Cada mañana, cuando llevo a mis hijos al colegio, coincido con una madre subida en un Porsche Cayenne. Se nota que lo de ir en un Cayenne “le pone”. Se siente poderosa y capaz de todo. Aparca donde le viene en gana, maniobra hacia adelante y hacia atrás sin ningún tipo de reparo. Un día de estos se lleva a un niño por delante y se queda tan pancha. Pero, claro, conduce un Porsche Cayenne y eso parece que la legitima para hacer cualquier cosa, la sitúa en un plano superior al resto de las pobres madres o padres que conducimos nuestros modestos “utilitarios” y a los que mira con cara de condescendencia. Insufrible. Es curioso como determinadas posiciones o situaciones hacen a algunas personas sentirse superiores al resto, muy por encima, algo así como “elevados”. Pasa desde la infancia. No hay más que pensar en el niño que reparte caramelos el día de su cumpleaños y que tiene la potestad de decidir a quién reparte y a quién no. O el niño dueño del balón antes de un partido de fú...
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...