La semana pasada me pasó una cosa bastante "curiosa".
Llegué a los probadores de una tienda enorme. Había unos a la derecha, otros a la izquierda y otros en el centro.
Le pregunté a la dependienta. Perdone, ¿cuáles son los probadores de señora? Y mas ancha que larga me contestó: Eso ya no se estila, entre en el que quiera. Ya, le dije yo, pero es que yo soy una señora, ya lo siento, y me encanta ir a probadores de señoras porque no quiero que luego me toque un hombre en el probador de al lado. Olvídese del género. Es algo del pasado. Anticuado. Fruto de estereotipos y prejuicios absurdos. Pruébese sin mas, me contestó ella. Yo la miré atónita y a punto estuve de irme, pero me encantaba la prenda en cuestión así que me contuve y accedí al probador no sin cierto resquemor.
Cuando entré, mi temor se hizo realidad, en el probador de al lado, un pedazo maromo. O al menos, eso es lo que parecía, que ya nunca se sabe. Y yo, claro, me cohibí y fui incapaz de salir del probador a mirarme en el espejo. Porque... menuda pinta la mia probandome un vestido cortito de verano, toda blanca y blanda, con calcetines cortos y botas. Me niego a salir. Esperé y esperé y nada..el tío venga a probarse y a pavonearse delante del espejo. Me cansé y me fui. No me compré nada.
Al dia siguiente, fui a un bar y quise ir al cuarto de baño. Dos puertas. En una, una especie de arroba al derecho y en otra, una especie de arroba al revés. Perdone ¿el baño de señoras cuál es? le pregunté a la camarera. Tenemos prohibido etiquetar a nuestros clientes por su género. Elija el que crea usted que se adapta a su morfología, me contestó. No daba crédito. La gente se esta volviendo loca o qué??? Y entré en la arroba al derecho que en ese momento se me antojó mas parecida a mi específica y particular morfología. Para llegar a esta conclusión le di un par de vueltas al tema por cierto. No era tan obvia la cuestión.
Pero la cosa no acaba aqui. Al dia siguiente acompañé a una amiga embarazada a su ecografía de las 12 semanas y cuando mi amiga le preguntó al médico que si se veía ya si era niño o niña, el médico muy serio le contestó: perdone, pero me niego a
predeterminar el futuro de esta criatura etiquetandole con un impuesto género que marcará su vida para siempre sin razon.
No me pude contener y me destornillé de la risa. Solo le ha faltado decir criatura o criaturo, doctor, le dije. Casi acabo en el calabozo.
Ya se que en los tiempos que corren este post probablemente sea políticamente incorrecto y que para muchos lo que digo sea arcaico y terrible. Pero tal y como está el patio solo pido que no perdamos los papeles.
Si seguimos asi llegaremos a cosas tan absurdas como lo que leía ayer sobre un grupo de católicos suecos que ha iniciado un moviniento para que se deje de hablar de Dios como Señor o Padre, es decir, como alguien exclusivamente masculino. Lo que nos faltaba.
Cuestionar el sexo de los ángeles vale, pero de ahí para arriba... Hasta dónde vamos a llegar en pro de la supuesta no discrimacion?? Que no nos vuelvan locos por favor!!!
Feliz semana!
Escribo sobre la vida. Reflexiones, pensamientos, ideas que cruzan por mi mente, viajes, anécdotas, aventuras...
miércoles, 21 de febrero de 2018
sábado, 17 de febrero de 2018
Saber o no saber
La semana pasada fui al Festival internacional de magia. Impresionante. Unos magos buenísimos y unos trucos de ésos que te dejan boquiabierta. Uno de los magos desaparece y aparece en medio del público, otro se corta en dos y consigue reponerse, otro entra y sale de su sombra con una facilidad pasmosa. Disfruté como una enana absolutamente entregada al misterio de la magia.
Y todo a pesar de la tabarra que me dio la que estaba sentada detrás de mí, que se pasó el espectáculo tratando de descubrir el truco. Que si hay una cuerda invisible que levanta al mago, que si hay un agujero en el que se esconde, que si el mago tiene un mellizo... No paró de buscar la explicación a cada cosa mágica que sucedía en el escenario. Cuando acabó el festival me quedé con ganas de decirle que esa no era la actitud con la que ir a un espectáculo de magia. En la magia hay que creer. Hay que dejarse llevar. Y no hay que pretender saberlo todo.
Ese es el quid de la cuestión. No siempre hay que saberlo todo. Pero cómo nos cuesta a veces asumirlo.
Es como cuando los niños pretenden saber determinadas cosas a una edad que no les corresponde. Pues no. Cada cosa, en su momento. ¿por qué no me lo dijiste? te recriminan a veces. Porque no era el momento. Tan simple y tan cierto.
A veces cuesta aceptarlo pero, generalmente, a la larga uno termina dándose cuenta que hay un momentum para cada cosa.
Es como el que tiene una enfermedad y va al médico y pregunta sin parar y nunca la respuesta es suficiente. Qué síntomas tendré, cuánto me durarán, que sentiré, cuándo me darán el alta ... Es comprensible querer tener la máxima información, no digo yo que no, pero es que no siempre conviene saberlo todo. A veces hay que dejarse llevar por el médico, que es quien domina la situación y quien sabe lo que al paciente le conviene saber en cada situación.
Hasta en temas mas escabrosos no siempre conviene saberlo todo. Me refiero por ejemplo a situaciones de engaños o cuernos. Quién te dice a ti que el otro debe saberlo todo. Pues a lo mejor te equivocas y es peor.
Porque en el fondo el manejo de la verdad, que quien sabe realmente si existe, es muy complejo y subjetivo.
Esto me recuerda el caso de una amiga que acaba de ser madre y nos ha prohibido a todos que hablemos a su hijo de los Reyes Magos, el Ratón Pérez o cualquier otro personaje del estilo. El motivo es no quiere mentir a su hijo. Pero...¿en qué cabeza cabe?! Por cierto, tampoco se le pueden leer cuentos como el de Caperucita porque los lobos no hablan. Me parece que se equivoca. Ha eliminado de un plumazo la fantasía de la vida de su hijo. Tiempo habría para la verdad, digo yo.
En un mundo dominado por el exceso de información, por el acceso inmediato a todo tipo de datos, merece la pena pararse y preguntarse si de verdad queremos siempre saberlo todo. En mi caso, creo que no. Quiero dejar un hueco a la magia, sin buscar la explicación. Quiero seguir creyendo en la fantasía, aunque todo apunte a que dejó de existir. Quiero confiar en que sabré cada cosa en su justo momento, no antes, porque me condicionaría mi comportamiento sin necesidad, pero tampoco después, cuando ya sea tarde para reaccionar. Ya se que conseguirlo es difícil pero es solo lo que yo quiero.
Feliz semana!!
Y todo a pesar de la tabarra que me dio la que estaba sentada detrás de mí, que se pasó el espectáculo tratando de descubrir el truco. Que si hay una cuerda invisible que levanta al mago, que si hay un agujero en el que se esconde, que si el mago tiene un mellizo... No paró de buscar la explicación a cada cosa mágica que sucedía en el escenario. Cuando acabó el festival me quedé con ganas de decirle que esa no era la actitud con la que ir a un espectáculo de magia. En la magia hay que creer. Hay que dejarse llevar. Y no hay que pretender saberlo todo.
Ese es el quid de la cuestión. No siempre hay que saberlo todo. Pero cómo nos cuesta a veces asumirlo.
Es como cuando los niños pretenden saber determinadas cosas a una edad que no les corresponde. Pues no. Cada cosa, en su momento. ¿por qué no me lo dijiste? te recriminan a veces. Porque no era el momento. Tan simple y tan cierto.
A veces cuesta aceptarlo pero, generalmente, a la larga uno termina dándose cuenta que hay un momentum para cada cosa.
Es como el que tiene una enfermedad y va al médico y pregunta sin parar y nunca la respuesta es suficiente. Qué síntomas tendré, cuánto me durarán, que sentiré, cuándo me darán el alta ... Es comprensible querer tener la máxima información, no digo yo que no, pero es que no siempre conviene saberlo todo. A veces hay que dejarse llevar por el médico, que es quien domina la situación y quien sabe lo que al paciente le conviene saber en cada situación.
Hasta en temas mas escabrosos no siempre conviene saberlo todo. Me refiero por ejemplo a situaciones de engaños o cuernos. Quién te dice a ti que el otro debe saberlo todo. Pues a lo mejor te equivocas y es peor.
Porque en el fondo el manejo de la verdad, que quien sabe realmente si existe, es muy complejo y subjetivo.
Esto me recuerda el caso de una amiga que acaba de ser madre y nos ha prohibido a todos que hablemos a su hijo de los Reyes Magos, el Ratón Pérez o cualquier otro personaje del estilo. El motivo es no quiere mentir a su hijo. Pero...¿en qué cabeza cabe?! Por cierto, tampoco se le pueden leer cuentos como el de Caperucita porque los lobos no hablan. Me parece que se equivoca. Ha eliminado de un plumazo la fantasía de la vida de su hijo. Tiempo habría para la verdad, digo yo.
En un mundo dominado por el exceso de información, por el acceso inmediato a todo tipo de datos, merece la pena pararse y preguntarse si de verdad queremos siempre saberlo todo. En mi caso, creo que no. Quiero dejar un hueco a la magia, sin buscar la explicación. Quiero seguir creyendo en la fantasía, aunque todo apunte a que dejó de existir. Quiero confiar en que sabré cada cosa en su justo momento, no antes, porque me condicionaría mi comportamiento sin necesidad, pero tampoco después, cuando ya sea tarde para reaccionar. Ya se que conseguirlo es difícil pero es solo lo que yo quiero.
Feliz semana!!
martes, 6 de febrero de 2018
Tentadoras adicciones
Llevo más de un mes prácticamente sin vida. No leo, ni duermo, no hago la compra, no cocino, no me ocupo de mis hijos, ni de mi marido, no me desmaquillo, casi, casi ni me ducho y trabajo porque no me queda otra. Victoria Grayson me ha quitado la vida.
Me explico, llevo un mes enganchada a una serie. No es una serie de culto. Qué va. Es Revenge, una serie de guapos perversos capitaneados por los Grayson. Una serie de lujo y venganza ambientada en los Hamptons. Al más puro estilo Dallas o Dinastía.
No quería hacer nada que no fuese ver mi serie. A cualquier hora y a costa de lo que fuera. Afortunadamente, por fin la he acabado. Al principio sentí un enorme vacío en mi vida, normal. Pero rápidamente he ido recuperando rutinas perdidas y he vuelto a la normalidad. He vuelto a ser yo.
Lo cierto es que no es la primera vez que me engancho así con algo. Todavía recuerdo la época de Cristal, aquella telenovela venezolana con el insuperable Carlos Mata, que nos tenía completamente enamoradas hace más de 25 años ( buff). Claro, que por aquellos entonces, no teníamos la posibilidad de tragarnos varios episodios seguidos como ocurre ahora, con lo cual la adicción era un poco más controlada.
Tampoco estuvo mal la adicción generalizada que nos dio durante un verano a muchas lectoras con el famoso Grey. Recuerdo que mi hijo Juan, con 4 años, un día me preguntó que quién era ese tal Grey del que tanto hablaba con mis amigas y yo, más ancha que larga, le contesté que mi novio. Me miró asombrado y me contestó: “ pensé que era papá”. No entendía nada.
La saga Milenium también me mantuvo muy enganchada durante un tiempo. Nada más terminar un volumen me lanzaba como loca a leer el siguiente, lo cual me provocó un considerable empacho de novela negra sueca. De ahí me pasé a la poesía japonesa, diametralmente opuesta. Es broma.
Afortunadamente, nunca me ha dado por engancharme a ningún reality show ni a ningún programa de cotilleos de esos que todos gritan y se insultan a la vez, porque eso ya sí que sería demasiado. Creo que mi marido no lo soportaría. Y probablemente mi autoestima tampoco, sinceramente.
Es curioso esto de las adicciones. Te arrastran, te abducen, te absorben, dejas de ser tú. Se convierten en tu único pensamiento, en tu monotema, te quitan la personalidad, te hacen abandonar las aficiones, pero a la vez, qué gran placer te provocan. Puro hedonismo, abandonarte a la ficción, sin más miramientos, dejarte llevar, sin mas responsabilidad, ni más obligación.
Los hay que se enganchan al fútbol, al golf, al tenis, al carrusel deportivo, a master chef, al yoga on line, al canal de recetas, a los videosjuegos.... de todo hay en la viña del señor, que diría mi abuela.
También hay quien no reconoce estar enganchado a nada y es mentira y quien de verdad no logra que nada le guste y eso que se pierde.
Aunque esto de las adicciones tiene su doble cara. Hasta aqui, he presentado el lado frívolo, casi inocuo, que no del todo, de este tipo de obsesiones. En mi caso, tengo una cierta edad y una estructura mental que considero sana. Ahora bien, vivimos en un mundo de inmediatez y consumismo desenfrenado en el que caer en adicciones resulta muy tentador para muchos jóvenes. La tecnologia y las redes sociales pueden convertirse muy fácilmente en un arma de doble filo si no se saben usar. Pueden llegar a crear mundos paralelos, provocar auténticas desconexiones de la realidad, y provocar un verdadero aislamiento.
Por no entrar, claro, en otras adicciones "de toda la vida" y que se han convertido en auténticas lacras sociales como es el caso del alcoholismo o la drogadicción, con consecuencias muy graves, a corto y a largo plazo, aunque muchos prefieran no verlo. Es la otra cara de la moneda.
En fin, que mientras la cosa se quede en atiborrarse de vez en cuando - y con una determinada edad - de capítulos de Revenge, que no cunda el pánico, pero ojito si la cosa pasa a mayores... no vayamos a perder el rumbo.
Feliz semana!!
Me explico, llevo un mes enganchada a una serie. No es una serie de culto. Qué va. Es Revenge, una serie de guapos perversos capitaneados por los Grayson. Una serie de lujo y venganza ambientada en los Hamptons. Al más puro estilo Dallas o Dinastía.
No quería hacer nada que no fuese ver mi serie. A cualquier hora y a costa de lo que fuera. Afortunadamente, por fin la he acabado. Al principio sentí un enorme vacío en mi vida, normal. Pero rápidamente he ido recuperando rutinas perdidas y he vuelto a la normalidad. He vuelto a ser yo.
Lo cierto es que no es la primera vez que me engancho así con algo. Todavía recuerdo la época de Cristal, aquella telenovela venezolana con el insuperable Carlos Mata, que nos tenía completamente enamoradas hace más de 25 años ( buff). Claro, que por aquellos entonces, no teníamos la posibilidad de tragarnos varios episodios seguidos como ocurre ahora, con lo cual la adicción era un poco más controlada.
Tampoco estuvo mal la adicción generalizada que nos dio durante un verano a muchas lectoras con el famoso Grey. Recuerdo que mi hijo Juan, con 4 años, un día me preguntó que quién era ese tal Grey del que tanto hablaba con mis amigas y yo, más ancha que larga, le contesté que mi novio. Me miró asombrado y me contestó: “ pensé que era papá”. No entendía nada.
La saga Milenium también me mantuvo muy enganchada durante un tiempo. Nada más terminar un volumen me lanzaba como loca a leer el siguiente, lo cual me provocó un considerable empacho de novela negra sueca. De ahí me pasé a la poesía japonesa, diametralmente opuesta. Es broma.
Afortunadamente, nunca me ha dado por engancharme a ningún reality show ni a ningún programa de cotilleos de esos que todos gritan y se insultan a la vez, porque eso ya sí que sería demasiado. Creo que mi marido no lo soportaría. Y probablemente mi autoestima tampoco, sinceramente.
Es curioso esto de las adicciones. Te arrastran, te abducen, te absorben, dejas de ser tú. Se convierten en tu único pensamiento, en tu monotema, te quitan la personalidad, te hacen abandonar las aficiones, pero a la vez, qué gran placer te provocan. Puro hedonismo, abandonarte a la ficción, sin más miramientos, dejarte llevar, sin mas responsabilidad, ni más obligación.
Los hay que se enganchan al fútbol, al golf, al tenis, al carrusel deportivo, a master chef, al yoga on line, al canal de recetas, a los videosjuegos.... de todo hay en la viña del señor, que diría mi abuela.
También hay quien no reconoce estar enganchado a nada y es mentira y quien de verdad no logra que nada le guste y eso que se pierde.
Aunque esto de las adicciones tiene su doble cara. Hasta aqui, he presentado el lado frívolo, casi inocuo, que no del todo, de este tipo de obsesiones. En mi caso, tengo una cierta edad y una estructura mental que considero sana. Ahora bien, vivimos en un mundo de inmediatez y consumismo desenfrenado en el que caer en adicciones resulta muy tentador para muchos jóvenes. La tecnologia y las redes sociales pueden convertirse muy fácilmente en un arma de doble filo si no se saben usar. Pueden llegar a crear mundos paralelos, provocar auténticas desconexiones de la realidad, y provocar un verdadero aislamiento.
Por no entrar, claro, en otras adicciones "de toda la vida" y que se han convertido en auténticas lacras sociales como es el caso del alcoholismo o la drogadicción, con consecuencias muy graves, a corto y a largo plazo, aunque muchos prefieran no verlo. Es la otra cara de la moneda.
En fin, que mientras la cosa se quede en atiborrarse de vez en cuando - y con una determinada edad - de capítulos de Revenge, que no cunda el pánico, pero ojito si la cosa pasa a mayores... no vayamos a perder el rumbo.
Feliz semana!!