jueves, 30 de noviembre de 2017

Barquitos de papel

Ayer hablaba con una amiga que está a punto de separarse. Era un matrimonio aparentemente feliz pero la convivencia fue deteriorándose poco a poco y han decidido seguir cada uno por su lado. Me dio mucha pena porque apreciaba de verdad a los dos.

Mientras hablaba con mi amiga pensaba en un barquito de papel. Lo construyes con toda tu ilusión, con paciencia, buscando siempre el equilibrio perfecto. Doblas y desdoblas varias veces el papel para que todo cuadre. Prestas atención a los detalles, a las esquinas, a las aristas. Te esmeras al máximo. Quieres que el barco quede perfecto, que no se hunda. Luego lo lanzas al agua con la confianza en que no se hundirá, convencida que tu barquito navegará y llegará donde quiera llegar. No importa que otros se hundan. El tuyo sobrevivirá. Pero de repente el barco empieza a mojarse. Por un lado, por otro... Al principio no le das importancia, después de todo es un barco de papel, es normal que se moje. Pero poco a poco el barco se va empapando más. Y empiezas a perder la esperanza de recuperarlo, lo ves desde la orilla sin saber cómo salvarlo. Hasta que el barco se hunde y tú sigues en la orilla triste, desconsolado. Para los demás era un barco más para ti era el tuyo y no querías que se hundiese.


En esta vida loca y acelerada a veces se nos olvida lo más importante. Los "cimientos" con los que construyes tu barco. Para construir un barco que quiera navegar necesitas un armazón resistente, no valen cimientos falsos, poco consistentes, endebles, comprados en los chinos. Porque cuando el agua transcurre calma todo va bien, pero a veces hay tempestad, olas, tormentas, marejada, hasta trasatlánticos enormes, aparentemente inofensivos pero que terminan arrasando a tu pobre barquito desprotegido.

Si tu barco está bien construido quizá se hunda, no digo yo que no, pero está claro que tendrá más probabilidades de resistir y continuar su viaje. Y en caso de que así sea, tampoco vale relajarse. Uno no puede sentarse en la orilla a mirar sin más. Porque, como digo, aun con sólidos cimientos el barco puede hundirse. A lo largo de la travesía necesitas hacer apuntalamientos constantes, reforzar tu barco para que siga navegando contra viento y marea. 

En fin, que esto de los barquitos no es fácil y quien piense lo contrario que tire la primera piedra. No hay más que ver la cantidad de ellos que navegan a la deriva y los muchos que se hunden sin solución. Nos guste o no nos guste, toca apuntalar a menudo, y entre tanto… como diría el dicho popular, que cada mastil aguante su vela!

Feliz semana!


jueves, 23 de noviembre de 2017

A mis amigas

Ahora que llega la Navidad empieza la costumbre de los amigos invisibles.Amigo invisible por aquí, amigo invisible por  allá. Tengo varios amigos invisibles pendientes. El tema me estaba empezando a estresar hasta que me he dado cuenta que no me puede estresar un amigo invisible porque a mi lo que de verdad me va son las amigas visibles y bien visibles. Aclaro, también tengo amigos estupendos, pero, con su permiso, este post va dedicado a ellas. A mis amigas.


A esas amigas con las que compartes conversaciones interminables y no te cansas porque lejos de agotarse los temas se te acumulan.
A esas amigas que no siempre te dicen lo que quieres oír sino lo que de verdad creen bueno para ti.
A las que, aún sin quererlo ni saberlo, son un ejemplo diario.
A las que ejercen de estilistas, de peluqueras, de enfermeras, de asesoras matrimoniales, de cocineras,  de costureras o de lo que haga falta.
A esas que te notan tu estado de ánimo nada más oir tu voz.
A las que siempre ponen su hombro y a las que no les importa pedirte el tuyo cuando lo necesitan, sin guardar las apariencias.
A las que conocen tus debilidades y tus fortalezas. A las que son pura generosidad y abren siempre su casa y sus brazos.
A las que les encanta darlo todo en la pista de baile.
A las que  repiten contigo  postre sin importarles la calorías.
A las que bailan contigo delante del espejo como si fuerais quinceañeras.
A las que te leen el pensamiento.
A las que siempre están en tu misma onda.
A las que te tomas un café con ellas y te alegran un día gris.
A las que comparten contigo sobremesa, copa y puro si hace falta.
A las que de vez en cuando aguantan tu mal humor.
A las que te prestan la ropa siempre que se lo pides.
A las que te conocen de niña, de joven y de menos joven y siempre te ven igual de maravillosa porque te quieren por dentro.
A las que te suben la autoestima.
A las  que te ayudan de forma incondicional.
A las que te hacen reír sin parar y a las que también a veces te hacen llorar.
A las que se alegran con tus alegrías como si fueran suyas.
A las que se sinceran y abren su corazón aunque les duela.
A las que puedes confiar secretos y confidencias segura de que no los desvelarán.
A las que les emocionan las mismas canciones que a ti.
A las que te recomiendan los mejores libros.
A la que confían en ti siempre y te ven capaz de lo que te propongas.
A las que no son perfectas y lo han asumido.
A las que a veces meten la pata pero eso no las hace peores.i
A las que saben pedir perdón.
A las que comparten "momentos retina" de esos que son únicos e irrepetibles.

A todas ellas, a mis AMIGAS, incluidas por supuesto mis queridas hermanas, grandes y maravillosas personas dedico hoy este post.

Feliz semana!!




lunes, 20 de noviembre de 2017

Pensamientos


Mi mente está llena de pensamientos. Me tienen loca. Últimamente les ha dado por organizarse en dos batallones y no paran de luchar. Creo que por eso me duele tanto la cabeza.

Por un lado está el batallón de los pensamientos positivos. Redondos, sonrientes, ligeros, dispuestos a actuar en cuanto les deje. Algunos de ellos son cándidos, inocentes, no aguantan un envite duro, y se pinchan como un globo cuando les ataca un malo. Otros pensamientos buenos tienen una fuerza increíble aunque muchas veces no son conscientes de ello. 

Al otro lado está el batallón de los pensamientos negativos.  En este segundo batallón hay varios niveles. Están los pensamientos malos malísimos, hay pocos, afortunadamente, pero alguno hay no voy a negarlo. Suelen estar acechados en la oscuridad, agazapados donde nadie los ve pero pendientes de salir en el momento más inesperado.  También los hay malos sin más. De esos hay muchos, va por temporadas. Algunos pensamientos malos empiezan siendo delgaditos y poco a poco engordan. Otros son muy gordos desde el principio. En estos casos necesitan que los ponga a régimen. Si no lo hago crecen y crecen. Se esparcen. Creo que una táctica de batalla. Al esparcirse arrasan en su camino a muchos buenos y discretos a los que pillan completamente desprevenidos. Hay malos a los que les gusta raptar a los buenos. Los atrapan y los tienen ocultos hasta que consigo pagar el rescate con mucho esfuerzo, y liberar a los pobres pensamientos buenos.


Es tremendo la cantidad de tácticas que conocen los malos para vencer. Eso les hace parecer poderosos frente a los buenos.  Pero ojo, muchas veces ese poder es pura apariencia porque muchos pensamientos buenos, como digo, lejos de ser blandos tienen una fuerza desbordante, sólo hay que entrenarlos y advertirles, desde la confianza en su victoria, de lo dura que puede llegar a ser la batalla. Entonces se vienen arriba y luchan por imponerse.

Unos pensamientos a los que tengo mucha manía son  los que llamo rumiantes. Se pasean por mi cabeza como vacas. No paran de rumiar y no sé cómo detenerlos. Son muy pesados. No dan tregua. Excesivamente intensos. Muy perseverantes en su rumiación. Me han dicho que haciendo yoga o practicando  meditación puedo conseguir construir verdaderas vallas donde tener aislados a mis rumiantes. Lo he intentado alguna vez pero siempre hay algún rebelde que se escapa del prado vallado y no hay quien lo vuelva a meter.

Lo que ellos no saben es que ellos son solo pensamientos y como tales solo existen en mi mente. Pero yo soy real y soy la que tiene el poder de destruirlos o potenciarlos, yo mando. Por eso quiero dejar escapar un pensamiento bueno cada mañana, y otro al irme a acostar, quiero mantener a raya a los malos, que no se acomoden en ningún rincón de mi mente, quiero construir vallas indestructibles para los rumiantes, para no oírlos, quiero dar de comer a los buenos pero delgaditos para que se hagan fuertes y se reproduzcan en mi mente. Todo eso quiero hacer. En ello estoy. Entre tanto… feliz semana!!


martes, 14 de noviembre de 2017

The new normal

Ya sé que la etiqueta de "normal" depende mucho de quien la pone. Para cada uno es normal una cosa distinta.  Lo que para mí es muy normal para otros puede resultar muy raro. Partiendo de esta premisa, me llama la atención como "en nuestra época", consideramos absolutamente normales cosas que antes, hace muy poco, eran raras,  increíbles o impensables. Es lo que podríamos llamar  " the new normal", expresión que tan de moda está.

Por ejemplo, ahora nos parece muy normal llevar el móvil pegado a nuestra mano como si de una prolongación de nuestra extremidad superior se tratara. Lo vemos muy normal pero si nos lo llegan a contar hace 20 años no lo hubiéramos creído. La gente hoy prefiere olvidarse la cartera en casa antes que el móvil. Salir sin móvil te hace sentirte totalmente desamparado. Ya ni me acuerdo de cómo éramos cuando no teníamos teléfonos móviles. Hoy no somos nadie sin nuestro móvil.

En nuestros hábitos más cotidianos el concepto de normal también ha cambiado mucho. Ahora es absolutamente normal comer tofu, quinoa, algas, semillas germinadas o brotes de soja. También es normal pasarse horas corriendo sin tener prisa ni tener que llegar a ningún sitio, solo por el puro placer de correr. De paso, es muy normal  ir todo el día en chándal o en zapatillas de deporte, incluso aunque no vayas a hacer deporte en todo el día.

La normalidad en el concepto de familia también es distinta.  Ahora es normal casarse tres veces, separarse otras tantas, tener un hijo por aquí, otro por allá, tener dos madres, tener dos padres o tener óvulos congelados. Todo es normal. Recuerdo cuando en el colegio mirábamos con curiosidad a la única niña de la clase con padres separados. Todo ha cambiado. Lo que ya no sé es si las familias antes conocidas como "tradicionales" se pueden seguir considerando normales.



Por supuesto, también es completamente normal operarte cualquier parte de tu cuerpo, aunque no sea fea, solo para tener, por ejemplo, la nariz de Nicole Kidman,  la boca de Julia Roberts, los pómulos de Bo Dereck, el pecho de Marilyn Monroe, o el culo de la Kardassian, aunque luego no te quepa en ninguna silla. Y en este mismo orden de cosas, hoy es normal que los hombres ya no tengan pelo porque se depilan de arriba a abajo, que tu piel esté tersa como el culito de un bebé porque en menos que canta un gallo te pegas un chute de bótox o que haya madres que parecen más jóvenes de sus hijas y sin embargo no sientan ningún tipo de pudor.

Por no hablar  del mundo "digital".  Hoy es normal que un niño de dos años sepa manejar el ordenador mejor que su padre;  que cualquiera pueda acceder a todo tipo de información sin filtro alguno y sin salir de su casa, o que una noticia falsa y absurda recorra medio mundo y se de por buena sin verificar la fuente.

Todo es normal. Lo que antes era increíble hoy es normal. Cuando piensas en que algo anormal que sucede muchas veces se convierte en normal da un poco de miedo. Quiero que algunas cosas sigan siendo raras, extraordinarias, poco cotidianas, hasta estrafalarias o extravagantes. Reivindico un lugar para los que se salen de la norma, que en el fondo no dejan de ser "anormales" pioneros de una futura normalidad. Alguien me sigue? pues eso!  Feliz semana!


jueves, 9 de noviembre de 2017

Los "porsis" de la vida

Ayer bajé al trastero y casi ni pude abrir la puerta.  Está lleno de 'porsis". Cosas que no usas pero que guardas por si un día las   necesitas.

Las cortinas de seda que quité de mi salón y que, aunque ocupan medio trastero, no tiro por si un día decido ponerlas de nuevo; los juguetes favoritos de los niños por si  les hace ilusión conservarlos;  los apuntes de la carrera por si un día me da por repasarlos; los azulejos del baño y el papel del pasillo por si un día hago obra y necesito reponer algo; los palos de golf por si un día me da por volver a jugar. 

Mi armario también está lleno de porsis. Chaquetas de hace 20 años que no tiro por si se vuelven a poner de moda, pantalones que no me caben pero de los que no me deshago por si adelgazo, zapatos que no tiro por si un día los quiere mi hija en plan vintage....


Inútiles "porsis" que seguramente, y a veces lamentablemente, no volverán a ser útiles en mi vida.

Recuerdo que cuando era pequeña mi madre reservaba siempre unos pijamas "por si te operan". Cada ve que íbamos a dormir a  casa de alguien queríamos estrenarlos pero nunca podíamos porque eran "por si te operan". No nos operaron nunca  así que nunca llegamos a usar aquellos pijamas.

Una amiga mia, loca del color rosa, nunca se atrevió a pintar el cuarto de sus hijos de rosa por si después de la niña venía el niño. Acabó teniendo 4 niñas y su habitación pintada de azul.

Peor es aún la gente que conserva intocable su salón  por si  tiene invitados y luego nunca invita a nadie. 

Las maletas de los viajes también son un buen cúmulo de "porsis". Abrigo por si hace frío, paraguas por si llueve, ropa de deporte  por si el hotel tiene gimnasio, tacones por si me da por arreglarme una  noche. Y luego hace calor, no llueve, no te apetece ir al gimnasio y menos aún ponerte lo tacones, así que los "porsis" vuelven  en la maleta tal y como llegaron, intactos.

Está genial donar sangre por si alguien la necesita, donar órganos por si pueden salvar a otro, ahorrar por si vienen mal dadas, hacerte revisiones periodicas por si  te descubren a tiempo algo, reservar con tiempo por si luego ya  no hay sitio, pasar tu ropa a alguien por si le resulta útil, pero .... cuidado. Tengo la impresion de que a veces  los "porsis" del mañana  empañan el presente.  De hecho, creo que voy a dar un repaso a mis principales porsis a ver si alguno soy capaz de convertirlo en un "porqueno". Por ejemplo, bajar al trastero y tirar la mitad de las cosas porque no las voy a usar  nunca. Creo que si lo hago a mi marido le da un ataque de alegría.

Claro que basta que tire algo para que al día siguiente lo necesite. Así es la vida.  Pero esta vez no pienso dejar de actuar por si a Murphy le da por hacer de las suyas!!!!

Feliz semana!!

martes, 7 de noviembre de 2017

Se busca a un ser extraño


No sé bien si ir a contárselo a la Policía o si ir al programa Cuarto Milenio, pero ayer me pasó una cosa realmente extraña.

Salía de la oficina camino a casa como cada día.  Eran las 7 de la tarde. El coche de delante iba un poco lento así que decidí adelantarle. Al hacerlo, miré a la derecha, sin prestar demasiada atención, un movimiento mecánico, como el que hace uno cuando adelanta en una autovía.

Pero al mirar, me pareció ver algo raro en el conductor. Su cara me pareció extraña, en aquel primer momento no sabría decir bien por qué.  Me quedé intrigada así que reduje velocidad y dejé que me adelantase él a mí. En cuanto lo hizo miré a mi izquierda. Esta segunda vez lo pude ver un poco mejor. Me froté los ojos. ¿Estoy viendo lo que creo estar viendo? Pensé.  La cara del conductor era una especie de careta marón llena de cráteres. Es imposible, irá disfrazado, pensé. Volví a adelantarle y volví a mirar. Y efectivamente, no estaba soñando, la cara o la careta de aquel conductor me recordó a un extraterrestre. De repente me dí cuenta de que, con tanto adelantamiento, me había pasado la salida, pero a esas alturas, ya estaba demasiado intrigada. No me podía ir así sin más, así que decidí seguirle un rato.

Durante unos cuántos kilómetros nos fuimos adelantando el uno al otro y cada adelantamiento corroboraba mi impresión. O aquel extraño conductor llevaba una careta o muy humano no parecía. Quizá sea algún tipo de deformación, pensé. O un rezagado de Halloween. Mi curiosidad iba en aumento.  Y mientras tanto seguía recorriendo kilómetros. De pronto, llegamos a un peaje. Paré detrás del coche y casi me da un infarto cuando saca su brazo por la ventanilla. Su brazo era largo, muy largo y muy delgado, marrón, rugoso, pero lo peor eran sus dedos. No me dio tiempo a contarlo pero en aquella extraña mano había más de 5 dedos, y más de 6, no sé si 7 o hasta 8. Eran como tentáculos.  No me lo podía creer. Casi me desmayo del susto. Estaré soñando, me pregunté. Hasta me dí un pellizco. Pero no, era realidad. 


Pasamos el peaje y continuamos el camino. Sin darme cuenta había recorrido más de 100 kilómetros y ya no sabía ni donde estaba.  Llegamos a una ciudad. Un semáforo, otro semáforo y de repente, en un cruce,  le perdí el rastro.  Dí varias vueltas, desesperada, pero nada. Se había esfumado.  En ese momento, me dí cuenta de la hora. Eran casi las diez y allí estaba yo, perdida en aquella ciudad que ni su nombre sabía. Resignada, decidí volver a casa. Puse el navegador e inicié mi regreso a Madrid. 

Después de recorrer 50 kilómetros me entró el sueño y paré en un bar a tomarme un café y un bocadillo. Cuando pedí la cuenta el camarero me dijo. No se preocupe. Está pagado. ¿Cómo? ¿Quién me ha invitado? Un señor que acaba de salir. ¡No puede ser! ¿Y cómo era el señor? No lo sé, llevaba una máscara de Spiderman puesta. Era él, sin duda. Pensé. ¿Quién si no se pondría una máscara de Spiderman llegado a cierta edad?  ¿Y cómo eran sus manos le pregunte al camarero? Él vaciló un rato y me contestó: Ni idea, llevaba guantes. Mi cara debía ser un poema.  

El resto del camino lo pasé buscando a mi extraterrestre pero no tuve suerte. Y desde entonces no lo he vuelto a ver.  Sueño con él. Le busco detrás de cada esquina. Quiero encontrarlo y hablar con él. Que me cuente quién es. Hasta he pensado en poner carteles de Se busca, pero claro, me tomarían por loca.  No me doy por vencida. Lo seguiré buscando.

Si alguien lo ve, que me avise.  Entre tanto... feliz semana!