Nunca hubiera imaginado el viernes cuando salía rumbo a Valencia que mi fin de semana acabaría como acabó y que mi experiencia del famoso eclipse lunar sería tan asombrosa e increíble como fue. Recuerdo que al despedirme de mi amiga Marta, siempre al tanto de todo, me dijo:"No te vayas a olvidar de ver el eclipse lunar porque este año va a ser muy especial, distinto a otros". Habrá que verlo, pensé. Con el eclipse en la cabeza, entrelazado con las mil preocupaciones que ya de por sí la invadían, puse rumbo a Valencia para pasar unos días que se las prometían tranquilos. Alrededor de las nueve de la noche y con ya 3 horas de viaje a mis espaldas, apareció la luna. Radiante. Imponente. Al principio no noté nada. La miraba y la miraba tratando de descubrir los efectos del famoso eclipe. ¿Un poco más blanca? ¿Un poco más grande? ¿Más luminosa acaso? ¿Quizá el eclipse sea el halo de luz que parece desprender? La cosa es que poco a poco la luna me fue hip...
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