A veces la realidad es tan grande y está tan cerca que ni la vemos. Es lo que le pasó a Caperucita con el lobo. Desde pequeña me he preguntado si Caperucita era ingenua, osada o simplemente cegata. Confundir al lobo con su abuela, teniendo en cuenta semejante boca, semejantes dientes, semejantes pelos y sobre todo semejantes orejas, es de una ingenuidad que roza la estupidez, salvo que insisto, la niña fuese cegata.
Muchos lobos se esconden bajo apariencias de lo más bondadosas. Confías, les abres tu casa, les das la mano y hasta les acaricias con cariño hasta que te pegan el bocado y te preguntas cómo no te diste cuenta. A fuerza de recibir bocados, y algunos dolorosos, te vas volviendo más suspicaz y puede llegar un momento en el que ya no te fíes ni de tu madre. Incluso puedes pasarte de rosca y terminar con el colmillo más afilado y retorcido que el propio lobo. En ese momento es cuando te das cuenta de que tú mismo necesitas disfraz porque te has pasado al bando de los lobos y empiezan a verse tus orejas. Es lo que se denomina la metamorfosis de Caperucita en el lobo.
Para mí que en el fondo lo que realmente era Caperucita era una provocadora, y no era al lobo a quien buscaba sino al cazador. Por eso se acercaba tanto al lobo. Por supuesto que sabía que no era su abuela, pero sabía que si se acercaba para comprobarlo el lobo se la querría comer y entonces, atraído por sus gritos, aparecería el apuesto cazador. Y lo consiguió. Armas de mujer. Expresión que por cierto intuyo que será políticamente incorrecta, pero que en la época de Caperucita aún se podía decir!
Feliz semana!!