Soy una “chica lista”.
Con esto no quiero decir que sea inteligente, aguda, hábil o rápida de entendimiento.
Sería pretencioso decirlo yo de mí misma.
Simplemente me refiero a que me encanta hacer listas. Tengo listas de todo tipo.
No sé si todo el mundo tendrá tantas listas en su vida como tengo
yo. Algunas de mis listas está claro que son muy comunes. Me refiero, por ejemplo, a la lista de la compra. En un mundo digital como el que vivimos reconozco que
estoy de lo más anticuada en lo que a la compra se refiere. Me encanta hacerla
por teléfono y aunque tengo más de una lista grabada en mi ordenador, la mayoría
de las veces parto de nuevas y rehago la lista en mi cuadernito. Porque, por supuesto,
mis listas las escribo a mano en un cuaderno que llevo siempre en el bolso. Nada de agenda
electrónica ni nada que se le parezca. Recuerdo el día que coincidí en
Mercadona con el marido de una amiga y me dejó impactada la maravillosa lista de
la compra que llevaba en su móvil con los productos ordenados por secciones. Impresionante. ¿Será cosa de hombres? me pregunté. Mi lista es mucho más desordenada y la
suelo hacer tan rápido que ni yo misma la entiendo.
Otra de mis
listas más clásicas es la de los viajes. Cada vez que me voy de viaje escribo
la lista de lo que necesito llevarme. Pero no sólo es eso, una vez que lo tengo
todo en la maleta hago una segunda lista adicional con las cosas de último
momento, tipo cepillo de dientes, liquido de las lentillas o secador.
Por supuesto, en
el trabajo cada día hago una lista de mis tareas cotidianas ( mis “ To do’s” lo
llamo). Y además, marco la prioridad de
cada tarea con asteriscos. Me consta que
hay quien utiliza colores para marcar prioridades, en mi caso la prioridad la
dan los asteriscos, es como los hoteles y las estrellas, cuanto más asteriscos
tiene una tarea más importante es. Y me enerva ver, como a veces ocurre muy a
mi pesar, que una tarea con muchos asteriscos vaya arrastrándose de lista a
lista cada día. A sensu contrario, qué inmenso placer ir tachando tareas, qué felicidad!!
Hay épocas muy
propicias para las listas y entonces me vuelvo loca. Por ejemplo, en Navidad siempre
hay mil listas (los regalos que comprar, los regalos comprados, los regalos
que devolver, los vales que gestionar, las cenas que celebrar..). Me estresa
tanta lista. Lo mismo pasa antes de que empiece el verano por no hablar del
terrible mes de septiembre, en el que, como madre que soy, las listas se me acumulan
y acabo medio loca.
Repasar mis
listas es como repasar mi vida. Me encanta hacerlo de vez en cuando. Y por
cierto, me hace mucha gracia comprobar que alguna de las tareas, que más bien en
este caso son buenos propósitos nunca llegan a materializarse, tipo: apuntarme
al gimnasio, ponerme a dieta o leer el periódico en inglés.
A veces hasta tengo la impresión de que algunos días se convierten en un mero cumplir la lista. Y
eso tiene su peligro porque la vida puede hacerse aburrida. También le ocurre a muchas parejas
que han olvidado lo que en su día fueron para convertirse en meros gestores de
una lista de quehaceres cotidianos comunes.
Esto también tiene mucho peligro. Casi más que lo anterior. Porque ya solo
hablan para referirse a la lista.
En fin, no quiero
que mi vida sea una pura lista. Quiero que haya hueco para la improvisación,
para lo que no está listado pero me apetece hacer por qué si, de repente y sin
venir a cuento, sin haberlo planeado. No quiero dejarme constreñir por mis
listas. Y si algún día no cumplo mi lista no pasa nada. Porque soy libre. Y pocas
cosas realmente tienen grandes consecuencias. Una vez que lo asumes eres capaz
de saltarte la lista. Eres libre.