Ayer hablaba con una amiga sobre estos días de final de septiembre en los que una no sabe qué ponerse. "Ropa de entretiempo" te recomiendan. Qué lío. Una no sabe si ponerse el abrigo o seguir con tirantes. Por la mañana te congelas y por la tarde te asfixias. Mi amiga en cambio, práctica y resolutiva, lo tenía claro. "Lo mejor es ir en chándal". Yo la miré atónita. Pensé que estaba de broma. Es una persona que suele vestir bien y que además se gasta mucho dinero en ropa. No me atrevi a responder y me quedé pensativa.
El chándal ha ganado la batalla al buen gusto. No hay más que mirar a nuestro alrededor. Hoy en día el chándal campa a sus anchas. Hasta las colecciones de los diseñadores de alta costura incorporan chándales. Chándales sofisticados y lujosos pero chándales al fin y al cabo.
Habrá quien me tilde de "pija", de anticuada o de "demodée ". Me da igual. Pero no tengo chándal y creo que nunca lo tendré, aunque quién sabe, no digas nunca de este agua no beberé. Para hacer ejercicio uso unas mallas y una camiseta, ambas del pleistoceno.
El chándal es, o más bien era, una prenda para hacer deporte. A partir de ahí, desconozco las razones que le han llevado a posicionarse como una prenda indispensable en el armario de casi cualquiera ( y digo casi porque espero y confío en que aún queden personas "de mi especie".)
Supongo que habrá gente que lo lleve por pura comodidad, o incluso vaguería. "No hay mejor moda, que la que acomoda" defienden algunos. La gente viaja en avión en chándal, va al supermercado en chándal, pasea al perro en chándal, va a la playa en chándal. Por no hablar del chándal para teletrabajar. Muy cómodo.
La realidad, una vez más, supera la ficción. Ahora hay chándales de Gucci, de Prada, de Versace, hasta de Chanel. Me pregunto si iconos de la elegancia como Audrey Hepburn alguna vez vestirían esta prenda. Me ha sorprendido ver una foto de Lady Di, tan fina ella, en chándal. A Carolina de Mónaco, que yo sepa, aún no la han pillado de semejante guisa.
Y lo mejor es que también puedes combinarlo, que es ya el colmo de la elegancia. Como diría Martirio, chándal con tacones, arreglada pero informal.
Nada es lo que era. Ahora a los famosos también les encanta ir en chándal. Actores, actrices, cantantes, presentadores....No me extrañaría, tal y como está el panorama,que en breve el chándal irrumpa en el Congreso y empecemos a ver a los señores diputados ataviados con tan cómoda prenda.
Que un futbolista vaya en chándal es comprensible, aunque me pregunto si nunca se lo quitarán, como si de una segunda piel se tratara. Una vez coincidí con un futbolista famoso en un restaurante e iba en chándal. Él y toda su familia. Seguramente venían de entrenar. Entrenamiento familiar. Aunque no se les veía sudados, gracias a Dios.
El chándal se ha impuesto. No es de extrañar en una sociedad en la que cada vez impera mas el mal gusto y dominada por el todo vale.
Me encanta la gente elegante. Es difícil ser elegante en chándal. Aunque es cierto que la elegancia es independiente del atuendo. Es algo innato que se tiene o no se tiene. Y el que la tiene la mantiene aún vestido de mamarracho.
Mis amigas cuando empecé a ir al gimnasio amenazaron con regalarme un chándal por mi cumpleaños. Me preocupé. Afortunadamente no lo hicieron.
Karl Lagerferd, diseñador de Chanel durante muchos años, decía «un chándal es un signo de derrota. Cuando pierdes el control sobre tu vida, te compras un chándal." Quizá exageraba. Seguramente. Pero, un poquito de sensatez, por favor.
¡Feliz semana!