A veces la realidad es tan grande y está tan cerca que ni la vemos. Es lo que le pasó a Caperucita con el lobo. Desde pequeña me he preguntado si Caperucita era ingenua, osada o simplemente cegata. Confundir al lobo con su abuela, teniendo en cuenta semejante boca, semejantes dientes, semejantes pelos y sobre todo semejantes orejas, es de una ingenuidad que roza la estupidez, salvo que insisto, la niña fuese cegata. Muchos lobos se esconden bajo apariencias de lo más bondadosas. Confías, les abres tu casa, les das la mano y hasta les acaricias con cariño hasta que te pegan el bocado y te preguntas cómo no te diste cuenta. A fuerza de recibir bocados, y algunos dolorosos, te vas volviendo más suspicaz y puede llegar un momento en el que ya no te fíes ni de tu madre. Incluso puedes pasarte de rosca y terminar con el colmillo más afilado y retorcido que el propio lobo. En ese momento es cuando te das cuenta de que tú mismo necesitas disfraz porque te has pasado al bando d...
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...