El lunes instalaron un espejo en cada uno de los ascensores del edificio en el que trabajo. Un espejo gigante nos recibió a las 9 de la mañana, así de repente, sin previo aviso. En mi caso, debo decir que me pegué un susto. Andaba yo medio dormida, me metí en el ascensor y al verme reflejada , pensé que había alguien dentro que me miraba, hasta que me dí cuenta que ese alguien era yo misma. Superado el susto inicial, me encantó la idea. Me parece de lo más práctico un ascensor con espejo, de hecho, echo de menos cuando subo a uno y no lo tiene. Para las chicas es muy cómodo, o eso pensaba yo. Te sirve para darte un último vistazo, retocarte los labios si hace falta, o comprobar si te has pintado de fucsia los dientes ( odio hablar con la gente con un diente teñido!). Sin embargo, me he dado cuenta de que, como todo en la vida, a cada uno las cosas le afectan de distinta manera. Una de mis compañeras, por ejemplo, lleva desde el lunes buscando como loca el montacargas, con la espera...
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...