Vivimos en el mundo de las plataformas. Hasta hace poco nadie sabía muy bien qué era eso y ahora resulta que son lo más. Nos rodean, nos acechan, nos absorben, nos arrollan, nos aturden.
Voy a mi banco y me dicen que se ha convertido en una plataforma de servicios financieros. Las tiendas son plataformas comerciales. Los colegios son plataformas educativas. Las teleoperadoras son plataformas tecnológicas. Los periódicos son platafornas de medios. Las agencias de viaje, plataformas turísticas. Las ongs, plataformas de crowdfunding..Toma ya!!
Miedo me da bajar a la panadería y que se haya convertido en una plataforma panificadora, que el restaurante de la esquina sea ahora un plataforma de hostelería y la peluquería, una plataforma de servicios estéticos. Espero que al menos el chino de la esquina permanezca fiel a su esencia .
Y por supuesto, todas las plataformas son superdigitales, virtuales, innovadoras, transformadoras y asincrónicas. Esto último todavía no sé muy bien qué significa pero suena muy, pero que muy moderno.
Me temo que estoy perdida porque no me gustan nada las plataformas. Odio que se bloque la contraseña, odio que me manden un código y no lo recuerde, odio que un robot me haga repetir mi nombre y mis deseos hasta la saciedad y no lo entienda jamás. Odio hablar con máquinas. Odio que parezca que lo conocen todo de mí.Odio que me vendan una experiencia que nada tiene que ver con la realidad. Odio no encontrar el teléfono de atención al cliente. Odio no saber dónde reclamar. Odio que me hagan perder tanto el tiempo. Odio que traten mis datos a su antojo.
Las plataformas me hacen sentir desamparada, sola, incomprendida, impotente, vulnerable.
Se supone que las plataformas deberían hacernos la vida más fácil ser super eficaces, amigables intuitivas, rápidas y veloces. Algunas lo son sin duda. Por ejemplo, las de algunas tiendas me tienen enganchada desde hace tiempo. Pero, lo siento, la mayoría, o al menos muchas plataformas, son terribles y tienen mucho que mejorar, aunque entre tanto, el que paga el pato es el pobre usuario. Porque si a mí me cuesta, no quiero ni imaginar lo que le cuesta a mi padre que cada vez que va al banco le recomiendan que haga la gestión on line.
En fin que esto de ser todos muy modernos y digitales está muy bien pero un hueco para lo tradicional, para lo de toda la vida. Para el del banco que te dedica el rato que haga falta, para la tienda que conoce tus gustos, para el del kiosko que sabe tu nombre, para el camarero que te da siempre tu mejor mesa, para la profe del colegio que te manda una notita en un papel. Sin necesidad de plataformas, oiga!!! Que me están volviendo loca!
Feliz semana!!
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...
martes, 26 de junio de 2018
lunes, 18 de junio de 2018
El loco mundo de las decisiones
A veces me asusta pensar cómo una decisión aparentemente banal puede cambiar el rumbo de una vida. Es mejor no pensarlo mucho porque hacerlo puede conducirte a no querer decidir y la vida es decisión continua. No decidir es no avanzar. Es detenerse.
En cualquier caso, qué dificil es el mundo de las decisiones y qué formas tan distintas tenemos cada uno a la hora de elegir entre varias disyuntivas. Hasta me atrevería incluso a establecer categorías de personas en función de su manera de decidir.
Una categoría serían los plastas. Los que le dan mil vueltas a todo por muy tonto que sea. Aquí se encuentran, por ejemplo, los que van a un restaurante y dudan con cada plato, preguntan mil veces al camarero y encuestan al resto de comensales. O los que en una tienda se lo prueban todo, se miran y remiran, se vuelven a probar lo que ya se habían probado, preguntan por la composición... y luego no compran nada porque necesitan pensarlo aún más.
Tambien están los de las listas. Los que antes de cada decisión hacen una lista con los pros y los contras y en función de qué lado de la lista pesa más deciden.
O los de la marcha atrás. Que son los que se deciden pero cambian de opinión rápidamente. Parece que están seguros pero la seguridad les dura muy poco y vuelven a cambiar. Dentro de esta categoría están los mas y los menos influenciables. Si eres de los de la marcha atrás y además eres influenciable, estás prácticamente perdido.
Los terceristas son los que necesitan la opinión de un tercero antes de decidir. En estos casos no les suele valer con consultar solo a un tercero, sino que suelen acudir a un tercero, a un cuarto, a un quinto y entonces ya no saben a quién escuchar y se convierten directamente en los desquiciados.
Los profesionales, que son los que acuden a un experto profesional para que les asesore y ayude en la toma de decisiones. Dentro de estas categoría están luego los que hacen caso al experto y los que pasan millas, porque lo que el experto les dice no coincide con lo que en realidad querían escuchar.
Los simples son los que no le dan ni una vuelta al tema, eligen lo primero que se les pasa por la cabeza sin valorar demasiado las consecuencias. Me pregunto si no serán ellos los más listos.
Los osados, que son los que de manera consciente o inconsciente siempre toman la decisión que más riesgo implica.
Los confiados, que son los que tomen la decisión que tomen siempre piensan que es lo mejor. Su postura sin duda es la más inteligente.
Los ejecutivos, que eligen rápido y sin dudar porque tienen mucho que decidir. No siempre aciertan aunque se lo crean.
Y mis favoritos, que son los del sentido común, que son los que tienen la suerte de decidir siempre bien y hacerlo además como si no les costase, de lo claro y meridiano que ven las cosas. Nacer con el don del sentido común es una suerte extraordinaria. Los que lo tienen a veces no lo valoran pero los que estamos cerca y nos beneficiamos de vez en cuando de su don lo apreciamos enormemente.
En mi caso reconozco que soy bastante dubitativa. Afortunadamente no para todo. Algunas cosas las tengo muy claras. No hay duda. Pero otras... ayyy . Otros no sé que hacer. No sé hacia qué lado tirar. A falta de sentido común me encantaría tener una varita magica que tomase las decisiones por mí. Pero no la tengo. A cambio, sí tengo la suerte de contar con asesores y asesoras muy cercanos, sabios y tremendamente juiciosos a los que a menudo doy la matraca con mis cosas.. Que sería de mi sin ellos?!! Ellos hacen a menudo de varita y me abren los ojos.. Qué gran tesoro son!! Así que, como en la tele, a ellos saludo desde aquí y a ellos dedico este post!!! Gracias por formar parte de mi vida!
Feliz semana!
lunes, 4 de junio de 2018
Emociones transparentes
Mientras en Europa nos estamos volviendo locos con el uso de los datos personales, hoy leo que en China han inventado un sistema para medir las emociones. Varias empresas lo están utilizando ya para controlar el estado de ánimo de sus empleados y aumentar su capacidad de rendimiento y de paso, los beneficios de la empresa.
Al parecer, se trata de analizar las ondas cerebrales para vincular los ritmos y tiempos de trabajo y descanso. Así dicho queda muy bonito. Te pones tu casquito y cuando detectan que estás cansado te permiten echar una cabezadita. Por el contrario, como te pillen de subidón energético te puedes preparar porque no te dejan ni levantarte de la silla.
Así en frío no me gusta nada eso de ser transparente emocionalmente hablando. Prefiero seguir siendo la única dueña de mis emociones y expresarlas cuando quiera y como quiera. Además, si ese invento es capaz de leer sensaciones quién dice que no será también capaz de leer tus pensamientos. Menudo peligro!
Me imagino un día con ese casco en mi cabeza. En la mía y en la de los que rodean. Estoy segura de que sería sorprendente descubrir de repente lo que de verdad piensan y sienten los demás. Y que los demás descubriesen lo mío, uff!
El vecino borde del ascensor que nunca te saluda en realidad está loco por tí y le da vergüenza saludarte; tu hija adolescente que emite bufidos cuando se cruza contigo en el pasillo está deseando que la achuches; la que te da el masaje reductor y te promete resultados en un mes piensa mientras te lo da que más vale que te vayas comprando un burka porque tus michelines no hay quien te los quite.. Menudo caos!
Aunque profundizando un poco más sobre el tema, quizá un poco de transparencia no vendría mal de vez en cuando.
Porque a veces, a fuerza de contestar todos muy bien cuando te preguntan qué tal tendemos a creérnoslo, a hacernos comodones y hasta insensibles. Está claro que es más fácil pensar que al de al lado le va bien. Es más fácil no fijarse en los detalles, no ver las señales de alerta. Porque levantar la venda y ver las heridas exige actuar y pocas veces apetece actuar asi que es más fácil seguir en la inopia y creer que realmente todo va bien.
Y entre tanto, el de al lado, el que contesta muy bien aunque se sienta muy mal a veces se cansa de disimular, de aparentar, de ver el mundo girar cuando debería detenerse. Y nadie se da cuenta. Ni los mas cercanos. Hasta que un día todo estalla y ya es tarde. Entonces es cuando la gente se pregunta por qué no se dio cuenta antes, como pudo no verlo..
Creo que todos conocemos alguna experiencia de este tipo, si no propia sí cercana. Y sabemos lo que duele cuando estalla. Y aún así a menudo nos sigue haciendo falta un casco para ser capaces de descubrir en los demás determinadas emociones... Así somos. Estoy por encargar en AliExpress unos cuantos cascos chinos detectores de emociones y probar a ver qué pasa!!!
Feliz semana!
Al parecer, se trata de analizar las ondas cerebrales para vincular los ritmos y tiempos de trabajo y descanso. Así dicho queda muy bonito. Te pones tu casquito y cuando detectan que estás cansado te permiten echar una cabezadita. Por el contrario, como te pillen de subidón energético te puedes preparar porque no te dejan ni levantarte de la silla.
Así en frío no me gusta nada eso de ser transparente emocionalmente hablando. Prefiero seguir siendo la única dueña de mis emociones y expresarlas cuando quiera y como quiera. Además, si ese invento es capaz de leer sensaciones quién dice que no será también capaz de leer tus pensamientos. Menudo peligro!
Me imagino un día con ese casco en mi cabeza. En la mía y en la de los que rodean. Estoy segura de que sería sorprendente descubrir de repente lo que de verdad piensan y sienten los demás. Y que los demás descubriesen lo mío, uff!
El vecino borde del ascensor que nunca te saluda en realidad está loco por tí y le da vergüenza saludarte; tu hija adolescente que emite bufidos cuando se cruza contigo en el pasillo está deseando que la achuches; la que te da el masaje reductor y te promete resultados en un mes piensa mientras te lo da que más vale que te vayas comprando un burka porque tus michelines no hay quien te los quite.. Menudo caos!
Aunque profundizando un poco más sobre el tema, quizá un poco de transparencia no vendría mal de vez en cuando.
Porque a veces, a fuerza de contestar todos muy bien cuando te preguntan qué tal tendemos a creérnoslo, a hacernos comodones y hasta insensibles. Está claro que es más fácil pensar que al de al lado le va bien. Es más fácil no fijarse en los detalles, no ver las señales de alerta. Porque levantar la venda y ver las heridas exige actuar y pocas veces apetece actuar asi que es más fácil seguir en la inopia y creer que realmente todo va bien.
Y entre tanto, el de al lado, el que contesta muy bien aunque se sienta muy mal a veces se cansa de disimular, de aparentar, de ver el mundo girar cuando debería detenerse. Y nadie se da cuenta. Ni los mas cercanos. Hasta que un día todo estalla y ya es tarde. Entonces es cuando la gente se pregunta por qué no se dio cuenta antes, como pudo no verlo..
Creo que todos conocemos alguna experiencia de este tipo, si no propia sí cercana. Y sabemos lo que duele cuando estalla. Y aún así a menudo nos sigue haciendo falta un casco para ser capaces de descubrir en los demás determinadas emociones... Así somos. Estoy por encargar en AliExpress unos cuantos cascos chinos detectores de emociones y probar a ver qué pasa!!!
Feliz semana!