Hace unos días visité una residencia de ancianos. Nada más entrar me invadió una enorme nostalgia. Intenté analizar la causa. ¿Sería el recuerdo de mis abuelos, el miedo a la desaparición de mis padres o incluso el temor a mi propia vejez? Seguramente todos esos pensamientos pasaron por mi cabeza en décimas de segundo. Sin embargo, no fueron ellos los que despertaron mi nostalgia. El verdadero causante de mi sensación fue el espumillón. Una gigante sala de estar decorada con espumillón de todos los colores me recordó la Navidades de mi niñez. Ahora nadie, o casi nadie (siempre quedarán los clásicos como mi amigo Toni) decora con espumillón. El espumillón ha caído en desgracia. Está "demodé". Ahora la gente decora con adornos mucho más sofisticados y pocos se acuerdan ya del pobre espumillón, a pesar del brío con el que iluminó en su día nuestra Navidad. El espumillón daba mucho juego, lo mismo servía para rodear el árbol que para colgar bolas de un lado a otro del salón. Po...
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...