sólo eso importaba. Hoy siguen luchando para salir adelante gracias al apoyo de sus vecinos, de sus proveedores y hasta de su “competencia”, que les cedió su cartera de clientes para que pudiesen salir adelante. Chimo lloraba cuando nos lo contaba. Paco y su hijo son héroes anónimos. Su hijo aún tiene pesadillas e inocente, agradece a su padre que le apuntase a clases de natación. Sabe que eso, y su valentía, les salvó.

En Paiporta, conocimos a Marta y a Aurora. Alguien les avisó de que el agua estaba subiendo muy rápido. Corrieron a casa de su madre, encamada y sin poderse mover. Lograron llegar. Quisieron salir pero ya era tarde. El nivel de agua no paraba de crecer. Arrastraron como pudieron el colchón con su madre y con una fuerza sobrenatural que aún hoy no logran explicarse de dónde salió, se encaramaron a los barrotes de una ventana. Con una mano se sujetaban y con la otra sujetaban, como podían, a su madre sobre el colchón, ayudadas por una mesa que de manera milagrosa de situó justo debajo y sirvió de apoyo al colchón.  Aguantaron 3 horas, chillaron pidiendo ayuda, mientras escuchaban a su vez, desoladas, los gritos desgarradores de su vecina Vicenta que se ahogaba sola. Vicenta se ahogó. Ellas sobrevivieron. Su madre, recién operada, y con una cicatriz en la tripa de lado a lado, ni siquiera sufrió una infección. Son conscientes del milagro.  

También nos emocionó la historia de Pili, de 70 años. El 29 de octubre, a las 5, estaba tumbada en el sofá. No se encontraba bien. Se había quitado la peluca para descansar un rato. Acababa de recibir una sesión de quimio de 5 horas. Tiene cáncer desde hace 5 años. La llamó su hijo. “Mamá voy a buscarte. El agua está subiendo mucho”. Llegó su hijo y la sacó en brazos. A ella y a su padre, de casi 90 años y con demencia senil. Con las prisas, Pili se olvidó su peluca. Consiguieron a duras penas atravesar la calle y salir del pueblo. Cuando Pili pudo acceder a su casa, una semana después, estaba totalmente destrozada y lo poco que quedaba se lo habían robado. Pili había reformado su casa hacía menos de 2 años y no tenía seguro.

O la historia de Cristina, que siempre quiso emprender. Hace dos años se decidió y empezó con todos los trámites para poner en marcha una casa de comidas para llevar. La inauguró el 26 de octubre de 2024 y tres días después lo perdió todo por culpa de la DANA. El local quedó arrasado. Perdió todo el equipamiento, sólo pudo recuperar el mostrador.

Conocimos a Paco, a Chimo, a Marta, a Aurora, a Pili y a Cristina a través de las ONG que les están ayudando a salir adelante, a reformar sus casas y a poner en marcha sus negocios. ONG como Nova Feina, Altius, Esycu, Dasyc, Colysee y muchas otras que están haciendo una maravillosa labor de ayuda. Y en Banco Santander estamos muy orgullosos de colaborar con ellas.

No podemos olvidar a estos pueblos. Ya no salen en el telediario pero la situación sigue siendo terrible. Necesitan apoyo.  Hay que arrimar el hombro. No vale cerrar los ojos.  Todos criticamos a los políticos, pero seguramente podemos hacer algo más.

Ayer nos decían que la Dana había traído una ola de solidaridad más grande aún que la ola de barro.  Que no decaiga esa ola. Paiporta y el resto de pueblos nos siguen necesitando. 

¡No les abandonemos!










martes, 18 de marzo de 2025

A las de cierta edad

Mi madre dice que los niños ( a las niñas les pasa mucho menos), cuando llegan a la adolescencia, entran en “descomposición factorial”.  Creo que es una expresión que se ha inventado, o quizá ya la decía mi abuela, no lo sé, pero es cierto. Los niños, cuando llegan a los 14 o los 15, se descomponen como paso previo a su transformación. Les crece la nariz, les sale el bigotillo, les crecen tres pelos en la barbilla, se llenan de granos, las extremidades se les empiezan a alargar, les cambia la voz, les crece la nuez, emiten “gallos” y les crecen pelos en las piernas. Es un proceso natural y los pobres lo llevan lo mejor que pueden. 

Sin embargo, “poco se habla” como se dice ahora, de otro proceso de descomposición factorial, igualmente natural, pero que, por razones desconocidas, se silencia. Me refiero a la descomposición que sufrimos las mujeres llegadas a una determinada edad. Algunas leerán estas líneas y me regañarán. Otras no se verán reflejadas, bien por ellas, pero otras muchas se sentirán identificadas.

Ya sé que los 50 son los nuevos 30, me da igual. A partir de los 50 la mujer entra en descomposición factorial, lo cual no significa, ni mucho menos, que vaya a peor, no. A veces, esta descomposición, previa, como en el caso de los adolescentes, a una transformación, da como resultado una mujer mucho mejor, una mujer transformada y renovada, aunque suene a anuncio.

Hasta los 50 tu piel es más o menos tersa, alguna arruga por aquí, y alguna por allá, nada de que asustarse, pero, ay, a partir de los 50 la cosa cambia, y quien diga que no es así, miente, o es un robot, que también puede pasar.

Un día te miras en el espejo y te descubres patas de gallo; otro día, el código de barras alrededor de la boca; otro, la arruga del entrecejo; otro, las alas de murciélago. Hasta aqui, más o menos asumible, pero ay el día que descubres tu cuello, ese día ya no hay marcha atrás. Porque para el cuello no hay salida. De ahí que,  a partir de una cierta edad, cada vez se vean más mujeres con pañoleta al cuello, o con cuello vuelto, la que lo aguante, claro, porque el calor corporal también se transforma en esta fascinante etapa de la vida y los cambios repentinos de temperatura te juegan muy malas pasadas.

Hasta los 50, una mantenía más o menos la cintura. A partir de los 50, la cintura se pierde y no hay quien la encuentre. Por no hablar del contorno, que de repente se te dispara, o de la invencible grasa abdominal.

A partir de los 50 las mujeres necesitan tomar colágeno, magnesio, ácido hialurónico, Omega 3 y no se cuántas cosas más. Se pierde densidad ósea, se gana flacidez, se altera el sueño, las hormonas se descompensan y cambia a menudo el estado de ánimo, por no extenderme mucho más.

Sin embargo, hay que hacer como si nada. Porque reconocerlo es como reconocer que has entrado de lleno en la vejez. Además, las mujeres estamos muy acostumbradas a disimular desde muy pequeñas. Después de todo,  estamos acostumbradas a desangrarnos sin inmutarnos. Eso es así.

En África, la "menstruación" (qué palabrita) es un terrible tabú. Nadie habla de ello a las niñas. Y este desconocimiento de algo tan importante provoca enormes consecuencias.

En este lado del mundo, en cambio, lo que es tabú es la menopausia. Ni siquiera a las propias mujeres nos gusta mucho hablar de ello. Más de una prefiere morir de un ataque de calor antes que sacar un abanico y airear a los cuatro vientos que está sufriendo un sofoco.

“Del dinero no se habla”. De la menopausia tampoco. Y tal cual lo escribo me pregunto si a mí misma me gusta hablarlo. No me gusta airearlo, pero me encanta compartir “casuística” y “mejores prácticas” con mis amigas. Porque en esos momentos de amigas da igual tener 20, que 30, que 40 o 50. La energía es la misma, los gritos, las risas, el quitarse la palabra unas a otras, o el llorar si hace falta. En esos momentos de chicas vuelves a ser la que siempre fuiste, con menopausia o sin ella.

A partir de los 50 las mujeres estamos fantásticas. Quizá no tan tersas, ni tan delgadas, quizá con algo más de tripita, quizá más flácidas, quizá con la sensibilidad a flor de piel.  Pero a la vez mucho más seguras, más atrevidas, más desinhibidas y mucho más capaces de decir que no, que también es algo que se aprende con la edad.

Dicen que con los 60 llegan las hernias, los músculos bloqueados, los tirones, las sorderas incipientes. Da igual, estamos preparadas. Porque  en sentido inverso seguiremos avanzando en madurez y sabiduría, en saber estar, en poderío, en paciencia y en agudeza. Y por supuesto, en belleza. 

¡A vivir, que son dos días!.

Feliz semana.








 







lunes, 24 de febrero de 2025

Ausencia


Los recuerdos inundan mis sueños.

Te echo de menos. Ya no estás.

Me aterra no verte de nuevo.

No volvernos a encontrar.


Cuanto daría por tenerte cerca.

Por poderte hablar.

Sin tí me siento pequeña.

Ya nadie me protegerá.


Haría lo que no hice.

Y mil veces más lo que sí.

No me perdería ese instante. 

Ya no tengo oportunidad. 


Sigo hablándote por dentro. 

Te siento en la oscuridad.

La vida sigue su curso. 

Pero tú ya no estás.


Tus cosas no tienen dueño.

Compartimos orfandad.

Los olores se evaporan.

Pronto también se perderán.


Me asusta el vacío.

Un agujero que trato de llenar. 

Cuanto más se llena más se ahonda.

Una herida sin sanar.


No quiero etiquetar mi dolor.

Ni quiero frenar mi tristeza.

No quiero desanudar el nudo 

Que me une a tu ausencia.


Leeré tus libros.

Veré tus fotos.

Recordaré tus palabras.

Pero tú ya no estás.

lunes, 10 de febrero de 2025

De Internet y de gatos

El nivel de desconfianza de Internet hacia mi persona ha alcanzado cotas insospechadas. 

Lo último que Internet me ha obligado a hacer para verificar mi identidad ha sido reconocer entre tres audios distintos cuál era el maullido de un gato. He tenido que escuchar los tres sonidos varias veces porque todos me parecían gatos. 

El primero de ellos era el sonido de un gato cortejando a una gata, un gato elegante rondando a una coqueta gatita. El segundo era una pobre gata pariendo, un maullido quejicoso y lastimero. Y el tercero, un gato afónico, y seguramente francés, porque en vez de maullar diciendo MIAUUUU como hacen nuestros gatos patrios de toda la vida, éste decía MIOOOOOO, pero era un gato igualmente, salvo que a los gatos franceses la IA les considere “chats” y no cuenten a estos efectos. La cosa es que he tenido que repetir el ejercicio varias veces porque la prueba no me dejaba elegir las 3 opciones. Me ha recordado a los test psicotécnicos del colegio, esos en los que había que seguir una secuencia geométrica y que eran imposibles de contestar para las que apenas tenemos visión de espacio. 

Al final se me ha bloqueado la cuenta. He tenido que llamar al servicio de atención al cliente, escanear un QR, mandar mi DNI, hacerme una foto por delante, por detrás, y de ambos perfiles, como en la cárcel y poner la huella del dedo gordo del pie. Sólo me ha faltado escupir para que puedan comprobar mi ADN. 

Me pregunto si todo esto se lo harán a todos o sólo a mí por algún motivo especial. Mi autoestima comienza a verse afectada. Empiezo a pensar que Internet tiene algo contra mí. ¿Tendrá Internet la capacidad de coger manía a un pobre usuario? Creo que no le doy tanta guerra. Soy buena, siempre acepto las cookies. ¿O quizá será precisamente eso?. Quizá Internet sabe tanto de mí que conoce mis puntos débiles y los aprovecha para atacarme. Pero entonces, ¿ por qué habrá elegido un gato en lugar de un perro si yo soy más de perros? Mi cabeza no para de dar vueltas. En fin, que he perdido la mañana por culpa de Internet y aún sigo con la cuenta bloqueada. 

Despropósitos de la era digital.

¡Feliz semana!

viernes, 31 de enero de 2025

Bendito 31 de enero

Por fin llegó el 31 de enero. Me pregunto cómo es posible que un mes se haga tan largo, teniendo en cuenta, además, que lo empezamos una semana más tarde.  Porque la primera semana de enero es, en realidad, una semana de impasse, un compás de espera. Hasta el 7 de enero uno no entra en faena.  Seguimos de resaca, de festejos, de cabalgata de Reyes, de roscones, de regalos, de emoción. Pero a partir del 7 llega la realidad y qué cuesta arriba se hace. Con razón se habla de la cuesta de enero. Una cuesta tan pronunciada que a veces se hace difícil subirla.

Dicen los expertos que es una cuestión de dopamina. En diciembre, con tanto jolgorio, la dopamina se dispara y nos provoca un estado de subidón. En enero, sin embargo, la alegría se frena, desciende la dopamina y nos entra en bajón. Algo así debe pasar.

Enero es el mes en el que uno pone a prueba su fuerza de voluntad. Toca dejar de comer, retomar el ejercicio, poner en marcha los nuevos propósitos. Es el mes en el que se asume que vuelves con las pilas cargadas, cuando lo cierto es que vuelves con las pilas más fundidas que nunca, y ello provoca cierto desasosiego.

En enero te enfrentas a la página en blanco del nuevo año, sin acabar todavía de dejar atrás el peso del anterior. 

Es un mes de nuevas ilusiones, de expectativas, de replanteamientos, de propósitos, pero también de incertidumbre y de vértigo. El reloj se pone a cero. Nuevos logros por cumplir, nuevos objetivos, nuevas metas.

En enero toca enfrentarse a la báscula, toca hacer devoluciones, toca hacer nuevas listas, toca planear, toca coger carrerilla. Es demasiado pedir a un mes que tan sólo es el primero del año, un mes que tímidamente dan la bienvenida a un nuevo año.

En enero el tiempo pasa despacio, las horas se hacen interminables y las semanas se alargan indolentes. La pereza busca acomodo pero no hay sitio para ella y se revuelve molesta. Las rutinas, impacientes, tratan de imponerse de nuevo pero no logran aún consolidarse.

La buena noticia es que enero se ha acabado. Bendito 31 de enero.

Veremos qué nos depara el bueno de febrero. Ya vamos estando más entrenados...

¡Feliz semana!


 

domingo, 26 de enero de 2025

Tic tac, tic tac.

 


En cementerios de horas languidece mi tiempo. 

Garras atrapan mi atención.

Mi inconsciente conciencia 

sólo vive en diagonal. 


Se acumulan las estaciones,

El verano y la Navidad.

Lo que eres no lo serás más.

Lo que fuiste lo perdiste.


Los meses se deslizan en tobogán.

Tras el 1 empuja el 31.

Tic tac, tic tac.

Cuando sea tarde te arrepentirás.


Imposible que quepa en un día.

La goma no se puede estirar más.

De tanto forzarla se rompe,

Y no se puede reparar. 


El cielo está lleno de santos, 

Que se fueron a descansar. 

Aquí abajo hay mucho ruido, 

Imposible desconectar.


Tic tac tic tac.

No puedes correr más. 

Sin saber dónde está la meta,

sólo te perderás.


Buscas lejos de donde está.

Frío, frío. Ahí no lo encontrarás.

El reloj sigue girando, 

Y no lo recuperarás.


De tanto girar te has mareado,

Imposible seguir la raya. 

Los límites se han desdibujado.

La perspectiva ya no está.


Quizá la rueda un día se pare.

Ya no la puedes empujar.

Las campanas ya no suenan.

Pero nadie te avisará.


Tic tac tic tac.

Es hora de empezar.


viernes, 17 de enero de 2025

Cretinos

Parece que el plagio está de moda.

Es muy peligroso que las malas prácticas se pongan de moda, que se pierdan los valores y la ética, que la gente crea que es normal hacer cosas que no están bien, que se infravaloren determinados comportamientos. Y es muy peligroso porque es una bola que crece poco a poco y que cuando se hace grande nos devora a todos.


No está bien mentir, ni robar, pero mucha gente, aparentemente respetable, lo hace sin el más mínimo pudor.

Tampoco está bien aprovecharte del talento ajeno, hacer tuyos las reflexiones y pensamientos de otros y además, pretender lucrarse con ello. No sólo no está bien sino que está muy mal. Es más, en ocasiones, hasta es delito. Debería ser algo obvio, pero, desafortunadamente, no lo es.  El que lo hace carece de escrúpulos y de valores. Y no debería quedar impune.

El mundo está lleno de cretinos.  Cretinos que se ocultan bajo una apariencia inocente y amable, pero que esperan a la mínima de cambio para atacar y clavar el puñal por la espalda.  Cretinos que no tienen vergüenza ni pudor. Cretinos que se aprovechan de los demás sin ningún tipo de miramiento. Cretinos sin moral. Cretinos mediocres que a falta de talento propio roban  el ajeno.

Hay que mantenerse muy lejos de los cretinos. Pero a menudo es difícil reconocerlos, de tan bien que se esconden. A veces los ves venir, pero lo malo es que los que no somos cretinos no somos capaces de adelantarnos a sus jugadas, no imaginamos hasta dónde puede llegar su osadía y desfachatez, por lo que, inevitablemente, siempre te pillan desprevenidos.

He sido víctima de un cretino. Lo malo es que sospeché de él desde el principio. He sido ingenua, inocente, y el cretino se ha aprovechado de mí y de mi talento.

Los cretinos son unos sinvergüenzas. Muchos son padres de familia. Lo siento por sus hijos. Espero que el cretinismo no sea hereditario. Pero me temo que tener referentes cretinos también es muy peligroso.


 

martes, 7 de enero de 2025

Al año nuevo le pido

Al año nuevo le pido ser feliz,

Y que no me crezca la nariz,

Tampoco las orejas,

Como les pasa a las viejas.

 

Amor y salud también quiero,

que si no, quizá me muero,

Aún soy joven para morir,

mil cosas quiero vivir.


Quiero ver a mis hijos creciendo,

Aunque mayor me vaya haciendo.

Quiero saborear cada día,

Y dar gracias con alegría.


Que no falten las risas,

Y que vivamos con menos prisas.

Sentir el alma en paz,

y no tener un hambre voraz


Y ya puestos a pedir,

querría comer y no engordar,

mi cintura recuperar

y en bikini pasear.


También engancharme al deporte,

Para mantener el porte,

Y que nada me de corte,

Y besar al consorte.


No necesito chutarme botox,

ni tampoco pasear en motos.

La vida es envejecer,

y quien no lo ve, tonto es.

 

Quiero disfrutar del atardecer,

Y por la brisa dejarme mecer.

Mojar los pies en la orilla,

Mientras leo sentada en mi silla.

 

Quiero del campo disfrutar,

Y salir a caminar 

Tomarme un buen vino,

Y no caer en desatino


Mucho no pido

Seguro que algo olvido

Felicidad cotidiana

Despertarme cada mañana


Es urgente vivir,

No podemos dejarlo ir,

Saboreando el presente,

Con el corazón y la mente.




domingo, 29 de diciembre de 2024

¡Feliz 2025!


Vuelan los pensamientos que no atrapas.

Se desvanecen los sueños que no luchas.

 

Languidecen los deseos sin cumplir.

Mueren las ganas cohibidas.


Los besos que no das se evaporan.

Las palabras que no dices se deshacen.

 

Las risas que no brotan lloran.

Las lágrimas que no salen duelen.

 

Las gracias que no das enmudecen.

La belleza que no aprecias se hace invisible.


El rencor que no vences se enquista.

La alegría que no salta se adormece.


Sangran las heridas sin curar.

Se marchita el amor que no cuidas.


Desaparece lo que dejas de  recordar.

Se adormece el esfuerzo que no practicas.


Se empequeñece el que tiene y no da.

Se endurece el que no mira más allá.


Desespera el que sólo espera.

 

En 2025….

 

Ama.

Ríe.

Llora.

Persigue tus sueños.

Cumple tus deseos.

Cura tus heridas.

Cuida a los que quieres.

Comparte lo que tienes.

Mira a tu alrededor.

Aprecia la belleza.

Baila.

Canta.

Esfuérzate.

Actúa.

Agradece.

Vive.

 

¡¡Feliz 2025!!

 

 

 

 

sábado, 14 de diciembre de 2024

Senegal. Viaje a la Casamance

He tenido la suerte de volver a Senegal, esta vez de la mano de la Fundación Xaley.

Ha sido un viaje precioso, pero, sobre todo, ha sido una oportunidad para conocer de primera mano algunos de los proyectos que Xaley está llevando a cabo en el país y que impactan en la vida de miles de niñas y mujeres senegalesas. 

Hemos visitado el centro de costura de Mbour donde forman a jóvenes para que puedan tener un futuro mejor.


Hemos asistido a charlas de salud sexual y reproductiva, un tema muy importante en un país en el que los embarazos precoces son muy frecuentes y provocan que las niñas abandonen la escuela.

Visitamos un centro donde acogen a chicas víctimas de abusos o violencia, a veces embarazadas y repudiadas por sus familias. Visitamos la tienda de una emprendedora que ha recuperado antiguas técnicas textiles y que hace cosas preciosas. Inauguramos un centro de transformación de frutas y legumbres y nos reunimos con un grupo local para comentar las consecuencias de la falta de inscripción de los niños en el registro civil, algo muy habitual en África que provoca que muchos niños "no existan". 

También visitamos una escuela donde los alumnos más brillantes dan clase de manera voluntaria a los más pequeños que necesitan refuerzo.


 

Vuelvo impresionada con la fuerza y la energía de las mujeres senegalesas y con su capacidad de salir adelante en entornos muy vulnerables. 





Vuelvo también fascinada con el paisaje. Hemos visitado la Casamance, una región al sur del país. Una zona exuberante, de marismas y manglares, repleta de bosques, arrozales inmensos y enormes baobabs.

Una región rural de la que me llevo grabadas en la retina preciosas estampas de mujeres con barreños en la cabeza trabajando en los arrozales




Me llevo también la sonrisa de los niños y sus miradas profundas. Y el gris plata de las playas al atardecer, playas inmensas y solitarias por las que paseas haciendo crujir las conchas de berberechos que cubren la orilla. También el sonido de los cientos de pájaros que pueblan los árboles, los olores de los mercados, los colores de la ropa tendida y la alegría de los telas africanas. 







 





Y por supuesto, la gastronomía, como el tiboudhien, el plato típico senegalés, o el popular Yassa. 

También he probado deliciosas ostras de los manglares que recolectan las mujeres y que tomamos en la diminuta isla de Carabane, un paraíso escondido, de arena que parece harina y donde el tiempo se ha detenido. 


En Carabane visitamos su mercado artesanal y conocimos a Paco, Paco CaRabane, un carismático costurero que en media hora te hace cualquier prenda. También a Ousman y a Matar, que tan bien nos dieron de comer al borde del mar,  acompañados de una mamá cerda y sus cerditos.


Han sido unos días de desconexión, de cambio de chip, de descubrimiento, de sorpresa, de emoción, de compartir ratos y hasta bailes, con los locales.

He tenido además la suerte de disfrutarlos con mi hija, que ha vuelto tan feliz como yo, y con un grupo de personas con un corazón enorme, Santi, Javier, Mar, Itxi, Mar, Bea, Patricia, Celia, Goretti y Nana, capitaneados por Sam, el director de Xaley. Sam es un fantástico profesional y una persona con una enorme vocación de servicio, que trabaja cada día para contribuir al progreso de su país. Ha sido una suerte viajar con él y con varios de los miembros del Patronato de la Fundación Xaley, muy comprometidos desde hace años con la educación de las niñas senegalesas. 



En Senegal descubres otro mundo, otras vidas, realidades ajenas a las prisas, al estrés, a la inmediatez y al consumo desenfrenado. 







Hemos visitado poblados muy humildes, donde viven con muy poco, poblados en los que aparentemente no pasa nada relevante, pero donde, sin embargo, cada día ocurre un milagro. Sólo hay que tener los ojos abiertos para descubrirlo.

Ya estoy deseando volver.

Jerejef  Senegal!!!