Paseando ayer por la playa con mi querida amiga Ana, me soltó una frase de ésas que a veces suelta ella. La felicidad es una manta muy pequeña, me dijo.
La comparación es simple pero realista. A veces, la felicidad parece un edredón inmenso, mullido, gozoso, de esos con los que podría arroparse una familia entera y aún así arrastra por los lados de la cama.
Pero otras veces, qué poquito tiempo te cubre entera. Cuando te tapas la sientes sobre tí, ligera, cálida, confortable. Te quedarías cubierta por ella para siempre y sin embargo, de repente, te mueves y un brazo se te escapa por arriba. Tiras de la manta para volver a cubrirte entera y lo que se te escapa entonces es el pie. Y ya no hay forma de conseguir que la manta te cubra de nuevo por completo, por muchas vueltas que des y posturas que adoptes. Es como si la manta hubiese encogido de pronto. Y no vale cambiar de manta. Al revés. Más bien se trata de seguir sintiéndote arropada aunque sólo te cubra la tripa. Después de todo, es tu manta.
Tampoco vale quererse arropar con el edredón de otro. Te puede hacer un hueco, un día, un rato, pero cada uno tiene su mantita y por pequeña que parezca nunca debe despreciarse.
Por eso, cada vez estoy más convencida de que cuando la manta te cubre casi casi hasta arriba (la punta de la nariz se suele quedar fuera siempre) hay que ser muy consciente de ello y disfrutarlo a tope..
Porque la tendencia, cuando uno está bien arropadito, es adormilarse rapido, dejarse llevar por el confort, pero entonces corres el riesgo de no disfrutar lo suficiente del momento.
Porque la tendencia, cuando uno está bien arropadito, es adormilarse rapido, dejarse llevar por el confort, pero entonces corres el riesgo de no disfrutar lo suficiente del momento.
Este verano, a pesar de que no todas las circunstancias eran lo favorables que me hubiera gustado que fueran, he tenido la suerte de ser feliz . Tapadita bajo mi manta me he puesto a contar los nudos que la componen y me he dado cuenta que cada uno de ellos por si solo considerado es simple, pequeño, pasaría casi inadvertido, pero sin embargo, tejidos todos los nudos con simetría y acierto qué gran manta han compuesto. Una manta colorida, alegre, calentita, suave... una manta maravillosa. No quiero tirar mucho de ella porque ahora me cubre casi entera, pero me da miedo que cuando menos me lo espere se me escape un pie o una mano.
Entre tanto me dejo arropar por mi manta, disfruto del calorcito que me da, trato de acariciar cada nudo que la integra y si hace falta, cobijo bajo ella a todo el que me quiera acompañar.
Feliz semana!!