Estoy
desolada. Este verano no he encontrado el yinyan.
Mira que lo he buscado. Por aquí, por allá, pero nada. Ni rastro del yinyan.
He
buscado el yinyan mientras miraba el
mar y se me ha ido el santo al cielo.
Lo
he buscado relajada en la tumbona y me he dormido.
Haciendo
yoga y me he torcido el tobillo.
Con
un tinto de verano, y han caído varios.
Con
cuencos tibetanos y me he mareado.
En
silencio, y lo han roto los de las palas.
Con los brazos extendidos y me ha dado torticolis.
Con respiraciones profundas y me he vuelto a dormir.
Lo he buscado con ahínco, que no se diga, pero nada. Mi yinyan no hay quien lo encuentre. Anda perdido por la vida. Me pregunto si
alguien lo habrá encontrado, el suyo, no el mío, claro. Si ha encontrado el
mío, cosa rara, que por favor me lo devuelva.
A
priori, parece que el verano es la época más propicia para encontrar tu yinyan. Desconectas, descansas, bajas el ritmo, piensas,
reflexionas, te relajas .. y de repente, se supone que como por arte de magia, y
cuando menos te lo esperas, surge el yinyan.
Y entonces, sientes una enorme paz interior, una tranquilidad de espíritu, un
sosiego. Das a las cosas su justa importancia, no te inquietas, no te aceleras, nada te altera, casi casi ni te inmutas. Al menos eso dicen. ¿A alguien
le ha pasado? Por favor que me lo cuente
y de paso, que me diga su secreto. También me encantaría saber si consiguen
mantener intacto el yinyan en
septiembre. Eso sí que tendría mérito.
Lo cierto es que el verdadero yinyan, insisto, el verdadero, y que cada uno lo llame como quiera, es muy difícil de conseguir y más en una época como la que vivimos marcada por la inmediatez, las prisas, las apariencias, las redes sociales, las autoexigencias, las multitareas y la tecnología. Evitar que el yin se coma al yan, o viceversa, es ardua tarea. Requiere una fuerza de voluntad a prueba de balas, y sobre todo, grandes dosis de paciencia y templanza, ingredientes que cada vez escasean más, me temo. Por supuesto, hay quien lo consigue y les envidio. Aunque a veces pienso si, en el fondo, el yinyan no estará sobrevalorado.
En fin, supongo que como
todo, será cuestión de seguir buscando, con optimismo y esperanza de algún día
encontrarlo. En ello estamos.
Entre tanto, que cada yin
aguante su yan.
Feliz “rentrée”!!
Excelente reflexión, lo que me he podido reír!!!!
ResponderEliminarOjalá lo encuentres pronto!!!!
Enhorabuena y gracias!!!!
PD: yo también sigo buscando el mío:)
Jaja..gracias Javier!! Me alegro de que te haya gustado y ánimo con la búsqueda!!!
EliminarMaría, yo creo que tú no encuentras el yinyan porque ya estás en él... Equilibras muy bien tu parte laboral con la lúdica, tu parte activa con las pausas. Igual eres como Obélix: te caíste en la marmita del yinyan y ya no necesitas más. Un abrazo
ResponderEliminarJaja. Tú crees Dolores?!!! Pura apariencia!! Ojalá q Tú encuentres el tuyo en tu nueva etapa vital!! Besos
EliminarLo que tenemos que buscar es el Norte jajajaja.
ResponderEliminarEse equilibrio al que te refieres inexplicablemente no existe pero nos venden que si.
Lo tenemos todo y de todo, lo único que nos falta es saber lo que no se compra: de dónde venimos y a dónde vamos.
Cuando descubres que hay un plan que incluye la eternidad te apuntas y saltas al vacío, da vértigo pero es la única verdad.
Yo estoy fascinada leyendo y estudiando la Biblia.
Cuando la empiezas a entender se te quitan todas las tonterías de un plumazo ��.
Feliz regreso a “eso” que no sabemos dónde nos lleva pero que creemos que es el único camino para llegar a no sabemos dónde.
Bueno este es mi yinyan! ��
Gracias María, siempre me provocas reflexionar.
Pedazo comentario sabio..qué inteligente y sensata eres!!! Pura sabiduría. Cien x cien de acuerdo!!! Besos y gracias siempre a ti María Jesús!!
EliminarSuena fácil.... me acercaré al Duratóm a ver si anda x allí El mío! Un abrazo Fernando y gracias x comentar!!!
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